Con los niveles de popularidad más bajos para un presidente en la historia de la Quinta República, Hollande reestructuró su gabinete con fieles partidarios aunque designó como nuevo primer ministro a Manuel Valls, la cabeza del conservadurismo en las filas socialistas.
En menos de una semana, tras un brevísimo y aparente idilio con el nuevo gabinete compuesto de socialistas de "izquierda", Valls anunció un plan de ahorro presupuestario basado en el congelamiento de sueldos públicos, jubilaciones y recortes de prestaciones sociales, fundamentalmente sanitarias.
El programa, que se parece como dos gotas de agua al primer ajuste implementado por el también socialista José Luis Rodríguez Zapatero en España en mayo de 2010, busca un recorte del gasto público del orden de los 50.000 millones de euros de aquí a 2017.
En el caso español, el ex presidente Zapatero decidió recortar 15.000 millones de euros a través de una congelación de jubilaciones y pensiones, una reducción de los sueldos de los empleados estatales, menor inversión pública y otros recortes sociales.
Cuando se aprecia por dónde intenta recortar Valls, con el apoyo de Hollande, se observa que el perfil del ajuste es casi idéntico al instrumentado por Zapatero, lo que revela la matriz de la austeridad dictada desde Berlín y Bruselas.
El rechazo de un tercio del bloque de diputados oficialistas en la Asamblea Nacional francesa ha puesto en serios aprietos a la cúpula del Partido Socialista (PS), al presidente Hollande y al premier Valls quien, sin embargo, ha ratificado el pasado miércoles la aplicación de su programa.
En medio de un estancamiento económico y un desempleo que no se reduce, Hollande y Valls están buscando reducir un déficit fiscal del 4% sobre el PIB para ponerlo a tono con las normas de la UE que marcan que no debe superar el 3% del PIB.
La pregunta que centra hoy el debate del paquete ajustador del Gobierno galo es para qué servirá realmente la austeridad en marcha, ya que con un crecimiento previsto del 1% para este año y del 0,3% en 2015, el enfriamiento que traerá el plan podría derrumbar aún más la economía.
Según el Observatorio Francés de Coyuntura Económica, la reducción del gasto público en todas sus vertientes redundará en un crecimiento casi nulo en 2014 (0,10% en lugar del 1% estimado), al tiempo que provocará una tendencia ascendente de la desocupación que hoy alcanza al 11% de la población activa.
Pero Valls, en un recitado de los fundamentos de todos y cada uno de los planes de austeridad aplicados en Europa en los últimos años, ha dicho que el país no puede vivir "por encima de sus posibilidades".
Según explicó al anunciar los recortes, el gasto público ha alcanzado un 57% del PIB y la deuda estatal, que equivalía al 65% del Producto en 2007, llega ahora al 90% del mismo.
Lo que no explicó el nuevo primer ministro es que los 25 puntos porcentuales en los que ha crecido la deuda pública en seis años ha sido el resultado de la intervención del Estado para sostener a la banca y a otras grandes empresas privadas endeudadas que quedaron al borde de la quiebra tras el estallido de la crisis en 2007-2008.
Sin embargo, el recorte previsto recae enteramente sobre los asalariados, los pensionados y los sectores sociales más desprotegidos, tal como lo muestra la distribución de los sacrificios anunciados por Valls.
Los empleados públicos deberán resignar 18.000 millones de euros debido al congelamiento salarial entre 2014 y 2017, en tanto que los ahorros en gastos y ayudas sociales ahorrarán 11.000 millones y el congelamiento de pensiones y bienestar social bajarán la erogación en 3.300 millones.
Con este esquema, Valls piensa reducir el déficit fiscal del actual 3% del PIB a un 2,2% en 2016 y al 1,3% en 2017, aunque el gasto sobre el Producto bajará apenas cuatro puntos porcentuales, del 57% al 53% del PIB.
Pero, desde el punto de vista político, Hollande y Valls arriesgan mucho, ya que el PS ha quedado profundamente dividido por la iniciativa del Gobierno y muchos parlamentarios del oficialismo votarán en contra del ajuste en la Asamblea Nacional.
El apoyo al paquete vendrá, inesperadamente, de la oposición de derecha representada por la UMP y de centro-derecha de la UDI, es decir, el gaullismo histórico representando hoy por el ex presidente Nicholas Sarkozy y los antiguos seguidores de Valery Giscard D´Estaing.
En este contexto y con las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán en mayo, el PS está siendo desplazando al tercer lugar en intención de voto, con el Frente Nacional ultraderechista por delante suyo.
Y, tan grave o más que el desplome electoral del partido de gobierno, éste deberá enfrentar en breve la cerrada oposición de todos los sindicatos de Francia que ya que han rechazado frontalmente y sin cortapisas el ajuste de Valls.
Fuente: Télam