Ante mujeres rescatadas de redes de prostitución, víctimas de la explotación laboral y cartoneros que participaron de la celebración religiosa, Bergoglio comparó a la ciudad con Caín, el personaje bíblico que responde con ironía a Dios cuando este le pregunta "dónde ésta tu hermano". "Esta ciudad contesta: ´¿acaso yo me tengo que ocupar de todo?´", aseveró.
Bergoglio insistió en criticar a la ciudad porque, según dijo, se olvidó de llorar. "No se da cuenta de que vende a sus hijos, los excluye, los esclaviza", alertó el cardenal.
Bergoglio se solidarizó con quienes padecen situaciones de esclavitud y los exhortó a gritar, para que esta infernal máquina de exclusión y descarte, cambie el corazón. "Tenemos que luchar todos juntos para que esta ciudad se dé cuenta dónde ha caído y llore. Y se corrija y haya justicia. Gritemos con fuerza y sin miedo. No a la esclavitud; no a los que sobran; no a los chicos, hombres y mujeres como material de descarte", sostuvo.
El primado alertó: "nos quieren quitar la fuerza, nos quieren robar la dignidad". "Vale la pena gritar, luchar para que no haya más esclavitud", remarcó Bergoglio, entre aplausos. El momento culminante de la celebración eucarística fue cuando un cartonero se acercó con su carrito lleno de cartones al altar improvisado sobre la plaza, para recibir la bendición de Bergoglio. "Estoy con ustedes", le dijo.
Un grupo de mujeres entregó, a modo de ofrenda, una bolsa confeccionada por costureras rescatadas de talleres clandestinos, y una red con fotografías de mujeres desaparecidas en manos de organizaciones que regentean prostíbulos. "Seguimos buscándolas, queremos encontrarlas con vida", dijeron. Mujeres presentaron prendas de la cooperativa de ropa Fashion victim, y otro grupo comparó cómo los medios y el pueblo se refieren de diferente modo a los desalojos de casas tomadas y al drama que significa no tener una vivienda digna. La misa fue en motivo del aniversario de la Convención Internacional de los Derechos de los Trabajadores Migrantes. (DyN)