Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Brasil y su literatura: una geografía desigual y fragmentaria

Dolores Pruneda Paz

La literatura brasileña contemporánea fue definida por los reconocidos autores Andrea del Fuego, Altair Martins y Bernardo Carvalho como un "conjunto de islas lingüísticas", formado por "cómplices más que co generacionales" en "un país inconexo" hacia adentro, que hacia afuera apuesta a los "clichés" y "autosabotea su literatura más auténtica".
Del Fuego, Martins y Carvalho se reunieron en el museo MALBA, donde evidenciaron el panorama fragmentario de la literatura del Brasil dentro de su país y de cara al mundo; y presentaron sus últimas ediciones en Argentina.

"En la literatura de Brasil no se puede hablar de unidad, se crean islas", arranca Martins, autor de la novela "La pared en la oscuridad", editada en Argentina por el sello Adriana Hidalgo.

Martins se define como "un lector formado en bibliotecas públicas" que "escribe por instinto" y prefiere "la verborragia del idioma a la concisión" aunque mantiene un trabajo particular con el lenguaje, donde la puntuación, el ritmo, cuenta mucho, así lo deja ver en su última obra, a cargo de 14 narradores con voces bien distintas.

"Yo soy de Río Grande del Sur -un estado que funciona como un país en sí mismo, con un mercado interno fuertísimo-. A Carvalho y Del Fuego los estoy conociendo acá en Buenos Aires", grafica el escritor nacido en Porto Alegre hace 37 años, acreedor de premios como el San Paulo de Literatura por esta novela.

"Brasil es un archipiélago -continúa Martins-. Para estudiar su literatura hay que pensar en Octavio Paz, ya sin grupos, en cada autor como su propio conglomerado".

Junto a Pernambuco, Río Grande del Sur es el único estado que quiso separarse de Brasil y eso se nota en su literatura, "en mis textos uso palabras que no se entienden fuera de la región, como ´goleira´ en lugar de ´gol´ (arco)", repasa.

"Yo no me autotraduzco -dice-, no renuncio a mi lengua porque ahí está mi poesía, es complicado hablar de regionalismo cuando los temas son universales. Lo que me asusta del mundo postmoderno es que todo sea como una gran gelatina, me identifico con los catalanes y su resistencia en el idioma", sentencia.

"En un mundo cada vez más masificado la individualidad es la marca de la identidad", interviene Andrea Fátima dos Santos, San Paulo, 1975, Andrea del Fuego para los lectores. Un nombre que adoptó cuando escribía consejos sexuales para una radio paulista.

Por eso su elección, su premiada novela "Los Malaquias", editada en Argentina por Edhasa, relata una historia personal "que a quién puede importarle", pregunta; recurre al realismo mágico y transcurre en un escenario rural "cuando la mayoría de las historias publicadas son urbanas".

"Escribir para mí siempre fue un artesanado, como mis tías en Minas Gerais (ahí se desarrolla la novela), como hacer zapatos, querer escribir es ser ingenuo, uno no tiene garantías de que terminará o publicará el texto y por eso me siento cómplice en un crimen. La elección de ser escritor", asevera Del Fuego.

"Ahora estoy libre para realmente inventar algo, pero antes necesitaba hacer este libro y transformar esta historia familiar -que comienza con sus abuelos fulminados por un rayo-, con mucho arroz y porotos, en literatura. Tuve que ser muy racional en el lenguaje, dejar el barroco por la magia", concluye.

Carvalho entra en escena y completa el panorama, para él, "la nueva literatura de Brasil nace con la prioridad de exportarse, lejos del cliché tropical está representada por escritores profesionalizados sobre la idea anglosajona de una estructura realista bien construida desde lo psicológico".

"Brasil se volvió más complejo y diverso, combina euforia económica y fragilidad estructural y su literatura dejó de ser la excepción, la que podía escapar al sistema o no tener sentido para la sociedad; ahora hay una literatura para el lector que no es de masas, va contra las cosas, es reactivo y de resistencia".

"Los personajes reales son como una sentencia de muerte para mi literatura", afirma, aunque "Nueve noches" (Edhasa) surgió de un hecho real, el suicidio de un antropólogo estadounidense en una tribu del amazonas a principios del siglo XX, y tiene personajes reales (Levi Strauss) aunque en situaciones inventadas.

Esa obra fue un salto en su carrera pero también "un problema", asegura, queriendo escapar del realismo de la contemporaneidad literaria cayó en su propia trampa, "los lectores se fascinaron creyendo que era una historia periodística y autobiográfica".

Jugando con lo real y lo inventado se embarcó en una investigación que lo llevó hasta otra tribu para sentir lo mismo que el antropólogo Buell Quain cuando se quitó la vida: "me iban a hacer un homenaje y creí que iban a matarme, una experiencia real provocada a priori", explica.

Tal fue su obsesión por develar el motivo de esa muerte que envió cartas pidiendo información a todas las personas de apellido Quain que aparecían en la guía telefónica de Estados Unidos.

"Fue justo cuando enviaban cartas con Antrax -recuerda-, así que la mayoría regresó a Brasil sin abrir y eso marcó el fin de mi investigación y del libro, recurrí a memorias personales -su vínculo con su padre- para inventar un motivo", concluye.

La idea de paranoia es fundamental en su literatura. "Teatro", publicado por Corregidor en Argentina, se construye sobre lo mismo y se dispara sobre otro hecho real: "estaba New York con la detención del ´Unabomber´ (que enviaba cartas bomba) y me pregunté qué pasaba si el tipo que lo denunció -su hermano al reconocerlo en un afiche- era un idiota que se creía todo lo que veía".

"Toda literatura es paranoica si se le saca lo patológico, la idea de crear sentido donde no lo hay es el principio de toda novela", concluye.

Fuente: Télam

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