Messi perdió su primera final jugando con el Barcelona y no pudo alimentar esa carrera llena de títulos y festejos. El final del partido lo encontró resignado, desolado, sin lágrimas, pero con la bronca dibujada en su rostro. Durante los 120 minutos que duró el pleito con el Real, no fue incisivo, pero dejó algunas pinceladas con su zurda, la mejor del mundo.
Tuvo el grito de gol en el segundo tiempo, cuando Iker Casillas le sacó un tiro rasante, contra el palo derecho. Luego, buscó asociarse con Iniesta –otro que no moestró su nivel- y con las subidas de Daniel Alves, pero todo fue en vano. Buscó siempre el arco de enfrente, dársela redonda a un compañero, pero esta vez le tocó festejar al Real Madrid y esa bestia negra llamada Mourinho. Pero ni Messi, ni el Barcelona, tienen tiempo para lamentos: saben que por la Champions League tienen el gran desquite. (Infobae)