El largo paro agropecuario realizado en la primera quincena de diciembre por tres de las cuatro entidades nacionales de la producción marca, por ahora, el punto culminante en la escalada de confrontación. Sin entrar a discutir las motivaciones políticas denunciadas por el gobierno nacional -en una campaña publicitaria innecesaria, que probablemente estimuló el malestar de ciertos animadores de la protesta- ni la escasa capacidad de algunos dirigentes, "superados por las bases", para conducir a sus dirigidos por caminos distintos de la confrontación, es evidente que la medida expresó el malestar generalizado del sector. En todo caso, no tiene sentido ignorarla. Como tampoco sirve contabilizar el tenor de las ofensas para proporcionar respuestas equivalentes. La sensatez indica que es tiempo de desactivar el conflicto, que es el momento de sentarse a conversar y buscar alternativas consensuadas. Con la participación de todos, ofensores y ofendidos, agredidos y agresores, porque todos somos parte del mismo problema y todos debemos ser parte de la misma solución.
Las convocatorias al diálogo vienen siempre acompañadas por una exhortación a actuar con grandeza y a resignar posiciones en beneficio del conjunto. Aunque repetido, el reclamo es difícil de alcanzar.
{adr}En esta ocasión están dadas las condiciones para que el encomiable objetivo tenga efectivo cumplimiento porque la discusión sobre la producción, elaboración y comercialización de carnes argentinas dentro del país y en el mercado internacional apunta a orientar el crecimiento y no a reglamentar la reducción. En esta oportunidad el desafío es acordar la expansión, no distribuir el achicamiento.
Recordemos que por cada 10 por ciento que crezca el volumen de producción de carne se generará un excedente del 40 por ciento para la exportación. En este contexto sería posible proyectar un crecimiento de la actividad con un aumento paulatino del valor del novillo, que desvela a los productores, y un ascenso, igualmente lento y progresivo del valor del producto, sin desatar las expectativas inflacionarias que obsesionan a los gobernantes.
Reanudar el diálogo entre los sectores en pugna es más que una simple expresión de buenos deseos. Es una necesidad. Es bueno para fortalecer el sistema de relaciones democráticas donde se pueda convivir, aun con disparidad de opiniones, sin agresiones ni amenazas.
La producción de alimentos es una actividad estratégica del país y dentro de ese rubro la producción de carnes ocupa un espacio preferencial. Su evolución no puede quedar librada al humor de los funcionarios ni al arbitrio de los dirigentes. Su ordenamiento demanda políticas de Estado. Los conflictos internos le restarán fortaleza, pero no evitarán la expansión del sector. La proyección de la demanda mundial de alimentos y la evolución de la economía interna garantizan su desarrollo. La cuestión es saber si los argentinos somos capaces de fijar objetivos, asumir compromisos y nos lanzamos a conquistar el futuro o si, enredados en peleas domésticas, dejamos en manos de terceros la tarea de pautar el crecimiento.(CAMPONOVA)