Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
Buscar:

Antes del amanecer: aterrizaje en la ciudad perdida

En Antes del amanecer, el escritor y periodista Néstor Tirri compone un cuadro de situación, a la vuelta de una suerte de exilio voluntario, obligado por la enfermedad de su madre, a la ciudad donde parece haber nacido y crecido, tanto que los diálogos, esquivos y austeros pero acompañados de cierta ironía, construyen un final abierto pero puntual y definitivo.
El libro, publicado por las ediciones Paradiso, dedicado a la memoria de Héctor Libertella, rescata, por decirlo así, del periodismo, a un narrador de peso y recursos harto suficientes.

Tirri se graduó en Letras en la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca), fue docente en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), y publicó las novelas La piedra madre, La claridad de la noche y Los cuadernos de Tánger. Antes del amanecer fue finalista de la 51ª. edición del premio Emecé.
Esta es la conversación que el autor sostuvo con Télam.

T : ¿Cuándo escribiste esta novela? ¿En qué años o época? Lo pregunto por la dedicatoria y la contratapa de Héctor Libertella, pero también por cierta extraterritorialidad si se la compara con otras vertientes literarias argentinas.
NT : Antes del amanecer se armó en el lapso de algo más de dos años, entre 2003 y 2005. Ya concluida, se la pasé a Héctor [Libertella]. En realidad, siempre le mostré mis cosas antes de publicarlas, ya desde La piedra madre, que me llevó más tiempo de composición y que finalmente se publicó por primera vez en 1985 (se reeditó en 2007). Con Los cuadernos de Tánger fue distinto: a modo de réplica y con comentarios, él me envió sus Memorias de un semidiós, a cuyo narrador consideraba un pícaro de la misma estirpe que Lalo Miklertz, el autor de las apócrifas Memorias de un bon vivant de Los cuadernos… En Antes del amanecer me hizo algunas observaciones de pulido y cambios tipográficos, lo cual (asombrosamente, dadas las características de su revulsiva concepción narrativa) volvían al texto más sobrio, casi clásico. Corregí, pero no llegué a mostrarle la nueva versión: murió poco después. Habíamos sido amigos desde la adolescencia, compañeros en la Universidad del Sur, y nos mantuvimos en contacto hasta el final.

No sé bien a qué apunta el señalamiento de extraterritorialidad. Si se trata de una condición de aislamiento respecto a las corrientes literarias de onda, bueno, sí, creo que soy bastante solitario y lo que escribo debe correr por el mismo flanco. Y un poco ecléctico, también, en el sentido de que cuando la enunciación de un relato se pone en marcha, yo la sigo, sin tratar de forzar la narración en función de alguna tendencia que me tiente. Así, La piedra madre, publicada treinta años atrás, prueba pluralidad de discursos, según qué personaje narre, jugando con el absurdo en la fabulación (sobre todo en el capítulo de El Witoldo, en el que se narra con humor el periplo de un Gombrowicz mítico, en Tandil). Ricardo Piglia me pidió esa novela para su colección del Recienvenido, porque decía que era un discurso de época y que yo era uno de esos narradores que no se actualizan. Tal vez eso tenga que ver con lo que vos visualizás como extraterritorialidad. No sé…

T : Eso mismo. Antes del amanecer tiene, por decirlo así, un aire teatral, en el sentido de espacios vacíos, austeros, sin emociones notorias (en la superficie) que pueden acercar la novela a ciertos climas de Beckett. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
NT : No había reparado en el aire teatral de los espacios vacíos de este relato. Está muy dialogado, capítulo por capítulo, y tal vez sea eso lo que te hace asociarlo con el teatro. En cuanto a Beckett (tu asociación me honra), no lo pensé, aunque es cierto que los escenarios y el paisaje son, en efecto, austeros. Pero creo que si la perspectiva es la de Giusti, a un personaje como él (que convive con las palmeras de California), la geografía en la que aterriza tiene que resultarle austera o, más aun, agreste. A pesar de ser bahiense, yo pasé parte de mi infancia y toda la adolescencia en Tandil, entre montañas, vegetación y un lago, de modo que cuando tuve que iniciar mi carrera universitaria en el sur, ese entorno me resultaba un páramo…

T : El protagonista, Giusti, ¿puede pensarse como una representación desplazada del autor, o de su neurosis, pensada como historia familiar?
NT : Giusti debe tener algo del autor, que en este caso soy yo, lamentablemente
(!), y creo que transferencias básicas de ese tipo son inevitables. Pero me parece que en ese aspecto no habría representación: en una narración, la proyección de quien narra se cuela como un módulo generador que lingüísticamente se integra y respira en simultaneidad con el personaje. Después, el tipo se encuentra con otras personas a un restaurant (por ejemplo) y ahí sí, en la escena pública el autor lo hace actuar como parte de una representación. Y también es probable que la neurosis del escritor tenga que ver con la del protagonista de su relato, pero en todo caso es una neurosis desdoblada: ¡hay que ir adaptándola a las respectivas neurosis de sus otros personajes!

T : La idea del viajero, del pasajero, es muy atractiva. ¿Cuáles, si puede saberse, son tus compañeros de ruta literarios en ese devenir?
NT : En efecto, la idea del viajero es tan frecuentativa como seductora. Pero la manipulación de el viaje como módulo de funcionamiento tiene numerosas variantes (en esto podría responder, mejor que yo, esa especialista y sutil narradora que es María Sonia Cristoff, a quien yo suelo gastar cuando le pregunto "¿Cómo anda tu agencia de viajes?") Bueno, me gustan los viajes en continuidad, con escalas, ya desde el de Eneas o el de la mismísima Odisea. O los del post Renacimiento (el Quijote podría ser considerada como una road movie emblemática del género), o se convierte en materia de poesía (pienso en la Childe Harold´s Pilgrimage, de Byron). En la novela actual también me atraen distintos usos del viaje, según se trate de Kerouac (On the road es parecido al que luego, en el cine -y con otra generación- fue Easy Rider). O los trayectos unidimensionales de Michel Butor: La modification no era exactamente un viaje sino la rutina de un mismo itinerario de ida y vuelta, como la de Alessandro Baricco en Novecento (en cine fue La leyenda del pianista en el océano). Y las travesías transatlánticas, como la de Cortázar o la del mismo Gombrowicz, que a veces pueden llegar a fatigar. Y debe haber, claro, ejemplos de un viaje que conduce a un espacio olvidado, como le ocurre a Giusti, un aterrizaje, por así llamarlo, que genera lo que probablemente es la sustancia del relato, esto es, la conmoción interior. O, al revés, moviliza a quienes reciben al viajero que se instala (Pasolini, en Teorema). Pero ahora mismo no me acuerdo de otros con un aterrizaje como el de Giusti, salvo el de Martín Kohan en Bahía Blanca, que en su momento no leí por temor a entablar comparaciones, porque parece apuntar a un descenso parecido al de Antes del amanecer y, además, en la misma ciudad: una vez lo charlé con él y me confirmó que en la concentración del tiempo del plot (un viajero de paso) se asemejan, solo que la de él transcurre en un par de meses y la mía en apenas 18 horas.

T : ¿Por qué creés que siempre o casi siempre estos personajes provocan una cosa escéptica, de fin de la ilusión, incluso cínica, cuando en rigor, las cosas no son siempre así?
NT : Los personajes de este relato piensan o se comportan con escepticismo, es verdad. Pero vos señalás que, en rigor, las cosas no son siempre así. Bueno, en la ficción no hay cosas de la vida, panorámicas, sino una selección deliberada, una construcción, que a veces es una pálida metáfora de la vida; creo que la coherencia literaria se produce, entre otras cosas, a partir de sostener una impostación en una dirección predominante que confiere un tono determinado, que se mantiene. En este caso el escepticismo quizás acentúe el aire con el que empieza el relato, que es melancólico, pero soy hijo espiritual de la commedia italiana y entonces cada tanto me gusta contrastar la melancolía con lo grotesco o il comico: una madre moribunda que reacciona a bastonazos con una chirusa que le proponen como acompañante, o una ex mujer del viajero, a la que, después de 25 años sin verse, le surge la esposa protectora y le da a su ex marido un par de pantuflas y una bata para que no se resfríe, porque está empapado por la lluvia…

Fuente: Télam

(Se ha leido 237 veces.)

Se permite la reproducción de esta noticia, citando la fuente http://www.diarioc.com.ar

Compartir en Facebook

Sitemap | Cartas al Director | Turismo Catamarca | Contacto | Tel. (03833) 15 697034 | www.diarioc.com.ar 2002-2024