Todas las adaptaciones sostienen que la niña al no obtener el amor de Pujllay huye a lo más alto de las montañas, tan alto que asciende los cerros, donde lloraba día y noche por su amor. La Quilla (la diosa de la Luna) se conmueve ante tantas lágrimas de Chaya y se la lleva con ella, ayudándola a mutar hasta convertirse en una nube. Es por ello que cada año, específicamente en febrero, vuelve convertida en agua de rocío como muestra de las lágrimas derramadas por Pujllay.
El destino de Pujllay también varía de acuerdo a cada versión. Algunas afirman que el joven, tras buscarla y no obtener resultados se emborracha y termina consumiéndose en un fogón donde muere.
Otras, creen que la tribu de Chaya lo buscó culpándolo de la desaparición de la niña y lo prendieron fuego. Los de la tribu de Pujllay lo encuentran y deciden enterrarlo.
Desde ese entonces, Chaya es la diosa de la lluvia y el rocío y Pujllay, el dios de la alegría y son los dos máximos protagonistas de la fiesta regional.
Los topamientos en cada barrio tienen al menos a un Pujllay representado por un muñeco de trapo desgarbado que preside toda la celebración desde su desentierro hasta su entierro o quema, que marca el último día de la fiesta.
En cuanto a la harina y la albahaca, otros dos componentes importantes del festejo, significan la veneración a la Pachamama y el agradecimiento y homenaje para que la Madre Tierra esté despierta todo el año.
Fuente: Telam