Todas las tardes, cuando salen del colegio, sus hermanos, Ramiro, de 5 años, Camila, de 8, Micaela, de 9 y Santiago, de 12, se van con el papá al hospital. La vida familiar de los Verón se vio alterada desde que nació la más chiquita. La mamá pasa todo el día en el hospital: sale de madrugada de Fontana, en las afueras, para llegar a las 6.30 al hospital y ver a Luz. Se queda allí hasta las 22.
"Es una leona. Lucha cada día por salir adelante. Luz es muy dulce. Le encanta estar en contacto conmigo. Fija la mirada, se ríe", cuenta Analía. Una mezcla de emociones le corre por las venas. "No puedo creer que hace un mes aquí me dieron la peor noticia. Y ahora, el milagro es real y está entre nosotros: mi hija está viva", dice.
Mientras habla de aquella noche, Analía contó cómo fue que llegó a ver que su bebé estaba viva. "Yo quería verla. Golpeamos la puerta de la morgue y salió una señora. Le explicamos y nos hizo pasar. Buscaron el cajoncito, era como éstos", dice Analía, y muestra una pila de tres cajones que se acumula en la puerta de la morgue. "Yo tomé aire y miré, sin saber qué iba a encontrar. El cuerpito estaba cubierto por una tela. Le vi la carita, tenía los ojos abiertos y giró la cara y la mano hacia mí. Hizo como un quejidito. Pensé que estaba loca. Grité: «¡Señora, ¿por qué mi bebe se está moviendo?!» La señora de la morgue se acercó. Ya movía las manos y las piernitas. La levantó y empezó a caminar para la salida, pidiendo ayuda".
Luz estaba dura como una botella congelada y tenía hielo en la cara. Analía se quedó en la morgue, de rodillas. "Pobrecita, ¿por qué no vinimos antes? -se preguntaba la madre-. Mi hija está viva por milagro de Dios. Ahora es suya."
¿Fue realmente un milagro o fue negligencia?. "Hubo negligencia. No sé si mi hija estuvo muerta y resucitó o si siempre estuvo con vida. El milagro -resume la mamá- es que, a pesar de la negligencia, hoy Luz esté con nosotros".
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