Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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Al fondo de lo desconocido, para encontrar lo nuevo

En Arno Schmidt, el escritor y traductor Mariano Dupont compone una novela plagada de escritores instalados en un parque humano situado en la Antártida que al tiempo que conviven bajo la invitación de un noble alemán -acaso inspirado por el escritor, alemán también, cuyo nombre bautiza el experimento-, la reescritura del Popol Vuh en el caso del protagonista, no se ahorran imposturas, guiños y pasiones diversas.
El libro, publicado por la casa Planeta, propone la risa como clave de lectura contra la solemnidad, el respeto y el tedio que suelen abundar en los circuitos de legitimación de las prácticas artísticas.

Dupont nació en Buenos Aires en 1965. Tradujo a Louis-Ferdinand Céline, a William Burroughs y a Arthur Cravan. Publicó, entre otros libros, Aún, Quique, Ruidos, Pampa trunca, Nanook y Marcola.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : ¿Qué clase de artefacto retórico es Arno Schmidt?
D : Diría que es una sátira, en primer lugar. Pero en donde la cosa moralizante de la sátira queda como apagada, diluida, neutralizada, en la medida en que estamos todos ahí, caricaturizados, incluido el personaje con mi nombre. Nadie se salva. Y al mismo tiempo, es una novela de ciencia ficción, ligeramente distópica, con algo de Philip Dick, de Arno Schmidt, de Thomas Disch.

T : Los workshops , ¿son modos de lavar dinero, becar talentos, fomentar imposturas, hacer carrera, performances literarias?
D : No tengo ni idea. Nunca estuve en una residencia de escritores, no conozco cómo funcionan. Me gustaría estar en una alguna vez, pasar un mes, o más, escribiendo, all inclused. Tener todo el tiempo del mundo para escribir. Y en los ratos libres, dormir, nadar, leer, masturbarse, salir a dar paseos. No estaría mal.

T : ¿Por qué la Antártida? En la Antártida no hay dealers, por ejemplo. Pero es un excelente escenario, supongo, para el llamado arte extremo.
D : Por cuestiones puramente literarias, digamos. Siempre me interesaron los paisajes nevados, inhóspitos, los climas hostiles. Aparecen en otros libros míos. Además, la Antártida se prestaba muy bien a las excentricidades del barón Von Brevern.


T : ¿Y el Popol-Vuh? ¿Reescribirlo no sería como una cruza del Ulises con los productos del médico alemán Gunther von Hagens?
D : Muchos de mis libros son reescrituras de algo. El Popol-Vuh siempre me fascinó. Es un delirio muy poético. Y la idea fue delirarlo más aún, profundizarle la torsión, encontrarle recovecos por donde entrarle y desde ahí potenciarle, en la medida de lo posible, la emoción poética. Es una escritura fuertemente intrusiva, en el sentido lamborghiniano. Pero con muchísimos añadidos, y en donde el texto original funciona más bien como un disparador, ya que al final termina desdibujándose.

T : ¿Cómo escribir en la Argentina luego de la catástrofe del 2001?
D : No me hago esas preguntas. Yo escribo lo que puedo, tratando de darle cauce, a partir de muchísimos cruces (en donde entra, por supuesto, la literatura, la tradición), a una escritura que todavía, para mí, no ha sido escrita. Al fondo de lo desconocido, para encontrar lo nuevo. Lo nuevo para mí, se entiende, no para la historia literaria. Que cada libro me ponga en otro lugar, me descoloque, me desubique. Que el libro sea una suerte de plataforma para saltar y perderse, para luego encontrarse de otra manera a como eras antes de escribirlo.

Fuente: Télam

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