Los FRS son entes público-estatales que manejan los ahorros nacionales con fines de inversión, haciendo las veces de vehículos de inversiones gubernamentales de los excedentes de divisas extranjeras, separadamente de las reservas oficiales, obtenidas de los superávits de balanza comercial de commodities.
Emiratos Árabes, Singapur, Kuwait y China, junto a otra veintena de países, integran este poderoso club de gerenciadores soberanos, cuya riqueza conjunta suma, a la fecha, cerca de 3 trillones de dólares (billones para el habla hispana) con posibilidades de ascender a 8 trillones en el año 2010 y a 12 trillones para el año 2015, según las últimas estimaciones de Merrill Lynch.
Si bien sus orígenes están vinculados a la creación de fondos anticíclicos, la abundancia de capital para el crédito por parte de estos actores, ha revuelto el avispero de las suspicacias en más de un centro de poder financiero, tal como ha quedado plasmado en la reticencia europea a la compra de activos empresariales y bancarios por parte del FRS Árabes y Chinos.
El FRS de Brasil será de aproximadamente 14 billones (miles millones) de dólares en 2009, el equivalente al capital acumulado durante años por el FRS de Alberta, Canadá, incluso a pesar de sus humildes índices de crecimiento. Con tesón macroeconómico y astucia política este fondo puede adquirir dimensiones de gran trascendencia en solo un par de años.
¿Para qué dice Brasil que quiere su FRS? Según se desprende de los exiguos debates parlamentarios mantenidos en el Senado, el FRS de Brasil será utilizado para la adquisición de activos financieros y empresarios externos; por el Ministerio de economía para el equilibrio macroeconómico; y para el componer las cuotas del aún inexistente Fondo Fiscal de Inversiones y Estabilización (FFIE).
Ahora bien, la capacidad de las poderosas empresas mixtas de Brasil (Petrobras y Vale do Rio Doce, por ejemplo) para salir de shopping por América Latina y África adquiere una preocupante impronta geopolítica, sobre todo en tiempos de gran incertidumbre donde los capitales buscan atrincherarse en la economía real, fundamentalmente energía y recursos mineros (petróleo, gas, hierro y caña de azúcar, entre otros). Tengamos en cuenta que según datos del World Investment Report, Brasil fue en 2007 el vigésimo segundo inversor extranjero directo a nivel mundial.
Independientemente de los desafíos que trae aparejada la presente crisis financiera Brasil se sienta ya, y con todo derecho, en la reducida mesa de los grandes y sale a relucir un nuevo factor de poder nacional de importantes connotaciones geopolíticas, claves para entender el futuro de las relaciones en el espacio sudamericano y africano.
Juan Recce
Docente universitario e Investigador del Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI)