Pero en los alrededores de ese escenario que esta noche albergaba al seleccionado argentino y al de Paraguay por las semifinales de Chile 2015, las imágenes son distintas.
Las observaciones permiten ver a una ciudad que quiere ponerse de pie después de aquel movimiento de tierras que alcanzó una magnitud de 8,8 en la escala Richter, arrasó con viviendas y una veintena de vidas humanas, y de cuya derivación se produjo el tsunami que arrastró al puerto de la cercana Talcahuano con olas de hasta cinco metros de altura.
Esta población situada sobre el Pacífico Sur, a unos 20 kilómetros del centro de Concepción, recibió la descarga del mar, mientras que la sede más austral de esta Copa América, ubicada a la altura de la provincia argentina de Neuquén del otro lado de la cordillera, vio caerse edificios y viviendas hechas con ladrillos de barro y revestimiento de cemento que todavía hoy, a un lustro de lo sucedido, siguen siendo escombros.
El caso más emblemático es el de un edificio de departamentos del barrio Hualpen, que al momento de derrumbarse como producto de ese terremoto que se inició a las 3.34 de ese sábado 27 de febrero y cesó dos minutos y medio después, se quedó con la vida de media docena de ocupantes que intentaban desesperadamente salir a la calle y nunca pudieron llegar a hacerlo.
Las estadísticas marcan que ese sismo fue el quinto más fuerte en la historia de la humanidad y el segundo en Chile después del de Valdivia de 1960.
Ver a esa construcción que tiene decreto de demolición de las estructuras que sobrevivieron al colapso telúrico y que por cuestiones judiciales (hace 15 días se elevó una demanda para que esto se lleve a cabo por el peligro de derrumbe que puede afectar a viviendas linderas) sigue sin llevarse a cabo y la constituye en la única que sigue en pie después de aquel hecho que aquí nominan como el 27F, según puede dar fe Télam, es como remover los desechos de una historia que parece lejana, pero está muy cerca de todos los argentinos.
Fuente: Télam