Catamarca
Martes 16 de Abril de 2024
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Autoayuda: Quizá el remedio acarree nuevos malestares o disimule los existentes

En Garantías de felicidad, la investigadora Vanina Papalini emprende un estudio a fondo sobre los libros de autoayuda, destacando las bondades y los riesgos a los que acceden a esas lecturas y prácticas, tanto como al campo retórico común que en el capitalismo contemporáneo (esas prácticas) comparten con ciertas vertientes de la política y la economía.
El libro, publicado por la editorial Adriana Hidalgo, es susceptible de ser leído a la luz de la salud psicofísica de las poblaciones actuales en un contexto de lazos sociales muy debilitados.

Papalini es licenciada en Comunicación Social y crítica de la cultura por la Universidad Nacional del Comahue, magister en Comunicación y cultura contemporánea por la Universidad Nacional de Córdoba; además, es doctora en Ciencias de la Información por la Universidad de París VIII, en Francia.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : ¿Por qué razón se te ocurrió investigar la producción de libros o de prácticas de autoayuda? ¿Cómo se entiende la palabra subjetividad en ese contexto?
VP : El crecimiento de la autoayuda en los 90 ha sido muy notable; las librerías se inundaron de títulos en forma inédita. Junto con este fenómeno, otros datos culturales mostraban la preocupación por el automejoramiento, el control (pero también la exhibición) de las emociones, el desarrollo personal en términos de liderazgo, en fin: un giro discursivo que ponía en escena problemas íntimos, cotidianos, existenciales. Era posible, sin embargo, una lectura en clave social de esta cuestión, vale decir que aquello que se categorizaba como privado o individual, parecía más bien fruto del cambio (que afectaba, y afecta, a poblaciones enteras) de unas condiciones de existencia que acompasaban una nueva etapa del capitalismo.

Pensar las transformaciones subjetivas es pensar cómo el mundo (la sociedad, la cultura, de una época) nos constituye como sujetos.

T : La autoayuda (y sus variaciones), ¿están dirigidas o mejor, es un producto que consume la clase media, media alta, que dejaría el evangelismo, digamos, para un actor social más pauperizado, o esto es un prejuicio?
P : No creo que sea un fenómeno de clases medias y medias altas, y altas, exclusivamente. Hay lectores de todas las condiciones sociales. El prejuicio se deriva del hecho de asumir que el libro es un objeto cultural impropio de los sectores subalternos. Esto no es así, hay lectores y pocos lectores de todas las condiciones sociales, la cuestión radica en cómo definimos la lectura. Los libros de autoayuda pueden ser hiper simples o algo complejos. La mayoría de ellos están propuestos para un público básicamente poco lector. Son fáciles de leer, tienen alta redundancia, se apoyan en numerosos recursos gráficos, en fin: la lectura no exige una fuerte concentración ni un cierto nivel educativo o cultural. No todos son así, por supuesto.

Pero me preguntabas también sobre las religiones: muchos espacios de culto y guías religiosos también se valen del estilo retórico de la autoayuda, no están divorciados en absoluto. El ejemplo más evidente es el caso del pastor Bernardo Stamateas, que hace converger evangelización y autoayuda.

T : Como sea, ambos casos son formulaciones individualistas de la religión, al parecer. ¿Esto es efectivamente así?
P : Es una pregunta nada sencilla, porque hay muchos matices. Hay una fuerte tendencia individualista de la que también son parte las religiones; es una tendencia general de conformación de sujetos para este tipo de capitalismo, se hace patente sobre todo en las relaciones laborales pero se extiende sobre otras esferas que nada tienen que ver con la actividad económica. Los libros de autoayuda, por el tipo de práctica de lectura individual que suelen proponer y por el dispositivo de autotratamiento que conllevan, son una expresión del individualismo. Los libros de autoayuda, como dispositivos que conforman la subjetividad, expresan esa tendencia, subrayan las disposiciones individualistas. Pero sería injusto asociar de manera directa individualismo y autoayuda, o individualismo y religión. En mis investigaciones, encontré grupos de personas que se reunían a leer y discutir textos de autoayuda. Puestos en esa dinámica, los libros pierden ese carácter tan marcadamente individualista. Hay grupos de autoayuda que se basan en una ética solidaria; hay grupos religiosos que se organizan como comunidades. Entiendo que aludís a lo que se suele llamar religiones a la carta, es decir, una composición de un credo personal tomando principios y creencias de distintas religiones. Este fenómeno es ciertamente novedoso y tiene mucho que ver con la difusión de la New Age, no sólo como religión sino más bien como un modo peculiar que cobra contemporáneamente la experiencia religiosa.

T : La supuesta caída de los grandes relatos, seguida de la caída de las Torres Gemelas, ¿influyó en el consumo de libros, en el crecimiento de un mercado de grupos, etcétera? Quiero decir, esas caídas, ¿dejaron a cielo abierto cierto desamparo?
P : Si nos ponemos a hacer genealogías, las sacudidas económicas son más relevantes para las ventas de libros de autoayuda que las políticas. Pero sí es cierto que todo un horizonte político que significó, por un lado, el Estado de bienestar y por otro, los proyectos políticos colectivos, generaron las condiciones que se traducen en una situación de desamparo social, por un lado, y de falta de sentido, de falta de proyecto político común, por otro.

T : El psicoanálisis, particularmente el lacaniano, tiene una visión muy crítica de esas terapias. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
P : Creo que es mejor que esta pregunta la respondieran directamente los psicoanalistas lacanianos. No podría decirte salvo superficialmente cuál es el fundamento de sus críticas. En cuanto a mi propio análisis, creo que es una invitación a examinar en detalle esta literatura, comprenderla, saber qué puede significar, y revisar cuánto de esto nos configura, orienta nuestras formas de vivir. Más allá de que se lean o no libros de autoayuda, es una forma retórica que se instala en los discursos que nos rodean y que propugna ciertos principios, ciertos modos de construir la sociedad. Al detenernos a pensarlo se abre la posibilidad de darle otro sentido, o a comprender más a fondo la dirección que adquiere.

T : ¿Qué representación de época puede deducirse del éxito de estas prácticas?
P : Voy a contestar dando un rodeo. Cuando expuse este tema en la universidad, en París, un profesor me preguntó si creía que este fenómeno era parte del narcisismo posmoderno. La verdad es que no, que no creo eso. Más que la figura de un Narciso que admira su propia belleza, para mí, la imagen que dibujan los libros de autoayuda se parece más a la del esforzado Atlas, que carga sobre sus espaldas el peso del mundo. Hay una exigencia desmesurada, inmensa, que cae sobre cada uno de nosotros. El éxito de la autoayuda implica que es un recurso al que se echa mano para sostenerse. Pero quizá, y esa es la advertencia, el remedio acarree nuevos malestares o disimule los existentes para borrar las señales de alarma. Al preguntarnos cuál es la roca que cargamos, cuáles son los dolores que nos provoca y de qué manera nos deshacemos de ella, revisamos nuestro modo de habitar el mundo. Quizá sirva para que podamos encontrar la manera de vivir de otro modo.

Fuente: Télam

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