Messi y el gol; Messi y los aplausos de más de 50 mil personas; Messi, Messi y Messi. La magia del rosarino fue la chispa más brillante del choque contra Ecuador, a pesar del vuelo que tuvieron Sergio Agüero, Angel Di María y Gonzalo Higuaín, así y todo a años luz del 10.
Sí, el 10. Porque en el último partido del año del seleccionado en Núñez, el público argentino, que demostró ser el más exigente del mundo, reconoció con ovaciones y una fiesta popular la grandeza que hace tiempo admiran Cataluña y el resto del planeta.
Lio, por primera vez, jugó en la Capital Federal como en el patio de su casa, como en el Camp Nou de Barcelona, asombrando con sus propias virtudes más allá del recuerdo de Diego Maradona y toda comparación, y por eso el equipo albiceleste logró una goleada ante un adversario que más de una vez trajo problemas, si bien fue acertado el planteo de Alejandro Sabella.
Messi no sólo fue figura descollante y espectáculo, sino también líder de un cuadro sólido, y por las pinceladas que había esbozado en los primeros minutos el público se preparó para el verdadero festín en cuanto Agüero abrió la cuenta.
Llamaradas de rapidez y buen fútbol iluminaron la noche rioplatense; "Pipa" Higuaín amplió enseguida la diferencia y luego habilitó a Messi, el mejor Messi, quien se llenó la boca de gol y la panza de pelota, embarazado de felicidad y con el reconocimiento de su pueblo ilusionado.
"Vení, cantá conmigo, que de la mano de Lionel Messi, todos la vuelta vamos a dar", terminaron cantando las almas que increíblemente, milagrosamente, aunque sea por un momento, fueron una sola.