(Idesa, reproducción de CAMPONOVA) El Instituto para el Desarrollo Social Argentina, recuerda que la experiencia internacional muestra que "un país puede ser competitivo en base a salarios muy bajos, como es el caso de China, o en base a salarios altos pero con buen diseño de sus instituciones económicas y sociales, como es en los países desarrollados y algunos en vías de desarrollo". Todo depende cuál es la calidad de vida estándar a que aspira una sociedad para sus integrantes. Por ende, según Idesa, "la recuperación de las remuneraciones en la Argentina debería sustentarse en reformas estructurales profundas. De lo contrario, aparecerán nuevamente los serios problemas de competitividad que sufre el país y que la devaluación no resolvió, ni puede resolver".
El centro de estudios que preside Osvaldo Giordano explica que "en el mundo globalizado, países muy diferentes en dotación de factores productivos y estrategias de política económica y social, son igualmente exitosos en términos de competitividad. Una manera de cuantificar esta heterogeneidad es comparar los costos laborales en dólares que paga la industria manufacturera". Sucede que el sector industrial es uno de los más expuesto a la competencia internacional.
Por lo tanto, las diferencias de costos laborales en dólares en este sector permite aproximar hasta qué punto la competitividad de un país puede sostenerse por factores diferentes al nivel de ingresos de los trabajadores. Idesa consideró la información que ofrece el Bureau of Labor Statistics de los Estados Unidos para los principales países productores y exportadores de manufacturas.
Según esta fuente, en el año 2005, los costos laborales (salario bruto más cargas sociales y sindicales), por hora, medidos en dólares, presentaron la siguiente diversidad de situaciones, concluyó Idesa:
El costo laboral por hora en el sector industrial es de US$ 27,5 en la Unión Europea, US$ 23,6 en USA y US$ 21,8 en Japón.
En los países asiáticos de reciente industrialización (Hong Kong, Corea, Singapur y Taiwan) los costos laborales por hora son, en promedio, de US$ 9,3.
En Brasil es de US$ 4,1, en México de US$ 2,6 y, en el extremo, en China se estimaba para el 2004 en poco menos de US$ 0,70 la hora.
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La conclusión es que "los datos demuestran que no hay un menú único de estrategias para competir con éxito en el mundo globalizado. Costos laborales 30 veces más altos que los chinos no han eliminado la competitividad de las manufacturas europeas, norteamericanas y japonesas. La clave en estos países es que un entorno de racionalidad en las políticas públicas ha permitido a las empresas desarrollar elevados niveles de productividad y, en base a ello, ser competitivos con salarios muy altos. Incluso países de desarrollo reciente como los del sudeste asiático son productores exitosos con costos que superan en más de 13 veces los que pagan sus competidores chinos. Esto es consecuencia de perseverar en estrategias que priorizan la inversión en capital humano, tecnología e infraestructura, junto con un sistema impositivo y regulaciones laborales y sociales que facilitan la producción".
En la Argentina, tomando como base datos del Indec y el Ministerio de Economía y Producción, el costo laboral por hora en la industria manufacturera se puede estimar para el año 2006 en US$ 4,6 la hora, dato que deberían considerar los planificadores de las políticas gubernamentales.
La devaluación había permitido disminuir los costos laborales a menos de 3 dólares la hora, llevándolos a niveles mas parecidos a los de México y Brasil, y achicando diferencias con China. Pero se trató de un alivio transitorio para la producción nacional.
A medida que los salarios se recuperan, las ventajas de competitividad producidas por la devaluación se van esfumando.
"La historia argentina muestra repetidas ocasiones en que por posponer decisiones se acumulan tensiones e ineficiencias que luego desencadenan la necesidad, socialmente muy costosa, de fuertes devaluaciones para corregir la inviabilidad competitiva. Para no repetir estas experiencias traumáticas, resulta central no posponer reformas estructurales en las instituciones económicas y sociales. Es decir, comenzar a recorrer el camino que siguen los países que basan su competitividad en la productividad y no en los salarios bajos", afirma Idesa.
Para ello, por ejemplo, el nivel record de recaudación debería ser interpretado como la gran oportunidad para dar racionalidad social y económica al sistema impositivo y, de esa manera, aumentar la competitividad de la producción interna.
Frente a la reapertura de las convenciones colectivas y ante el temor de que se circunscriban a la renegociación de salarios, el centro de estudios explica: "La recuperación de los salarios no debería ser asumida pasivamente como sinónimo de aumentos de costos, como ha ocurrido hasta ahora. Los aumentos de salarios no implican pérdidas de competitividad si van acompañados de cambios regulatorios que eliminen los sobrecostos improductivos. Más importante aún, en lugar de seguir aumentado la asignación de fondos públicos a subsidiar empresas privadas -potenciando ineficiencias y corrupción- una estrategia destinada a mejor salarios en base a mayor productividad debería apuntar a promover inversión pública y privada de riesgo en áreas claves como educación, tecnología e infraestructura básica".(CAMPONOVA)