En principio, no deja de resultar llamativo, y por lo penoso, que el símbolo mayúsculo del flamante campeón haya desatado su furor revanchista en momentos susceptibles de ser eclipsados sóloy únicamente por la alegría.
Pero este mecanismo reactivo, sin embargo, no es patrimonio del chiquilín de River, ni del fútbol, y según se comprobó el domingo, excede los límites de la Argentina.. (Télam).-