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Jueves 25 de Abril de 2024
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Humildad, coraje y pragmatismo: claves de un equipo con todas las letras

Uruguay fue campeón de la Copa América porque entendió mejor que todos sus rivales la idea de juego colectivo, hizo gala del sacrificio y aprovechó el talento de sus figuras. Un logro merecido para los dirigidos por Oscar Tabárez
(DIARIOC, 24/07/2011) Desde la seguridad de Fernando Muslera a la capacidad goleadora de Luis Suárez, pasando por el liderazgo de Diego Lugano y el talento de Diego Forlán, Uruguay representa mejor que nadie en Sudamérica la idea de equipo, eso que tanto cuesta a los seleccionadores debido al poco tiempo con que cuentan para trabajar.

Y la humildad, el sacrificio y la superioridad táctica son, al margen de los nombres propios, algunos de los calificativos que justifican el título de la CopaAmérica, que, lejos de tratarse de un hecho aislado, es nada menos que la continuidad del cuarto puesto obtenido en el pasado Mundial de Sudáfrica.

El de Oscar Tabárez es un equipo utilitario, engañosamente previsible: todos saben que tiene un juego aéreo potente y que el contraataque es su principal arma, pero pocos conocen la receta para contrarrestarlo. Para hacerlo posible, Uruguay sabe que recuperar la pelota es tarea de todos; lejos de la demagogia discursiva, lo ejecuta ocupando posicionalmente todo el terreno, con inteligencia y no pegando como marca el viejo mito.

Así, con una esencia colectiva sencilla y un talento individual indiscutible, Uruguay creció a lo largo del torneo, luego de sufrir un poco en la fase de grupos. Venció a Argentina en los penales (la gran virtud de aquella noche santafesina fue no hacer notar el hombre de menos con que contó durante casi 50 minutos, por la expulsión de Diego Pérez), y luego arrasó sucesivamente con Perú y Paraguay.

Como premio, hubo lugar para que todos sus valores individuales brillaran. Casi no necesitó de las manos seguras de Muslera en la recta final, donde por ejemplo se destacó Forlán, el gran ausente durante los primeros partidos. Suárez abrió las victorias más decisivas, y los cuatro del fondo levantaron una muralla con un nivel parejo: Maxi Pereira, Lugano, Sebastián Coates y Martín García.

Antes, claro, había que atravesar ese campo minado por el despliegue físico de Álvaro González, Diego Pérez, Egidio Arévalo Ríos y Álvaro Pereira. Un 4-4-2 clásico, combativo; un equipo delineado por la convicción de un entrenador didáctico y experimentado, sabio y humilde. Suficiente para que sus alumnos aprendieran la lección y volvieran a gritar "¡dale campeón!". (Infobae)

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