Aquella vez anunciaba su felicidad por asumir el reto más importante que un técnico pudo tener en la historia de River, que era devolver al equipo a Primera División.
Su estilo especulativo del resultado, sus constantes cambios de nombres y esquema, su decisión de aceptar el pedido de Passarella para echar a Fernando Cavenaghi y a Alejandro Domínguez y tantas otras polémicas fueron demasiado.
Ayer, cuando dio su última conferencia, lanzó: "En estos seis meses me consumí por River. Me voy tranquilo porque dejé hasta la última gota de sangre".
Y así parece: notablemente más flaco, demacrado y siempre al borde de estallar en llanto, "El Pelado" sintió el rigor de haber asumido el reto de dirigir a un club siempre obligado al éxito.
En el debe le quedó su incapacidad de lograr un estilo de juego. A través de sus equipos, nunca se pudo advertir cuál es su intención de juego: un día 4-4-2, otro 4-3-1-2 y otro 4-3-3. Un día Barovero, otro día Vega. Un día Lanzini como manija del equipo y otro ni al banco.
En el haber: su calidad de persona y su decisión de hacerse cargo del equipo en el peor momento de su historia.
Fuente: playfutbol.infobae.com