Las políticas monetarias laxas puestas en marcha por la Reserva Federal (Fed) bajo la denominación de "quantitative easing" (QE) apuntalaron, junto con una expansión fiscal que sirvió para rescatar a grandes empresas y bancos, el límite que logró imponerse a la gran recesión y una lenta y desigual recuperación.
Sin embargo, toda la batería de instrumentos monetarios de la Fed y, ulteriormente, del Banco de Japón y del Banco Central Europeo (BCE), no alcanzaron ni remotamente a poner en la senda de altas tasas de crecimiento a esos países, trasladando el inconveniente a las naciones emergentes y China.
Sostenidos por la demanda de commodities de China, los emergentes vieron crecer durante estos años sus exportaciones y, además, recibieron un flujo de capitales descomunal procedentes de las naciones desarrolladas gracias a las elevadas tasas de interés ofrecidas por los sistemas financieros emergentes.
Mientras este ciclo estuvo vigente, la economía internacional parecía alejarse, aunque con dificultades, del escenario de recesión y estancamiento iniciado en 2007-2008.
Con el final de este período y el fuerte reflujo de capitales de las naciones emergentes, como lo muestran los casos de Rusia, Brasil, Turquía y la mayoría de los países latinoamericanos y de otras latitudes, los límites de las políticas monetarias como elemento impulsor del crecimiento han quedado totalmente en evidencia.
El problema se agrava a la luz de una deuda de 4,3 billones de dólares contraída por los sectores privados de los mercados emergentes en estos años y con las salidas de capitales por valor de un billón de dólares de esas mismas naciones durante el año en curso.
En este contexto, el inicio de una ralentización de la economía de China anticipa un largo período de amesetamiento o mayor caída de los precios de los commodities.
No por casualidad los nuevos pronósticos de crecimiento del Fondo Monetario Internacional (FMI), revisados ampliamente después de los últimos desarrollos en la economía mundial, muestran que el PIB de Estados Unidos será un 6% inferior al previsto en sus estudios de 2012, el de Europa caerá un 3% respecto a la misma medición anterior, el de China un 14% más bajo, el de los mercados emergentes un 10% y el de la economía mundial un 6% menor.
En la medida en que las tasas de inflación se mantienen muy bajas y no tienden a subir a pesar de las políticas monetarias de gran emisión, resulta claro que la producción, la demanda, el consumo y el comercio mundial están estancados o en proceso de depresión a largo plazo.
El peligro de recesión sigue creciendo, como lo han puesto de manifiesto recientemente los datos económicos de Japón tras tres años de flexibilización monetaria, y el debate sobre qué hacer para evitar el peligro de mayor parálisis que se cierne sobre la economía mundial tras el pinchazo de los emergentes.
Algunos analistas comienzan a hacer suyos los puntos de vista heterodoxos del Premio Nobel de Economía Paul Krugman, siempre partidario desde 2007 de agresivas políticas monetarias, de crédito y de expansión fiscal, como única manera de impedir que se instale una deflación mundial, a su juicio el mayor enemigo del crecimiento y el desarrollo en la última década.
En este sentido, crecen las voces que marcan el final de la mera expansión monetaria como impulso a la economía, y ponen como ejemplo de la justeza de esta idea el inmovilismo del mercado de títulos públicos y el hecho de que más de ocho años de tasas bajas no hayan recalentado en absoluto a las economías desarrolladas.
Por eso, el eje del pensamiento heterodoxo, donde revistan nombres como el de Krugman, Joseph Stiglitz y el otrora secretario del Tesoro estadounidense Lawrence Summers, es la necesidad de acometer rápidamente una expansión fiscal de grandes dimensiones en las naciones avanzadas combinada con una continuidad de la flexibilidad monetaria que sirvan de base para empujar el crecimiento.
El endeudamiento fiscal debería servir para gastar mucho en inversión, infraestructuras y mantenimiento, mientras se favorece también un aumento del crédito destinado a la inversión productiva en todos los sectores que lo requieran y justifiquen.
De esta manera, la toma de posición de los heterodoxos gana espacio en la medida en que las actuales políticas económicas conservadoras fracasan en obtener resultados y es de esperar que en un futuro cercano, las pugnas entre ambos bandos académicos se traduzcan en abiertas luchas políticas en el seno de los gobiernos, bancos centrales y parlamentos del mundo desarrollado.
Fuente: Télam