Si bien Wall Street arrastraba hasta ese día importantes pérdidas, fruto de la confusión que reinaba en el mundo acerca del futuro de la economía estadounidense, el 11 de septiembre las pérdidas profundizaron esa sensación que aún hoy continúa, alimentada por las recientes noticias de los balances inflados de las compañías, a lo que se sumó la desaceleración de la actividad.
La caída en la actividad financiera tuvo su tendencia similar en el resto del mundo, lo que demuestra la dependencia que todos los mercados tienen de la economía estadounidense. (Télam).-