En tanto los países de la Eurozona socios y acreedores de Atenas, con el apoyo del FMI, volvieron a la carga para que el gobierno del primer ministro Alexis Tsipras acepte imponer el ajuste fiscal a cambio de recibir la ayuda, éste se niega a aceptar mayores recortes sociales y exige una renegociación de la deuda externa.
Esta situación, que se arrastra desde finales de enero cuando asumió el gobierno de Syriza, parece haber llegado ahora a un punto de no retorno.
"La situación de Grecia se está haciendo crítica. Estamos cerca del punto donde el gobierno griego tendrá que elegir entre aceptar lo que yo creo que es una buena oferta para continuar apoyándolo o encaminarse hacia la suspensión del pago" de su deuda, dijo ayer el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.
Este diagnóstico del punto al que ha llegado la crisis griega no sólo es preciso y agudo sino que define sin ambages el momento al cual la ha llevado conscientemente la "ex troika" del BCE, la UE y el FMI.
La nueva e imprevista Cumbre europea se va a celebrar pasado mañana en medio de un descomunal fuga de capitales de los bancos helenos que, entre el lunes y el miércoles, superó los 2.000 millones de dólares. Otras fuentes financieras cifran la salida de depósitos de los bancos en 5.000 millones para toda la semana.
Una realidad que tampoco es el resultado de fuerzas ingobernables ya que la semana pasada, en medio del pánico financiero interno, el banco central de Grecia dio a conocer un informe absolutamente crítico del gobierno de Tsipras y en el que pronostica un futuro caótico del país en el caso de suspensión del pago de la deuda.
El resultado de esta intervención hostil de la autoridad monetaria cuya posición contraria al gobierno de izquierdas es harto conocida, ha sido esta aceleración de la fuga de capitales y la creación de un clima de aguda incertidumbre y temor entre la población y el mundo económico griego.
Mostrando que aprieta pero no ahorca, al menos de momento, el BCE decidió ayer incrementar los préstamos de emergencia a los bancos griegos, después de que el Banco de Grecia (banco central) se lo solicitara tras un retiro de 1.500 millones de euros a lo largo de la última jornada de la semana.
De manera calculada, el BCE le concedió a las entidades griegas un adicional de 1.750 millones en lugar de los 3.500 millones pedidos por el Banco de Grecia, ya que se estima que con esta cifra el sistema podrá atender la avalancha de retiro de depósitos que se producirán el lunes, antes de la Cumbre que se celebrará a las 7 de la tarde cuando los bancos ya estén cerrados.
Los rumores, alimentados desde la misma cúpula del BCE, señalaban que el lunes los bancos no podrían abrir sus puertas.
Ahora, tras esta concesión de última hora y que está al servicio de apremiar a los negociadores griegos a rendirse ante los acreedores, se le da al gobierno heleno un día más antes de encontrarse rodando por el abismo.
"Esperamos que el martes a la mañana el gobierno griego enfrente la elección de ir claramente hacia un acuerdo..... o imponer de manera inmediata controles de capitales", dijo una analista del Credit Suisse.
En realidad, esta propuesta de imponer control de capitales le fue hecha a Grecia en la reunión fracasada del jueves, cuando el ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, la rechazó de plano y tensó aún más la cuerda de la negociación con sus acreedores.
"Una unión monetaria que acepte controles de capital es una unión monetaria que acepta que ha fracasado en su tarea de preservar el libre flujo de capitales", respondió Varoufakis a una sugerencia que ya había sido adelantada por el Banco de Grecia días antes y en clara colusión con la Eurozona y el BCE.
Los acreedores llegarán a la Cumbre con un ultimatum para Tsipras que consiste en ofrecerle por última vez la liberación de la ayuda de 7.200 millones para que su gobierno cumpla con sus deudas con ellos de aquí a fines de agosto, a cambio de que Grecia acepte recortar pensiones, aumentar tarifas eléctricas, garantizar un superávit fiscal primario del 1,5% y todo el plan de privatizaciones en marcha, incluido el puerto de El Pireo.
Sólo después que el gobierno de Syriza acepte este ajuste sin atenuantes, los acreedores estarían dispuestos a discutir un plan de reestructuración de la deuda, es decir, un alargamiento de los plazos de pago de una deuda impagable de 300.000 millones de dólares de los cuales 160.000 millones pertenecen a los bancos alemanes y franceses y a los gobiernos de la Eurozona.
La negativa de Tsipras a aceptar el ultimatum pondrá en marcha automáticamente el default y, con éste, el deslizamiento de Grecia fuera del euro, esto es, la primera ruptura de la unidad monetaria desde la entrada en circulación del euro el 1 de enero de 2002.
El no pago de la deuda llevaría a una crisis bancaria inmediata en Grecia y a una crisis económica generalizada, con reintroducción del dracma como moneda nacional, alta inflación, aislamiento del sistema financiero europeo y una reorientación de la política exterior del país con la mirada puesta en Rusia y otros países del mundo.
A esto le teme la canciller alemana, Angela Merkel, quien busca evitar este extremo, aunque su rigidez empuja a Tsipras por ese camino, aunque no se puede descartar en absoluto un acuerdo in extremis que no solucione ningún problema de fondo pero permitar salvar la ropa a las dos partes.
Un verdadero milagro a primera vista, pero que altos funcionarios europeos ven como una posibilidad que puede producirse en la Cumbre del lunes.
Fuente: Télam
