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LOS MILPESISTAS

Vivir al límite: el 30% de los trabajadores activos ganan menos de mil pesos

Son tres millones de argentinos según el Indec. No llegan a cubrir la canasta básica de alimentos y sus sueldos están lejos de alcanzar el Salario Mínimo, Vital y Móvil, que es de 1.500. La odisea cotidiana de sobrevivir con diez billetes de cien.
(DIARIOC, 25/04/2010) Estos tres millones de personas concentran el 8,9% de los ingresos y suelen ser empleados informales o trabajadores de media jornada. Se beneficiaron de la Asignación Universal por Hijo implementada por el Gobierno, aunque ahora la inflación está erosionando el poder de compra de sus ingresos.

Más de tres millones de trabajadores cobran en mano salarios menores a los mil pesos mensuales. El 10% más pobre gana en promedio $ 251, el siguiente 10% alcanza los $ 576 y el posterior grupo llega a $ 914. Todas estas personas no obtienen el Salario Mínimo, Vital y Móvil, que es de $ 1.500, y debería actuar como el piso salarial para los que no se encuentran en los Convenios Colectivos de Trabajo. Tampoco pueden comprar la canasta básica empleada para calcular la pobreza, que contiene alimentos y servicios básicos. El INDEC informó que a fines del año pasado costaba $ 1.020, y las consultoras aseguraban que estaba en torno de los 2 mil pesos. En el otro extremo, la situación del 10% más rico es completamente distinta: ganan desde $ 3.800 hasta $ 50 mil, concentran el 28,2% del total de los salarios que se pagan en el país y cobran 22 veces más que el decil más pobre.

“La mayoría son salarios informales y están por debajo del Salario Mínimo, Vital y Móvil”, aseguró el director de la consultora SEL, Ernesto Kritz. El especialista en economía laboral explicó que el informe de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) refleja la extensión del mercado no registrado, porque esta situación afecta a cerca del 25% de los trabajadores. Kritz agregó que una de las primeras medidas para combatir el empleo en negro sería implementar un monotributo laboral para las personas que están en relación de dependencia, pero desarrollan sus actividades en comercios de pequeña escala.

“Uno tendería a pensar que después de varios años de crecimiento económico la retribución al trabajo debería estar en mejores condiciones”, manifestó el economista de la UBA Javier Lindenboim. El director del CEPED agregó que “el informe del INDEC muestra que los problemas de distribución no tienen tanto que ver con la desigualdad, sino con la baja retribución del trabajo en la Argentina, y esto es importante, porque el Gobierno cree que si hay un número más grande de trabajadores se resuelve el problema de la pobreza, y no necesariamente es así”.

“La Argentina tiene una economía dual porque existe un sector informal con ingresos de subsistencia, y otro más desarrollado que es más pujante y suele dedicarse a los servicios”, explicó la directora de Política Fiscal del Cippec, Luciana Díaz Freís. La investigadora aseguró que es necesario plantear medidas como el ingreso ciudadano, que actúan como un piso, y mejoran tanto la situación de los que trabajan como de los que no. También destacó la importancia de desarrollar políticas de inserción laboral para que se creen más puestos. Y de aplicar medidas tendientes a mejorar el servicio educativo y de la salud, para cubrir algunas actividades que si no correrían por cuenta de las personas.

En el Gobierno reconocen por lo bajo que existe un sector de la población que arrastra problemas estructurales y que no podrá salir adelante independientemente de que la actividad económica crezca al 5 por ciento. A diferencia de los mileuristas, estas personas arrastran años de exclusión social y tienen un atraso educativo que les hace muy difícil insertarse en un mercado laboral cada vez más competitivo. Ante este panorama, la presidenta Cristina Fernández anunció a fines del año pasado la implementación de la Asignación Universal por Hijo. La transferencia consiste en girar $ 144 por mes, y después otros $ 36 que se entregan cuando se comprueba que el chico asistió a la escuela y recibió todas las vacunas. Sin embargo, como se dijo, el aumento del costo de vida fue erosionando el poder de compra de esta transferencia y deterioró la situación de los sectores más vulnerables de la sociedad.

TRES TESTIMONIOS DE UNA ODISEA COTIDIANA.

CASO I. Irma Lazarte. Facturas, bizcochos y pasta frola. Irma Lazarte trabaja en una de las panaderías que maneja el Frente Popular Darío Santillán en la zona de Lanús. “Si todo va bárbaro, gano hasta 300 pesos por mes”, explica la santiagueña que hace más de 20 años se mudó a la provincia de Buenos Aires. Los lunes comienza su rutina a las cuatro de la mañana y hasta las dos de la tarde no para de cocinar facturas, bizcochos y pasta frolas. Trabaja junto a otro integrante del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD), y entre los dos se encargan de cocinar, atender el local, hacer los repartos y limpiar el puesto. “Cuando hay poca energía, tenemos que arrancar a eso de las 2.30 porque si no a las 6 ya se acabó y no tenemos cómo terminar la cocción”, cuenta la santiagueña. Explica que el horno eléctrico les permite cocinar 15 docenas de facturas y 70 kilos de pan diarios. “El horno puede aguantar tal vez 100 kilos, pero no queremos sobrecalentarlo ni tampoco podemos arriesgarnos a que nos sobre pan”, agrega. La docena de facturas la venden a $ 8, mientras que los 250 gramos de galletitas dulces cotizan a $ 5 y la pasta frola cuesta entre $ 5 y $ 6,5, depende del tamaño. “Para ganar un poco más, después de la panadería hago tortillas en mi casa y las vendo por el barrio”, dice Irma, que aprovecha cuando los vecinos están llegando de sus trabajos para ofrecerles el panificado. Vende cada tortilla a $ 2, y gana poco más de $ 0,5 por unidad. La vecina de Lanús sostiene que ese ingreso es fundamental para su economía, aunque aclara que no puede vender más porque su cocina sólo le permite hacer 20 porciones diarias. Sin embargo, se lamenta porque desde que hace tortillas “perdió el derecho de acostarse temprano”. El marido de Irma trabaja en el predio que la Sociedad Rural Argentina tiene en Palermo y se codea con los hombres más ricos del país. “Se dedica a la limpieza, aunque sólo va los días que lo necesitan”, explica. Juntos mantienen a un hijo de 12 años.

CASO 2: Carmen Osorio. Carteles, comedores y subsidios. Carmen Osorio es una de las militantes del Frente Popular Darío Santillán y también lucha para juntar mil pesos por mes. Reparte sus horas entre hacer los carteles para los comercios y las señalizaciones, y en colaborar en los comederos y merenderos que hay en Lanús. Además está cursando segundo año de un bachillerato popular y aspira a poder terminar la escuela. Carmen es una de las referentes del barrio. Hace más de 25 años que vive ahí y camina por las calles de tierra que atraviesan la zona como si nunca hubiese estado en otro lado. “Sin la lucha no conseguimos nada”, sostiene, y explica que a partir del esfuerzo de los vecinos lograron presionar para que el municipio les transfiriera alimentos y les ofreciera algunos planes sociales. La existencia del comedor y del merendero sirve para reducir el impacto de la pobreza en las familias. Los comedores y los merenderos reciben siete kilos de pan por día. Cada tres meses también obtienen tickets para comprar alimentos secos, aunque a las pocas semanas ya se evaporaron y “los otros dos meses tenemos que hacer un aporte de $ 20 para poder mantener a los chicos”, se lamenta Carmen. “Muchos vecinos recibimos la tarjeta de la paz social que equivalen a $ 65 para comprar alimentos”, explica la militante, aunque aclara que con este vale no pueden adquirir lácteos, artículos de limpieza, pañales, fiambre o alcohol. Pueden utilizarla en un supermercado o en algún almacén del barrio. “La mayoría de las personas del barrio sólo comemos guiso”, subraya Carmen, y explica que la dieta se compone, en el mejor de los casos, de carne picada (la más barata), morrón, cebolla, zanahoria, dos papas y un poco de arroz. Vive con su marido y con el menor de sus tres hijos (22 años). El mayor vive a pocas cuadras.

Caso 3. Gloria Villalba. Cartones, botellas y carretilla. Gloria Villalba se dedica a la recolección de cartones y botellas desde hace 25 años, y también forma parte del 30% de la población que gana menos de mil pesos mensuales. Todas las mañanas a las 6.30 toma la carretilla y junto a su nieto de ocho años recorren cuatro kilómetros para buscar papel. Gana entre 250 y 300 pesos por mes por su trabajo, y sobrevive gracias a la ayuda de sus hijos y de los vecinos. Gloria regresa de su trabajo al mediodía, pero “después viene lo más difícil porque hay que separar todo”. “Tengo que sacar todo lo que juntamos, tirarlo en el patio y después llevarlo al fondo”, agrega disfrutando de un cigarrillo y explica que a veces también encuentran mochilas o zapatillas que les sirven para la casa. Al final del terreno cuenta con cuatro bolsones gigantes que contienen el cartón, las botellas de plástico y tapas de gaseosas que almacenó durante las últimas semanas. También hay decenas de botellas de vidrio vacías que vende. “Van a pensar que soy una borracha”, se ríe. Una vez al mes viene un camión que se encarga de llevarse todo, lo pesan y le pagan entre 250 y 300 pesos, explica la vecina que tiene siete hijos y 27 nietos. Uno de los hijos vive en el mismo terreno que ella pero tiene su propia casilla. También se dedica a recolectar cartones, aunque como tiene una carretilla más grande puede juntar unos pesos más. Con este ingreso mantiene a su familia y ayuda a los padres. Los vecinos del barrio La Fe, siempre que pueden, colaboran con ropa o alimentos. A la vuelta está instalado un centro comunitario que ofrece desayuno y merienda a los chicos, y sirve para descomprimir levemente la situación familiar. Sin embargo, ahora el municipio redujo la transferencia de comida y sólo giran siete kilos de pan por día para alimentar a los niños del barrio.

Fuente: criticadigital.com.ar

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