Catamarca
Viernes 19 de Abril de 2024
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"Cincuenta sombras de Grey", un cóctel de promesas incumplidas y erotismo opresor

Con escasos aciertos literarios y una trama pirotécnica organizada en torno a una relación sadomasoquista, la saga Cincuenta sombras de Grey lleva vendidos más de 70 millones de ejemplares y promete revalidar su éxito con la adaptación cinematográfica homónima que llega a los cines argentinos, desafiando voces críticas que la acusan de funcionar como un alternativa falsamente liberadora que encubre nuevas formas de opresión femenina.
La leyenda replicada al infinito por las redes sociales y los medios sostiene que hace cuatro años, a partir de la aparición del primer volumen de la trilogía, mujeres de amplio rango etario se volvieron consumidoras impenitentes de pornografía, diversificaron los métodos de introspección erótica, coparon los sex shops en busca de arsenal para escenificar sus fantasías y ya no sintieron pudor para explicitar sus demandas sexuales.

Frente a las evidencias de su repercusión -que incluyen matices bizarros como la noticia de una cadena de ferreterías que agotó su stock de sogas como las utilizadas en el libro para los rituales bondage o que los bomberos no paran de socorrer a parejas atrapadas tras emular los juegos eróticos de los protagonistas- más revelador que cuestionar la legitimidad de la saga es rastrillar los motivos por los cuales esta obra se ha convertido en un boom editorial.

No alcanza con ponderar las habilidades del marketing para justificar el posicionamiento de esta historia -editada por Grijalbo- que plantea un vínculo asimétrico entre un déspota millonario y una joven frágil que lucha por su autonomí­a y lentamente la conquista a través del sexo.

Salpicada por las mismas contradicciones que otros fenómenos contemporáneos, la saga de la inglesa E. L. James condensa sus hallazgos en aquello que ha sido paradójicamente una de sus impugnaciones más frecuentes: la desacreditación concentrada en apreciaciones como "erotismo soft para amas de casa" o "pornografía para mamás", menosprecia el aporte que supone la identificación masiva de centenares de mujeres con la búsqueda de una homónima que se entrega a la exploración de su deseo.

La clave de esta empatía radica en un relato donde la transgresión irrumpe sutil y disciplinada con el propósito de horadar el paradigma del relato romántico centrado en la búsqueda del yo a través del amor, pero al mismo tiempo preocupada en controlar su potencia disruptiva para evitar la capitulación en cadena de un universo lector que acepta ser desacomodado, pero sólo a medias.

Sin embargo, el mérito de Cincuenta sombras de Grey parece quedar replegado a su astucia para instalar en la agenda global una visión adulterada del imaginario sexual femenino ya que las formas de representación de ese universo se acercan más a la reversión de antiguos tópicos patriarcales que a una indagación profunda sobre la naturaleza del deseo.

"La novela combina con habilidad las fantasí­as femeninas tradicionales con una fachada de aparente liberalidad, que hasta hace poco se reservaba a los varones. El erotismo de la protagonista se despliega sin inhibiciones, pero se combina con el amor romántico y la exclusividad erótica", explica la psicoanalista Irene Meler a Télam.

"Se ha cultivado entre las mujeres un imaginario que estimula su dependencia de un personaje masculino poderoso y atractivo, que las colmarí­a hipotéticamente de dones económicos y les habilitarí­a un ascenso social ganado a base de encanto y seducción -analiza-. No es cuestionable que estimule la masturbación, lo discutible es su incitación a la voracidad, la promesa de placeres interminables, en fin, la explotación comercial de un deseo infantilizado que viste con ropas actuales el viejo sueño del prí­ncipe encantador".

El sadomasoquismo "soft" que se despliega en la novela recicla el dominio masculino de forma evidente según advierte Meler, pero cumple también con el objetivo de "operar como antí­doto contra la soledad, el aislamiento y las notables dificultades para el compromiso, que se observan en los sectores jóvenes y educados".

"Sesenta años después de las novelas de Corín Tellado, la 'sombras de Grey' parecen su reverso. Esta saga es todo lo que en esos libros no se decí­a pero se imaginaba en las entrelí­neas -señala a Télam la psicoanalista Patricia Malanca-. Más allá de esto, la novela no ayuda a revelar, ni a concientizar respecto a la desigualdad de género".

"Al contrario, consolida un goce del pensamiento que ratifica esa dominación, y trata de convertir a sus lectoras en cómplices (ya no inocentes) de un sistema que así­ lo requiere. Mientras tanto esperamos que la representación sexual evolucione hacia territorios donde la pornografí­a no implique la dominación de un sexo por sobre el otro, pero hasta que la mujer aprenda a desprejuiciarse respecto a la obtención de placer por fuera del ideal romántico, pasarán 80 años", vaticina la además cantora de tango.

La saga activó, también, la curiosidad de la ensayista marroquí Eva Illouz, que le dedicó el volumen "Erotismo de autoayuda", un breve ensayo que arriesga una hipótesis sobre el éxito: a pesar de su escritura precaria y sus lugares comunes, la trilogía condensa las preocupaciones de una sociedad que ha convertido a la autoayuda en una de las maneras cruciales de organización de la subjetividad contemporánea, postula la autora de "Por qué duele el amor".

Como un acto supremo de afirmación de un yo moderno, "un acto de empoderamiento y automejoramiento", presenta la socióloga a este "manual de autoayuda sexual" que erige al sadomasoquismo como una instancia compatible con un nuevo modo cultural que hace frente al problema de la volatilidad del amor ofreciendo una certidumbre acerca del dolor, los roles y los lí­mites del consentimiento.

Illouz indica que la sexualidad de las mujeres modernas naufraga en las tensiones entre la libertad sexual y la estructura social tradicional de la familia, entre el deseo del placer individual y el deber de atender a las necesidades de una unidad doméstica, tensiones que se diluyen ilusoriamente mientras discurre la lectura de esta fantasí­a erótica que presenta al cuerpo como depositario de placer y dolor al mismo tiempo.

"La sexualidad nunca es simplemente el encuentro de dos cuerpos, sino también una forma de poner en acto las jerarquí­as sociales y la moralidad de una sociedad", apunta la autora, para quien el placer de leer esta novela de "pésima calidad literaria" radica en su articulación de las tensiones que asedian las relaciones heterosexuales modernas y la utopí­a del amor sexual, "resucitado de las cenizas de las convenciones de la pasión romántica y concebido en una relación sadomasoquista".

"Como plantea Illouz, los varones que controlan el mercado sexual y matrimonial, o sea aquellos bien empleados en las corporaciones, disfrutan un prolongado perí­odo donde usufructúan la oferta erótica que se encuentra en una cultura que ha levantado las prohibiciones que antes regí­an para las mujeres respetables. Sólo muy avanzado su ciclo vital, aceptan formar una familia y hacen uso para ese fin de su privilegio patriarcal, uniéndose a mujeres mucho más jóvenes, en edad de procrear", sostiene Meler.

"Esta tendencia nos enseña a desconfiar de alternativas pseudo liberadoras y a comprobar la astucia del dominio masculino, que tiende a reciclarse resistiéndose a desaparecer", alerta la también Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género (APBA).

"Enamorarse implica una pérdida de soberaní­a. En el romanticismo esto se siente como una experiencia directa y exaltada de la pasión, como una fuerza primaria y cruda de la naturaleza. Pero en la modernidad, la pérdida de soberaní­a es un problema, una situación que amenaza la integridad del yo porque amenaza su autonomí­a en cuanto parece someterse a la voluntad de otro. Eso ocurre porque en la modernidad la autonomí­a es el principal código cultural del ser", destaca por su parte Illouz.

Alineada con la lógica de las sociedades post-capitalistas, la sexualidad encarna en Cincuenta sombras de Grey un bien supremo que se comercializa en distintos soportes -libros, películas, objetos- y, bajo una engañosa prédica liberadora, recicla viejas relaciones de poder a la vez que ensaya nuevos recursos de control.

Fuente: Télam

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