En esos momentos Rina Quiroga, fiel creyente y encargada de vestirla, colocaba el manto sagrado, preparando a la Reina del Valle con la apropiada vestimenta para las festividades tan próximas, en las que será visitada por cientos de devotos que alaban su nombre y buscan su acogida de Madre.
Y estaba Ella, en medio de un cuarto, en su camarín, y unos cuantos la observamos, la mayoría periodistas, camarógrafos y fotógrafos; también estaba Monseñor Luis Urbanc, encargado de coronar a “nuestra reina”.
Se encontraba además, el Vicario General de la Diócesis, Julio Quiroga del Pino, cantado en voz alta todas las canciones que alaban a la Madre del Valle. Pero en ese lugar, a un costado estaba el Vicario Episcopal para el Economato Diocesano y Delegado Episcopal para el Santuario de Nuestra Señora del Valle, Domingo Chávez, quien organizó todo este evento y también, porque no decirlo, quien se emociono traicionado por sus lagrimas cuando Nuestra Patrona fue coronada.
Nadie pudo escapar de la emoción, a más de uno, no tan solo a Chávez, lo quebró la emoción. Particularmente a mí se me puso “la piel de gallina”, mientras observaba como con una delicadeza única y un amor inimaginable Rina, vestía a la Virgen. Y en el momento en que todos gritaban y aplaudían, la estaban esperando del otro lado, esperando que aparezca para poder contemplar su magnífica Belleza.
Esperanza de los pobres, Madre de los Peregrinos, Madre del Señor, Virgen del Valle, o el nombre que le quieran dar. Lo cierto es que esta figura de tan solo 42 centímetros apareció en esta tierra y permaneció en el corazón de los catamarqueños desde el 1600, cuando fue vista por primera vez, en una Gruta de Choya.
Termino el evento, ya nos cada uno partía a escribir su nota. Al llegar a la puerta, después de bajar por unas largas escaleras, había una fila de mujeres, que aguardaban el momento en el que el guardia de la puerta las dejara pasar, y poder ver a su Madre.
No hay forma de explicar la Fe que cada uno siente, no hay manera alguna de describir con palabras la emoción que le causa a cada persona que cree más allá de todo lo visible. La fe mueve montañas, y lo cierto es que todos necesitamos creer en algo, y más verídico es que esta Señora, quien hoy se vistió de gala, nos dio sobradas cuentas para creer en sus milagros.
Un orgullo nacional
Por: DIEGO QUINTEROS el 30-11-2008 a las 05:12