Casi tantos como le quedaban en aquel lejano 1964, cuando Carlos Patiño ingresó a Barrilete, taller y grupo literario fundado por Roberto Santoro que también llevó adelante una valiosa revista que salió hasta la llegada de la dictadura. Patiño se exilió en México donde trabajó como periodista y colaboró con muchos suplementos culturales, hasta regresar en nuestro país en 1985 para ejercer la docencia, brindar talleres literarios, integrar la comisión directiva de la SADE y, por supuesto, seguir enhebrando versos tan buenos que en 1990, por ejemplo, obtuvo el prestigioso Premio Casa de las Américas por su libro Esquinas silenciosas.
Caderas, lejanías y diagonales es un libro hipnótico en que el poeta intuye la muerte -le habla, la desafía, la bate a duelo-- y también imagina cómo lo recordarán los otros, cómo escribirán su biografía. También en esa ciudad geométrica y espaciosa que espera la muerte como quien espera un colectivo en plena madrugada hay, por supuesto, una indagación en esa soledad enorme que rodea a la agonía, pero también odas a las (caderas de) mujeres y aquellas herramientas que da la vida para afrontar la derrota ante la muerte ("el paraíso es un rinconcito del corazón/ en donde los vivos/ mantenemos felices nuestros muertos").
Fuente:
Télam