Los bancos largos de hormigón están rotos en los bordes. Los coquetos y circulares asientos colorados tienen la pintura saltada por golpes, y otros están sucios y rayados por el paso insistente y veloz de las ruedas. "¡Son ellos, los de las patinetas", denuncia frunciendo el ceño Guillermina, una alumna infaltable a las megaclases de gimnasia que se dictan a cielo abierto. "¡Mire esos rayones que dejan las ruedas! Vea cómo están rotos porque saltan sobre ellos", señala la señora que prefiere no dar su apellido. "Tengo temor, usted me entiende...", ruega.
Mientras 12 empleados limpian y cuidan la plaza, dos policías vigilan todo las 24 horas del día. Ezequiel Torres, el placero del turno mañana, no deja de hacer sonar el silbato, especialmente cuando los chicos salen del Colegio Nacional y de la Escuela de Comercio II. "¡Hay que estar como niñero!", protesta. "Tengo que estar pendiente para que no se metan en el espacio de juegos de los más chicos. Cuando me doy cuenta, ya están subidos a los bancos", revela el placero. "No falta el que se trae un tetrabrik (envase con vino) para compartir o el que se hace el pícaro y prende un porro", agregan los vigilantes.
No sólo los chicos los hacen renegar. "Algunos vecinos largan los perros como si nada. Uno les reclama y ellos se enojan, porque dicen que siempre lo han hecho", protesta Torres. No termina de hablar y sale corriendo porque ha visto a una mujer que está paseando con su perra dálmata. Se acerca a ella y le alcanza amablemente una bolsa para que ponga allí las heces del animal. "No se preocupe, ya hizo en el jardín del Colegio Nacional. Aquí no la puedo soltar porque se va para todos lados", explica la señora.
"Hemos dado charlas a los vecinos y alumnos de colegios cercanos sobre la importancia de cuidar la plaza, pero los skaters son los más reacios. Queremos construir una pista para ellos en el parque 9 de Julio", apuntó Luis Lobo Chaklián, subsecretario de Planificación Urbanística.
Ajeno a toda discusión, Diego juega en el arenero. Se descalza y corre. Su abuelo Juan del Prado lo mira feliz porque sabe que no irá muy lejos. Se siente seguro.
Fuente: lagaceta.com.ar