Catalán, hoy con 88 años y una vida dedicada a la cría de ovejas, reconoce sin embargo en su hijo Juan, "Cucho para todos los que lo conocen", al verdadero "héroe" de aquel suceso, porque fue quien se quedó acompañando y cuidando de Fernando Parrado y Roberto Canessa, los dos enviados por el grupo de sobrevivientes en busca de ayuda, mientras él se trasladó "unos 80 kilómetros a caballo, hasta el puesto de carabineros más cercano, para avisar que fueran a rescatarlos".
San Fernando es un poblado cordillerano situado a 150 kilómetros de Santiago de Chile hasta el que se trasladó Télam para encontrarse con los protagonistas esenciales de aquella historia, sin cuya participación nunca se hubiesen encontrado con vida a los 16 componentes de aquella delegación de ex alumnos del colegio Stella Maris, de Montevideo, y el equipo de rugby Old Christian, que viajaban hacia la capital chilena para asistir a un encuentro deportivo, pero nunca llegaron.
El avión que los transportaba cayó en la cordillera a raíz de un error de aeronavegación que los introdujo en una tormenta y afectó a la máquina y sus instrumentos de control de vuelo.
"Por ese entonces yo tenía 15 años y habíamos ido con mi papá y mi hermano menor, Sergio, que tenía 9, a llevar las ovejas a pastar y beber junto al río al que llamamos "El Barroso", que tiene mucho caudal de agua. Ya estaba anocheciendo cuando vimos que en la otra orilla había dos hombres a los que se los notaba en muy malas condiciones físicos", le empezó a contar "Cucho" a Télam.
"Mi padre trató de comunicarse con ellos a los gritos, pero el ruido del agua era tan fuerte que no los escuchábamos. Además, ya casi no tenían fuerzas ni para hablar. Pero como la fuerza de la corriente y el ancho del ruido nos impedían cruzar, mi viejo decidió tirarles una botella con una hoja y papel dentro, para que pudieron escribirnos quienes eran", precisó.
Fuente: Télam