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Sabado 20 de Abril de 2024
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22 cronistas de toda América resignifican el sueño americano

Sam no es mi tío da título a una veintena de ensayos, crónicas y aguafuertes de escritores en movimiento, de paso o ya instalados en Estados Unidos, que dan cuenta de la migración contemporánea y reconstruyen el imaginario del «american dream».
"Veintidos crónicas migrantes y un sueño americano" es el subtítulo del libro editado por Alfaguara, una compilación de los escritores Diego Fonseca y Aileen El Kaadi, él cordobés y ella tucumana, ambos viviendo en Estados Unidos hace más de una década.

El libro busca "mostrar el tapiz de múltiples hilos" que teje el imaginario del inmigrante latinoamericano en ese país: "Ya no hay identidades. Hay identificaciones. Ni grandes narrativas (...) Nos han quedado naciones desajustadas, y estos cronistas retratan los desajustes que se filtran en las grietas de discursos personales y públicos", se lee en el prólogo.

Esta microhistoria americana contemporánea -narrada desde Perú, Argentina, Brasil, Colombia, Bolivia, Chile, México, Guatemala y Estados Unidos- registra el impacto del 11-S, el recrudecimiento de la xenofobia, las restricciones migratorias y violencia de un país contradictorio para las perspectivas foráneas de bienestar.

"El sueño americano es elástico y (...) muy amargo", reflexiona «La Gata» de la semblanza de Gabriela Esquivada, una tanguera argentina de 80 años retirada en Búfalo.

Por su parte, pensando en un mexicano indocumentado -y estafado por su empleador- a quien quiere consolar en California, Cristian Alarcón escribe: "Donde quiera que vayas en Estados Unidos, no importa cuán lejos, verás el resto del mundo" y, "si observas, encontrarás donde pertenecer".

Esta antología "nace de las contradicciones -explica a Télam Fonseca-; le echa el ojo a los mexicanos, la comunidad latina más grande de USA, y deja fuera a Cuba, un grupo menor con más peso específico y una experiencia migratoria diferente por sus beneficios exclusivos, como el de residencia inmediata".

Junto a Aileen, le prestaron atención a Brasil como potencia emergente desde el sur. Ahí están los relatos de Jao Paulo Cuenca, Andre de Leones y la propia Aileen, criada en Salvador de Bahía.

También quisieron mostrar cómo se construyen los imaginarios y por eso el colombiano Camilo Jiménez escribió "El país del nunca jamás" sin haber pisado suelo norteamericano.

Al final del libro, Jorge Volpi devanea sobre los bordes y suma un ensayo a los soliloquios y las crónicas predominantes, todas hechas para esta edición salvo dos: Santiago Roncagliolo revisó su "Tierra de libertad" y Pablo Meneses amplió "Esto te costará diez dólares", un encuentro en New York con el Rey del porno.

En tanto que John Lee Anderson, "un gringo que casi no vivió en USA, habla de cómo es tener el patio de latinos bullangueros con un texto que traza muy bien el sentido final del libro -consigna Fonseca-. Ni buenos ni malos, ni blanco ni negro. La joven extranjera a quien defiende termina traicionándolo".

Todos en este libro son migrantes de alguna manera. "Creo que al final uno elije dónde quedarse porque le duele el cuerpo, pero soy periodista y todo el tiempo estoy descubriendo mundos nuevos, eso también es viajar", dice quien residió al menos en cuatro países.

Tras España y México, Fonseca se mudó a Miami para editar una revista de economía. Al tiempo colapsó la Burbuja Inmobiliaria, cayó la Bolsa, la revista entró en el capítulo 11 -así llaman al proceso de quiebra en EEUU- y lo despiden por teléfono el primer día de luna de miel: "Ese fue mi regalo, Sam no es mi tío comenzó cuando George W. Bush se metió en mi cama", bromea.

En ese convulsionado 2008 pensó que sería interesante escribir "cómo los latinos vivían y veían Estados Unidos en el siglo XXI más allá de las lecturas setentistas".

Así comenzó a gestarse la antología que encontró su impulso en un cruce de rutas imprevisto, cuando Aileen El Kadi lo contactó desde Texas por un escrito sobre el narcotráfico.

Un periodista y una académica, un cordobés y una tucumana, ambos activos viajeros radicados fuera del país donde nacieron: "Nuestras experiencias son distintas y eso encaja con la lectura caleidoscópica que permite Estados Unidos", asevera Fonseca.

La resignificación del "sueño americano" está atravesada por la ruptura de las utopías, una condición de lo actual que se acelera con la tecnología porque la comunicación simultánea y omnipresente -TV, Tweeter, Facebook, telefonía celular- permite romper mitos y favorece el intercambio personal y la lectura crítica.

Por un lado la tecnología facilita el acceso a las "black boxes" (conocimiento especializado) rompiendo esa categoría y por el otro permite la intercomunicación "trocando la idea de identidad por la de identificación".

"Sigo siendo argentino pero mi lectura de la argentinidad cambió porque la tecnología rompe mi nostalgia con herramientas como Skype que me permiten estar conectado a diario con mi familia -grafica-. Ya no rompemos tanto con el pasado, lo traemos con nosotros haciéndolo presente".

"Las personas mutamos todo el tiempo y lo que vamos descubriendo toda nuestra vida es quiénes no somos -continúa-. Eso mismo pasa con el migrante para quien el proceso identidad-identificación se vuelve un «melting pot» (crisol de razas) que nunca cristaliza".

Ellos, los que relatan y describen las crónicas de este libro, "llegan a un país receptor que no necesariamente se comporta como tal, con una mochila de contradicciones que deben desmontar a diario para elegir qué partes de su identidad mostrar en la negociación por saber quiénes son en ese nuevo territorio".

Ahí entran la Miami de Claudia Piñeiro, o Joaquín Boteros y sus compañeros cuchilleros de Murray´s, New York, componiendo el colorido collage que completan Fonseca, Andrea Jeftanovic, Carola Saavedra, Yuri Herrera, Eduardo Halfon, Guillermo Osorno, Eloy Urroz, Hernán Iglesias Illa, Ilan Stavanz, Edmundo Paz Soldán, Wilbert Torre y Diego Osorno.

Fuente: Télam

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