Catamarca
Jueves 18 de Abril de 2024
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Apenas un par de siglos

A la hora de hablar de narrativa española, sin mayor esfuerzo podríamos retroceder hasta finales del 1200 para encontrarnos con el Infante Juan Manuel y los cincuenta cuentos que integran el Libro del conde Lucanor, si de allí avanzáramos hacia el 1500 tropezaríamos con El Quijote, y de ahí para adelante se multiplicarían los textos hasta llegar a este 2014 que recién comienza: un poco más de ocho siglos de narrativa.

Algo parecido nos sucedería con Italia, Inglaterra y Francia: Boccaccio propuso sus cuentos de El Decamerón a mediados del 1300, los Cuentos de Cantebury, de Chaucer, corresponden a la misma época, y Rabelais publicó su Gargantúa y Pantagruel a mediados del 1500. Algo parecido nos sucedería a la hora de hablar del resto de Europa y de la totalidad de oriente: abarcan muchos siglos de literatura. Ante tan abultado bagaje, nosotros, que humildemente cumplimos 200 años de historia, ¿podemos hablar de literatura argentina? Tal vez suene presuntuoso, pero me atrevo a decir que estos escasos dos siglos bastaron para cimentar una escritura propia, con genuina identidad nacional. Voy a tomar cuatro textos claves que se gestaron a finales del siglo XIX, cuando aún no se habían cumplido los cincuenta años de la declaración de nuestra independencia. Esos textos son: Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento, El matadero, de Esteban Echeverría, Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla y Martín Fierro, de José Hernández.

El matadero y Facundo se inscriben como piezas fundadoras de la narrativa argentina. Facundo se publicó en 1845, El matadero en 1871, 20 años después de la muerte de Echeverría. Según se dice, Juan María Gutiérrez, su albacea testamentario, encontró los originales mezclados con otros escritos inéditos. ¿Por qué razón Echeverría no publicó en su momento ese categórico relato? Él era un perseguido de Rosas (debió exiliarse en Montevideo) y ese texto no disimulaba su tajante denuncia al gobierno que lo había llevado al exilio. Entre los diferentes argumentos que se esgrimen para explicar ese silencio elijo uno: El matadero es un texto de pura ficción y en aquellos días ese mero hecho ("las mentiras de la imaginación", había proclamado Sarmiento) le quitaba valor de denuncia. Facundo, por el contrario, se refiere a un personaje real quien, además, ofrece la notoria ventaja de haber muerto. Acaso adelantándose un siglo a lo que luego se conocería por Non Fiction, Sarmiento publica su biografía o ensayo sociológico o alegato político o novela o como quiera llamársele. Él insiste en que se trata de un texto testimonial, en una carta a Valentín Alsina, que se publicó como prólogo a la segunda edición de Facundo, señala que "los hechos están ahí consignados, clasificados, probados, documentados", y en ningún momento le otorga a su trabajo categoría de ficción. Por el contrario, El matadero cumple fielmente con todas las prerrogativas de la ficción. Algunos teóricos insisten en que es sólo el fragmento de un todo que, por otra parte, jamás se ha encontrado, y en base a esa propuesta le anulan la categoría de cuento. Conviene detenerse en este concepto. En mayo de 1842 Edgar Poe publicó en el Graham´s Magazine un ensayo acerca de Cuentos contados otra vez de Nathaniel Hawthorne. En ese texto, Poe desarrolló las pautas que caracterizarían al cuento moderno. El matadero cumple al pie de la letra con esas pautas, lo singular es que fue escrito en 1839: tres años antes de que Poe postulara sus teorías. Habrá que aceptar que esos supuestos, íntimamente ligados al romanticismo, ya estaban en el aire; Poe se ocupó de exponerlos. Poe y Echeverría eran poetas románticos, existía una ligazón más allá del tiempo y las fronteras.


Fuente: Télam

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