El jugador con el dorsal 23 le ganó -sin dudas- la pulseada a Fernando Gago, uno de los emblemas de Boca Juniors, quien no logró imponer su juego, ese "de galera y bastón".
Es que todo parece indicar, por el superclásico del fin de semana pasado, por el torneo de Primera División, y por el de esta noche, el primero por la Copa, que la pierna fuerte -casi al límite- vale muchísimo más que un caño o una gambeta.
Da la sensación de que un equipo juega a anular al otro, que piensa mucho más en el juego ajeno que en el propio, ese parece ser el mensaje de los técnicos, tan misteriosos para confirmar una formación como para definir a qué juegan sus equipos.
Ponzio entendió, al menos esta noche, mucho más el partido que Gago, más allá de que hubo otros actores de reparto, que jugaron más al roce que al fútbol.
Algunos merecieron irse a los vestuarios antes de los 90 minutos reglamentarios -más el tiempo de adición-, tales los casos de Ramiro Funes Mori y Carlos Sánchez (héroe por el gol de penal), por el lado de River; como Andrés Cubas, por el de Boca.
Una mención especial para el colombiano Teófilo Gutiérrez, quien dejó en claro -con su inexplicable expulsión en el final del partido y con el 1-0 a favor-, que los superclásicos les quedan enormes.
Hoy todo giró en torno a Ponzio y Gago. Ponzio jugó con la mística de Boca. Gago lo hizo con la de River. El primer "chico" quedó para River, muy superior en la etapa inicial, y quizá inferior en la final. El segundo aún es todo una incógnita. Boca deberá revertir el 0-1 y todo parece indicar que para avanzar a los cuartos de final deberá dedicarse a jugar al fútbol, algo que en los dos superclásicos oficiales del año se vio poco y nada. Mucho "hacha y tiza", poco "galera y bastón".
Fuente: Télam
