Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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Alejandra Ruiz habla del cuarto número de Lapsus Calami

Alejandra Ruiz, psicoanalista y miembro del consejo editor de la revista-libro Lapsus Calami, argumenta sobre una publicación de psicoanálisis contemporáneo, en un contexto político diferente a los anteriores, abierto a múltiples lecturas y sin desconocer que esas lecturas orientan la clínica.
La edición del cuarto número, como los anteriores, está en manos de la editorial Letra Viva, que ha dado espacio a esta iniciativa del grupo Convergencia.

Esta es la conversación que sostuvo Ruiz con Télam.

T : Lapsus Calami entra en la serie las grandes revistas de psicoanálisis de nuestro país (como Literal o Conjetural), pero ¿qué la diferencia de ellas desde el punto de vista editorial?
R : Lapsus Calami, desde el primer momento, llega en un tiempo muy diferente y en un contexto político distinto. En el 2010, el lacanismo se ha instalado y podemos leer tanto el indudable aporte y los efectos vitales de esa propuesta como otros fenómenos que hacen a su recepción y algunas excrecencias indeseables, tales como el desarrollo de una especie de esperanto que hubiera envidiado el mismísimo John Wilkins. Resumiendo, estamos ante lo que Isidoro Vegh llama, con sentido del humor, el homelette lacaniano: un espécimen discretamente extraviado en la selva del saber. Entonces, entre la enorme riqueza de una producción lacaniana que ya lleva 40 años en nuestro país y los extravíos a los que eventualmente esa misma riqueza conduce, es ineludible para cada analista la necesidad de establecer sus propias decisiones de lectura, algo que siempre tiene consecuencias clínicas.

La revista surge como efecto del trabajo de un pequeño cartel de Convergencia que es un movimiento formado por distintas instituciones psicoanalíticas, atravesado por las diversidades culturales, geográficas y por el pasaje de lenguas, que abrió un espacio nuevo. Los miembros de este grupo que se llama Perspectivas en Psicoanálisis ─Ilda Rodríguez, Verónica Cohen, Adriana Bauab, Gabriela Spinelli, Diego Fernández y yo misma─ pertenecemos a distintas instituciones, tenemos diferentes transferencias de trabajo y nos hemos propuesto, en primer término, poner a trabajar esas diferencias no para reducirlas ni para superarlas, sino para ahondar en ellas intentando convertir en fecunda esa multiplicidad. Para ello, pusimos a prueba un dispositivo de notas de lectura, que quizás hoy sea una particularidad de nuestra publicación.

Antes que escribir, elegimos leer, sin desconocer que una lectura es siempre una nueva escritura. Por eso, en lugar de publicar nuestros artículos, publicamos nuestras notas de lectura. No se trata de establecer una mera confrontación teórica sino de desplegar los diversos fundamentos, ubicar un trazo en lo real de la cura, situar la transferencia a diferentes tiempos de la obra de Freud y de Lacan y el contexto en el que se produjeron esas variaciones, tratar de ubicar las decisiones de lectura que toma quien produce en su marco.

La tarea no es fácil y podría, en cierto sentido, resultar caprichosa. Sin embargo, viendo las cosas más detenidamente, hay que decir que la complejidad de los textos y el decir lacaniano, permanentemente interrogado por los análisis de cada uno y por los que cada uno conduce, promueve esas diferencias como tarea central de la formación. Nada es más riesgoso en psicoanálisis que el verticalismo, que la obediencia a una línea teórica única y que no haya sido puesta a prueba por cada quién.

T : Los tres números anteriores han estado dedicados a temas fuertemente teóricos (el cuerpo y lo sexual, escritura y síntoma, política y práctica del psicoanálisis), aunque su lectura pone de manifiesto que en estos rodeos es que el psicoanálisis expone su potencia clínica, ¿qué estrategia comanda la elección del tema de cada volumen?
R : Los temas de los dos primeros números fueron elegidos en función de lo que observamos que se había estado produciendo en distintos coloquios, jornadas, exposiciones, buscando situar en qué temas había mayor diversidad de puntos de vista. A partir de ahí, invitamos a algunos autores a trabajar sobre esos temas que incluían puntos candentes. El cuerpo y lo sexual es el mejor ejemplo de ello. El artículo de Anabel Salafia debate con autores centrales como Judith Buttler y Leo Bersani.

En el tercer número, ya hubo, de nuestra parte, mayor voluntad de incidir con un tema que, si bien estaba en el ambiente, traía ecos de problemas que parecían lejanos: Política y Práctica del Psicoanálisis. Tal era, en primer lugar, la situación del psicoanálisis en Italia, donde algunos analistas fueron procesados y más aún, donde algunas restricciones amenazaban con reducir el psicoanálisis a una psicoterapia. Aunque algunos psicoanalistas argentinos piensen que este es un problema lejano y europeo, que no nos implica en absoluto, yo creo que, como psicoanalistas, nos interesa lo que le pasa al psicoanálisis en cualquier lado.

Hoy en día nos enfrentamos al hecho de que en Francia se desaconsejó el tratamiento analítico para los casos de autismo. Pero hay además otra razón que expone con exactitud Erik Porge en la entrevista que publicamos en ese número: la desnaturalización del psicoanálisis es aún más peligrosa que su prohibición. De concretarse, no dejaría lugar a los beneficios del retorno.

T : Respecto del último número, dedicado a la traducción, ¿por qué ocuparse de un tema que parece lateral al psicoanálisis como práctica (en el sentido amplio de atender pacientes), si bien la lectura de los textos permite esclarecer que la traducción es un elemento íntimo de la experiencia analítica?
R : En principio, nos pareció que dedicar el número a la traducción podría ser considerado por los lectores como una sofisticación ajena al campo de la clínica, pero pronto vimos que no sólo no era así, sino que muchos nos hicieron llegar comentarios favorables y -extrañamente- este es el número que más ha circulado. Yang Chunqiang, un psicoanalista chino, muestra hasta qué punto la traducción hace a la posibilidad de existencia de una experiencia clínica que en ese país pudo comenzar recién hace diez años. Ricardo Rodríguez Ponte, psicoanalista y traductor de Lacan recientemente fallecido, ofreció en la entrevista que le hicimos una perspectiva histórica de lo que significó la traducción para el comienzo del lacanismo.

T : Profundizando sobre esta última cuestión, ¿qué criterios (generales) debe seguir una traductor de psicoanálisis? ¿Cómo piensa que se ha venido traduciendo a Freud y Lacan en este tiempo?
R : El número de Lapsus Calami sobre la traducción quiere ser un aporte a esta tarea que se presenta enorme y, en el mejor de los casos, futura. Hay algunas revisiones importantes sobre la traducción de Freud propuestas por Irene Agoff, varios términos que, por ser traducidos con una misma palabra, producen el consiguiente aplanamiento de la teoría. Sin embargo, desde mi punto de vista, algunos de los problemas que más afectan a la transmisión del psicoanálisis hoy están relacionados con ciertos problemas de traducción y su pasión contaminante sobre la lengua que hablan los psiconalistas. Por ejemplo, en las versiones de (Jacques-Alain) Miller suele haber un psicoanálisis mass media, donde se aplanan o se eliminan las complejidades.

La traducción de esas versiones implica una política de la lengua, una intervención sobre el tipo de lector que suponemos y, al mismo tiempo, vamos produciendo a través de esa misma política. Las frases cortas, asertivas, que eliminan las subordinadas, dan fórmulas positivas de las negaciones, atenúan o aplanan las contradicciones, normativizando el empleo de un término, suponen un lector adscripto al discurso universitario y que difícilmente podría tolerar ni los tiempos del inconsciente ni la lógica del análisis. La traducción, como política de la lengua, supone -y produce- un determinado tipo de interlocutor. No solo porque permite el acceso de una nueva comunidad de hablantes, sino también porque esa nueva lengua va a tener efectos sobre cómo se piensa el psicoanálisis mismo.

T : Para concluir, ¿podría anticipar el horizonte próximo del número de Lapsus Calami?
R : La angustia y lo unheimlich amenazan nuestro próximo número. Todavía no tenemos el título decisivo, pero el horizonte reclama algunos precipicios y algunos puentes. Abordado desde la estética, lo unheimlich será interrogado para precisar lo que Freud renueva. Abordado desde la literatura ─patria de lo unheimlich─ las relaciones entre el artista y la obra serán otro de sus acápites. Desde la clínica, nos interesa particularmente situar su emergencia en distintas posiciones subjetivas, el riesgo del pasaje al acto y su manejo en la transferencia.

Fuente: Télam

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