Nacida el 11 de octubre de 1904 en un conventillo del barrio de San Telmo, Tita Merello -cuyo veradero nombre era Laura Ana- tuvo una niñez dura,que la llevó a trabajar desde los 10 años, hasta que inició su carrera artística en los años ´20 en el teatro de revista.
Allí debutó en la compañía de Rosita Rodrigo -que presentó en el Teatro Avenida la obra "Las vírgenes de Teresa"- cantando una canción que el público rechazó con una silbatina.
Luego trabajó en locales de la calle 25 de mayo y su talento ya indicaba que ella era más que una mera cupletista.
Al poco tiempo protagonizó obras como "Las modernas scherezadas" y "Mujeres, flores y alegrías", pero su forma de cantar seguía sin ser bien vista por muchos, entre ellos por Carlos Gardel.
Su llegada al cine se produjo en 1933, cuando participó en "Tango", de Luis Moglia Barth, el primer largometraje argentino sonoro donde interpretó,en el patio del conventillo, el popular reclamo milonguero: "Yo quiero un hombre...".
Durante los años ´50 y ´60, protagonizó reconocidas realizaciones como "Arrabalera", de Tulio Demichelli, "Los isleros", "Guacho" y "Mercado de Abasto", de Lucas Demare, "Para vestir santos", de Leopoldo Torre Nilsson,además de "La morocha" y "Amorina", de Hugo del Carril, y "Las hipócritas",de Enrique Carreras.
Como intérprete de tango grabó su primer disco en 1929 y luego vinvieron otros en los que cantó acompañada por la orquesta de Francisco Canaro.
Como autora, escribió la letra de "LLamarada pasional", con música de Héctor Stamponi, y "Decime Dios donde estás", con música de Manuel Sucher.
La televisión la recibió como una sabia fuente de conocimientos, desde donde aconsejaba a las mujeres hacerse el papanicoalu y hacerse periódicas revisiones en los pechos para detectar el cáncer de mama.
"Tita del pueblo" o "Tita de Buenos Aires", vivió sus últimos años en una habitación en la Fundación Favaloro de la Capital Federal, luego de haber sido hospitalizada por algunas complicaciones en su salud y a raíz de ello, el recordado médico aconsejó que quede permanentemente en la clínica para su atención.
Y así fue. Tita se quedó para siempre en la Fundación Favaloro. Allí vivió sus últimos años de vida en casi una absoluta soledad y allí murió dejando su alma en una cama.
La querida Tita, junto a las recordadas cancionistas Rosita Quiroga y Azucena Maizani, sirvieron de ejemplo dentro de la música ciudadana a otras intérpretes que tomaron su ejemplo dentro del panorama musical. (Télam)