La entidad de Frankfurt sorprendió al mercado al anunciar la habilitación de un paquete crediticio de 400.000 millones que, a partir de septiembre próximo, estará a disposición de los bancos de la Eurozona a una tasa del 0,25% anual, por un plazo de cuatro años.
La modalidad, denominada operatoria de refinanciación a largo plazo (TLTRO), se instrumentará para prestamos a empresas no financieras, preferentemente Pymes, y a consumidores, excluídos los créditos hipotecarios.
Además, el BCE decidió reducir 10 puntos básicos su tasa de interés, que pasó del 0,25% anual al 0,15%, y decidió tornar negativa en un 0,10% la tasa que aplica a los depósitos de los bancos en el ente monetario.
Con esta última medida, el organismo presidido por el italiano Mario Draghi busca desalentar a los bancos a guardar decenas de miles de millones de euros que superan las necesidades del encaje, con el claro objetivo de que ese extraordinario monto se vuelque a los préstamos.
En el caso de España, como ocurre a escala europea y global, hay en curso un proceso de desanpalancamiento o desendeudamiento de grandes bancos y empresas que, sumado a la política de austeridad fiscal, sigue deprimiendo a su economía a pesar del reanimamiento del que habla el gobierno de Mariano Rajoy en los últimos meses.
Los últimos datos sobre la evolución de la financiación de la banca a empresas españolas es más que preocupante: lejos de crecer o estancarse, el crédito sigue cayendo, bien que a ritmos ligeramente menores que hace un tiempo.
En lo que va de 2014, la caída de los préstamos a empresas alcanza un 6%, en tanto que los créditos al consumo siguen bajando a un ritmo del 6,8%. de acuerdo con datos del Banco de España (banco central).
Ante este cuadro, una de las preguntas centrales que se hizo el Consejo del BCE, no sólo para el caso de España, es si lo que prima en el freno y la caída del crédito es la actitud de los bancos o la falta de iniciativa de demanda de las empresas.
Y, por la decisión tomada, es claro que Draghi y sus colaboradores se inclinaron a pensar que el problema está centrado en la falta de oferta de los bancos, y de ahí el gran programa de liquidez aprobado hace dos semanas.
El plan del BCE prevé que la generosa liquidez que se generará con su plan sea ofrecida a los bancos durante los próximos cuatro años a una tasa de interés casi inexistente del 0,4%, una forma de que los bancos se sigan desendeudando pero que no abdiquen de su rol de prestamista del sector productivo, con fondos casi regalados.
Es muy claro que este paquete, aprobado con el acuerdo de Alemania, persigue el claro objetivo de impedir que la situación de bajísima inflación imperante en toda Europa, y en España igualmente, termine por hundir completamente el consumo y la demanda y decante en una deflación insoportable.
Más allá de que el costo del crédito para el Estado español se haya reducido a su menor nivel desde el inicio de la crisis de 2008, lo cierto es que la deuda pública respecto al PIB no ha cesado de aumentar desde entonces y alcanza ya al 94%, con tendencia creciente.
De lo que se trata es de reanimar la economía, hacerla crecer y posibilitar que ese ratio disminuya e impedir el deterioro de la capacidad de repago del país, aunque sin abandonar la política de austeridad, según la visión ortodoxa del BCE, Alemania y del propio gobierno español.
Finalmente, si el nuevo y amplio esquema de flexibilización de la política monetaria y de crédito no funcionase, el BCE tiene siempre su alcance el "estímulo monetario" al estilo de la Reserva Federal estadounidense, esto es, la compra de los títulos públicos de las carteras bancarias.
Claro que para hacerlo el banco central necesitará, al igual que ahora, la bendición de Berlín. Para obtenerla, la crisis económica y política deberá ser mucho más grave.
Fuente: Télam