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Sabado 20 de Abril de 2024
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Assia Wevill y la sombra de Sylvia Plath

La vida de Assia Wevill contada por los escritores Yehuda Koren y Eilat Negev, está cruzada por la relación entre la poeta estadounidense Sylvia Plath y su marido, el poeta británico Ted Hughes, en la que irrumpe como una cuña entre ambos generando un nuevo vínculo que casi desde el principio tuvo un sino trágico.
Intrigados por Assia, una mujer de ascendencia israelí (cuyo apellido de soltera era Gutmann) nacida en Berlín en 1927, "de mucho talento, espíritu independiente y grandes aspiraciones de mediados del siglo XX", los periodistas indagan en los entresijos de un complicado vínculo amoroso, que siempre tuvo sus grietas a partir del suicidio de Plath.

"Varios libros y artículos exponen el fracaso profundamente trágico del matrimonio de Hughes con Plath desde uno de los dos puntos de vista: el de él o el de ella. En uno y otro caso el papel de Assia se reduce al de diabla y hechicera, la mujer presuntamente responsable de la ruptura de la pareja más célebre de la poesía del siglo XX", escriben los autores de esta biografía, publicada por Circe.

Para escribir Assia Wevill, los autores emprendieron la búsqueda de materiales nuevos, lo que los llevó al descubrimiento de una gran cantidad de documentos y papeles privados, de datos encontrados en los archivos de Hughes y de Plath y de otros poetas que mantuvieron correspondencia con ellos.

Estos escritos cruzados con los diarios, la correspondencia y los poemas de Assia resultan importantes para comprender el suicidio primero de Sylvia y seis años más tarde el de la propia Assia junto a su pequeña hija que tuvo en común con Ted, Shura.

"En su relación cada vez más obsesiva con Hughes, la acosarían y hundirían las dudas, el miedo, la desconfianza y la humillación. Nunca se casarían, nunca encontrarían la casa que debía convertirse en su hogar. En lugar de ello, Assia -sin amarras, de nuevo nómada, siempre la amante o la musa- pondría fin al viaje", apuntan Koren y Negev.

El 25 de marzo de 1969 Assia dejó abierta la llave del gas de su piso de Londres y murió, al igual que Shura. Seis años antes, el 11 de febrero de 1963, Sylvia había tomado la misma determinación, aunque dejó leche y galletas a sus dos hijos, que dormían en la casa.

Pero los sinsabores de Assia se remontan casi al inicio de su vínculo con Ted, en ese momento ella estaba casada con David Wevill y anteriormente, luego de huir con su familia de la Alemania nazi, se había instalado en Tel Aviv donde conoció a su primer marido, el sargento británico John Steel.

Licenciada en Literatura, también escribía poemas, en 1960 conoció a Wevill y rehi­zo su vida con él en Londres; pero de pronto apareció Hughes por quien quedó obnubilada aunque siguió casada. Y desde el principio hubo una atracción mutua, despues de visitar al poeta y a su mujer Sylvia en la casa donde vivían en Devon.

Ella estaba convencida de que los amigos de la poeta norteamericana la culpaban de hacer trizas el matrimonio de ésta con Hughes. Y a la muerte de Sylvia el poeta no dudó en destruir su diario personal, para que no lo leyeran sus dos hijos. Misteriosamente -cuentan los autores- desapareció también el manuscrito de una segunda novela de Plath.

"Sylvia está creciendo en Ted, enorme y espléndidamente. Yo me encojo dí­a a dí­a, mordisqueada por ambos. Me comen", apuntó Assia en su diario, cuando ya había muerto Plath, el idilio había dejado lugar al desencanto y a la aparición de otras mujeres.

A esto se suma el testimonio de la asistenta social Brendan Hedden, una de las amantes de Hughes, quien habla de las infidelidades del poeta: "Assia, en Londres, Carol Orchard [su futura segunda esposa] en North Tawton, y yo en Welcome.... éramos las gallinas en el corral compitiendo por los favores del gallo".

En medio de esos tires y aflojes, que duraron seis años, la misma cantidad de tiempo de su relación con Plath, el poeta no tuvo mejor idea que proponer un código de conducta, un manual autoritario de cómo debía Assia llevar los asuntos domésticos: exigirle que jugara con Frieda y Nicholas -los hijos que tuvo con Sylvia-, enseñarles alemán, cocinar una nueva receta cada semana, entre otros desatinos como levantarse a las 8 de la mañana, no usar bata, ni dormir siesta.

"Quiero estar contigo. No lo retrases mucho, querido, porque no me será posible retornar a ti", escribió Assia, mientras que Hughes intentó explicar después en una carta: "Nuestra vida se complicó tanto con los viejos fantasmas... Me poní­a a prueba repetidamente, diciendo que debíamos separarnos... Era una mala costumbre, parte de nuestras viejas dificultades, y cuando me lo repitió por teléfono ese último dí­a, no me resultó nada nuevo".

"Al final actuó llevada por un impulso (...) sabía que disponía de tres horas para ejecutarlo todo: preparar las cartas, hacer sitio en la cocina, extender las mantas, cerrar las ventanas, tragarse una caja de somníferos con sorbos de whisky, ir a buscar a Shura y abrir todas las llaves de gas", describen los autores sobre ese casi anunciado final.

"La muerte de mi primera mujer fue complicada e inevitable. Llevaba en esa pista la mayorí­a de su vida. Pero la de Assia pudo evitarse, señaló Hughes en una entrevista con los autores.

"Los tiempos fueron en contra de Assia, en contra de Sylvia -analiza la novelista Fay Weldon-. En aquellos primeros tiempos anteriores al feminismo, las mujeres contemplaban su vida en función de si eran amadas o no por un hombre. Era terrible ser abandonada, la muerte era preferible a ser rechazada".

Hughes dedicó su libro Cuervo (1971) a Assia y a su hija Shura Wevill y una docena de poemas. Y recién en "Cartas de cumpleaños", una colección de versos publicada en 1998, el año de su muerte, el poeta dejó entrever su propio tormento interior.

Fuente: Télam

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