Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
Buscar:

Creo que la separación entre lo virtual y lo real está terminada

En El recurso humano, el escritor y periodista cultural Nicolás Mavrakis construye una anécdota clásica para hacer notoria la contradicción entre el materialismo matemático y el humano, de efectos todavía inconcebibles.
El libro, publicado por la editorial Milena Caserola, no pretende ilustrar las tesis filosóficas de Hegel. A juicio de este cronista no es ese concepto de contradicción el que se maneja.

Mavrakis nació en 1982. Es autor de No alimenten al troll (Tamarisco) y del e book Fin del periodismo y otras autopsias en el mundo digital. Además, es uno de los editores de la revista digital Paco.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : El recurso humano reenvía a la película Recursos humanos. ¿Es así o es una coincidencia?
M : Es una coincidencia, no vi la película Recursos humanos. Como término empresarial y económico, sin embargo, el recurso humano también era lo que hasta hace un tiempo se llamaba oficina de personal. La crudeza materialista en el término recurso y lo que es naturalmente incontrolable en lo humano, al combinarse, dejan flotando algo inquietante. La novela cuenta en parte esa relación ambigua entre lo que puede predecirse desde el análisis matemático de datos y el resto indivisible de la conciencia humana, así que me parecía un título útil y simple.

T : En cualquier caso, parecieran compartir, ambas obras, cierta idea sobre una época que no termina de morir y otra que no termina de nacer. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
M : Creo que la separación entre lo virtual y lo real está terminada, y que todo discurso sobre la forma en que se experimenta el mundo y la sociedad que todavía establezca una barrera impermeable entre virtualidad y realidad no está leyendo en serio lo contemporáneo. Los discursos más interesantes que se ocupan de esta permeabilidad están naciendo ahora o están por nacer; un ejemplo es la obra reciente de Boris Groys. El tema de El recurso humano, en ese sentido, estaría en hasta qué punto esa permeabilidad, ya sea en lo financiero o en lo cotidiano, una vez superado el antagonismo entre lo analógico y lo digital, permite que exista una verdadera imaginación creativa, amorosa, económica e incluso científica. Y, por supuesto, diría que el problema del dominio de la tecnología sobre lo que se imagina es el problema del dominio de la tecnología sobre la libertad.

T : También suena a thriller informático, a corrosión del carácter, a nuevas identidades, en fin: a un mundo nuevo en el que no todos tienen las claves de acceso. ¿Y a cierto hartazgo? Del personaje, digo.
M : El personaje de la novela es un programador más cómodo con los números y los datos que con las palabras y las cosas. Su hartazgo ante su vida sentimental, por ejemplo, se define alrededor de cierta fobia, cierto temor, cierta intimidación provocada por todo lo que escapa a la posibilidad concreta de predicción y control, y que sin embargo lo rodea y lo moldea y todavía define sus deseos más allá del control. Por otro lado, la tecnología aplicada al análisis de conductas a través de las redes sociales (con el desarrollo de determinados algoritmos) no mide otra cosa que preferencias de consumo, en un radio que va desde lo erótico hasta lo político. Suponiendo que alguien como el narrador tuviera un pie sobre cada uno de esos mundos, el analógico y el digital, ¿qué pasaría ante el primer paso en falso? La corrosión del carácter podría estar en ese punto de lo inesperado.

T : Los acontecimientos que son de público conocimiento han disparado una cantidad de conjeturas sobre los dispositivos de vigilancia electrónicos a los que la novela también da lugar. ¿No parece haber llegado en el momento justo?
M : Hoy cualquier evento remite más que en su momento a la frase de Kurt Vonnegut sobre que las novelas que dejan afuera la tecnología: representan tan mal la vida como las novelas victorianas que dejaban afuera el sexo. Pero también hay una trayectoria de tiempo recorrida, una conciencia tecnológica que se opone a la ingenuidad. Los dispositivos tecnológicos, digamos, ya sean para el espionaje más sutil o elementos tan vulgares como cualquier smartphone, no hacen más que recolectar la información que las personas dejan, por interés o desidia, disponibles para esa recolección. Por otro lado, el catálogo de búsquedas, los temas de interés recolectados y los parámetros que dan forma a esos algoritmos están diseñados por otras personas. Por lo tanto, no dejan de ser conflictos de intereses entre personas, y esa es una cuestión sobre la que probablemente no exista posibilidad de un momento que no sea inevitablemente un momento justo.

T : A veces dan ganas de preguntarte si estudiaste informática, si podrías operar como un hacker o si todo es un gran sistema paranoide armado con claves literarias que esconden esa sospecha. Es una pregunta.
M : La predicción de embarazos a partir de los datos que almacenan y comunican a las empresas las famosas tarjetas de puntos de clientes de los supermercados, tal como aparece contado en la novela, es algo real y sobre lo que hay distintos papers en Google que cualquiera puede leer. Otros asuntos, en cambio, están imaginados a partir de bases ciertas pero que todavía no son reales. De todas maneras, se trata de subirle exageradamente el volumen a algo que la realidad tecnológica ya está haciendo posible, o está a punto de concretar. Yo nunca estudié informática y, personalmente, suelo estar más al tanto de lo que podría hacer un hacker que interesado en ser uno.

T : ¿A qué escritores estás dedicando el verano?
M : Estoy leyendo más ensayos que ficción, aunque sí estoy leyendo con mucho cuidado toda la obra de Don DeLillo. Hay una obsesión por las formas en que la tecnología altera los deseos humanos, y una meticulosidad y un talento para la prosa de los que nadie interesado en la sociedad y sus objetos podría salir inmune.

Fuente: Télam

(Se ha leido 178 veces.)

Se permite la reproducción de esta noticia, citando la fuente http://www.diarioc.com.ar

Compartir en Facebook

Sitemap | Cartas al Director | Turismo Catamarca | Contacto | Tel. (03833) 15 697034 | www.diarioc.com.ar 2002-2024