Un show de alto voltaje hormonal, con aullidos y chillidos permanentes de una platea mayoritariamente femenina, ofreció el viernes a la noche Ricardo Arjona en el Luna Park, dando inicio a una maratónica serie de 34 presentaciones que ofrecerá en el país para presentar su disco "Adentro".
El cantante guatemalteco apareció a las 21.40 vestido con chaqueta y remera negras, pantalones de jeans y zapatillas deportivas cuando sobre las pantallas de una escenografía que simulaba el andén de una estación de ferrocarril se proyectaban imágenes del videoclip "Iluso".
El músico de 42 años vino al país para presentar su última producción discográfica, "Adentro", en medio de una gira que lo viene confirmando como uno de los cantantes románticos más populares y taquilleros del continente.
Acompañado por una banda de ocho músicos (dos guitarras, bajo,
teclado, percusión, batería, cello y saxo), Arjona entregó un show
en el que controló con mano maestra cada uno de sus momentos y en
el que ofreció un recorrido por todo su repertorio, pasando por
composiciones de sus discos "Historias", "Si el Norte fuera el
Sur", "Sin daños a terceros", "Santo pecado" y, el más reciente,
"Adentro", abarcando poco más de 10 años de trayectoria.
"Que quede claro que lo de hoy no es una competencia sino el
inicio de 30 celebraciones entre ustedes y yo", fue lo primero que
el músico dijo sobre el escenario, renegando del excesivo foco
puesto en el récord que estableció con 30 presentaciones sucesivas
en el Luna Park, además de las 4 que realizará en Córdoba.
Para ese entonces el cantante ya se había quitado la chaqueta
y había interpretado "Para bien y para mal", "Acompáñame a estar
solo" e "Historia de taxi", los primeros temas de una lista de más
de 20, que entregó en casi dos horas de show.
Sin dejarse ganar por el histrionismo ni la pose excesiva, Arjona estableció su particular modo de seducción sobre la platea a partir de las miradas, el silencio, la sonrisa y una serie de sobreentendidos que no necesitaron traducción.
Sus virtudes no parecen ser un registro vocal excepcional ni novedosas líneas melódicas, sino una poética que se mueve entre la interrogación y el desencanto, no olvida los costados sociales y echa mano de una serie de frases de dudosa profundidad pero notable efectividad, del tipo "en la sucursal del infierno no existen ventanas" o "me tomo un café con tu ausencia y le enciendo un cigarro a la nostalgia".
El músico sabe llegarle a ese corazón femenino que ya no se hipnotiza ante la estereotipada imagen del galán recio sino que prefiere al hombre sensible, que plantea la duda y que dice cosas como "después de 40 años me di cuenta de que a las mujeres no hay que entenderlas, hay que quererlas mucho, aunque duela un poquito", frase con la que arrancó una de las ovaciones más ruidosas de la noche.
"Realmente no estoy tan solo", "¿Por qué es tan cruel este amor?", "La nena" y "Mojados", el canto sobre los indocumentados que cruzan la frontera norteamericana y que dedicó a su madre, fueron algunos de los temas que el músico ofreció en la primera hora de show y antes de entrar en un set más íntimo, al que definió como sus "caprichitos" y que incluyó "Lo poco que queda de mí" y "Quesos, cosas, casas".
La última parte de la presentación fue bien arriba, con
canciones de probada eficacia como "Dime que no", "Señora de las
cuatro décadas", "Se nos muere el amor" y, su último hit,
"Pingüinos en la cama", que cantó al final y antes de los bises.
Para las 23.45 y en medio de una fuerte ovación, el cantante guatemalteco daba por finalizada la primera de una serie de 30
shows en el Luna Park que confirmaban, más allá de la taquilla, la
fuerte sintonía y química que logra establecer con el público.
Fuente: Télam