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Jueves 28 de Marzo de 2024
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La presión extrema de la UE, el FMI y el BCE sobre Atenas desestabiliza a Syriza

Las exigencias que soporta día a día el primer ministro Alexis Tsipras por parte de sus socios y acreedores de la Unión Europea (UE), apoyados por el FMI y el Banco Centra Europeo (BCE), está conduciendo a su gobierno a un terreno peligroso que, potencialmente, podría desestabilizar su capacidad para conducir la negociación financiera externa si sigue perdiendo apoyo político dentro del país.
La situación llegó ayer a tal punto que, en la reunión que tuvo lugar entre los ministros de Finanzas de la Eurozona en Riga, Estonia, el choque entre el representante de Grecia, Yanis Varoufakis, y el resto de sus colegas, desencadenó un pedido de Eslovenia para que se estudie un "plan B" que contemple la salida helena del euro en caso de que haya una suspensión de pagos.

En la semana que acaba de concluir, las autoridades económicas helenas exigieron a los municipios de todo el país que pongan a disposición del gobierno central todas las reservas líquidas que no sea necesario utilizar en lo inmediato, como única manera de atender el pago de salarios públicos, jubilaciones y vencimientos de deuda externa.

Esta medida extrema dictada por Varoufakis, ha puesto en pie de guerra a grandes y pequeños municipios de toda Grecia, que ven en esta decisión una resolución "dictatorial e inconstitucional" que pone en riesgo la atención de servicios esenciales de los municipios, según expresó el alcalde comunista de Patras, gran puerto y tercera ciudad del país, Kostas Peletidis.

Lo cierto es que Grecia debe afrontar este mes el pago de salarios y pensiones por un monto de 1.700 millones de euros, mientras que dentro de tres semanas deberá abonar al FMI un vencimiento de deuda de 700 millones, y espera recoger de los municipios alrededor de 2.500 millones.

La idea, inusitada no sólo para los griegos sino también para observadores y analistas de toda Europa, le fue sugerida al gobierno de Tsipras por funcionarios de la UE, según fue admitido por una importante fuente de la Comisión Europea (CE) en Bruselas, algo que ha enervado aún los ánimos de muchos griegos.

En este sentido, resulta comprensible que el nivel de aprobación de la gestión de Syriza se haya reducido en las últimas semanas del 68% al 45%, ya que la falta de soluciones al problema de la deuda.

En este cuadro, el encuentro del Eurogrupo de ayer ha devenido en un fracaso sonado, por lo que el ministro holandés y presidente del organismo que agrupa a los titulares de Finanzas, Jeroen Dijsselbloem, estimó que la próxima reunión prevista para el 11 de mayo próximo no lograría arribar a un acuerdo que evite el default.

Dijsselbloem dijo en la conferencia de prensa posterior al encuentro que "se ha perdido demasiado tiempo en los dos últimos meses" de negociaciones entre Atenas y sus socios y acreedores, y afirmó que la "liquidez está convirtiéndose cada vez más en un problema para el gobierno griego".

Claro que, lejos de ayudar a minimizar las dificultades, ningún organismo de los acreedores flexibiliza sus posiciones, tal como lo demuestra que el titular del BCE, Mario Draghi, anunciara la semana pasada que el ente monetario estudia rebajar la calificación de los títulos griegos que toma como garantía para realizar préstamos a los bancos de Atenas, algo que llevaría a una inmediata elevación de las tasas de interés que les cobra.

Aunque deploró la propuesta eslovena, Varoufakis dijo, al contrario que su par holandés, que "hemos avanzado mucho en las últimas semanas".

Algo que resulta incomprensible a tenor de las palabras de sus interlocutores y, más aún, de acciones como las de Draghi que no pueden ser interpretadas más que como una presión intolerable para que Atenas se oriente en el sentido que la antigua "troika", ahora desarmada como tal pero siempre presente a través de sus integrantes, el BCE, la UE y el FMI.

La política exigida por el Eurogrupo sigue siendo la misma que la de la "troika", esto es, que Grecia emprenda reformas retrógradasen el campo laboral y previsional; mayores alzas del IVA y liquidar la iniciativa humanista de Syriza de aprobar una ley para impedir los masivos desahucios de aquellos griegos que no pueden pagar sus hipotecas.

El problema es que Tsipras tiene el agua al cuello ya que debe seguir pagando sueldos y pensiones, vencimientos al FMI y unos 6.600 millones de euros al BCE en julio y agosto.

La situación de tira y afloje entre Grecia y los acreedores ya dura tres meses, desde la asunción de Syriza, y el apocalipsis vaticinado por la mayoría de los analistas no se ha producido. Pero podría producirse en cualquier momento, si Atenas agota sus fuentes internas de financiamiento.

Claramente, las miradas de toda Europa, responsables económicos y políticos incluidos, está puesta en Berlín y en la actitud que muestre Angela Merkel, la canciller germana. De aquí al Eurogrupo del 11 de mayo debería haber novedades

Fuente: Télam

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