Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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Cruce poético: Rodolfo Alonso y Mirta Rosenberg

Aun con sus múltiples diferencias, las revistas Poesía Buenos Aires y Diario de Poesía tienen en común su condición de oasis en el desierto. Dos publicaciones que dejaron su impronta y que, incluso, lograron durar en el tiempo, algo casi épico para las publicaciones de poesía.
La primera fue creada en 1950 por Raúl Gustavo Aguirre y Jorge Enrique Mobili, llegó a los treinta números e incluyó el trabajo de nuevos poetas como Mario Trejo, Alberto Vanasco, Francisco Urondo, Rubén Vela, Ramiro De Casasbellas, Hugo Gola, Francisco Madariaga, Clara Fernández Moreno, Miguel Brascó, Jorge Carrol, Elizabeth Azcona Cronwell y Alejandra Pizarnik.

Promediando la década del ochenta, otro grupo de poetas conformado por Daniel García Helder, Martín Prieto, Jorge Fondebrider, Ricardo Ibarlucía, Diana Bellessi, Daniel Freidemberg, Elvio Gandolfo, Josefina Darriba, Juan Pablo Renzi y Daniel Samoilovich crearon el Diario de Poesía, publicación que viene de cumplir nada menos que veinticinco años y que, además de lograr llevar la poesía al kiosco de revistas, también destinaba un espacio importante a artistas plásticos de la talla de Juan Pablo Renzi, Alberto Heredia, León Ferrari, Ana Eckell, Américo Castilla, Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía.
Rodolfo Alonso y Mirta Rosenberg tienen en común, precisamente, el hecho de haber integrado desde el comienzo estas publicaciones, y también de ir subiendo altos y empinados escalones a fuerza de poemas y traducciones.

Tal como lo adelanta su título, Poemas pendientes es un extenso recorrido a lo largo de casi medio siglo (desde 1957 hasta 2009) por cada uno de los poemas que, por diversas razones, quedaron colgando -y afuera- de los más de veinticinco libros que lleva publicados Rodolfo Alonso. Haciendo gala de un tono límpido, lúcido y casi siempre rotundo, es notable el hecho de que cada uno de estos poemas parece constituir, más que el sobrante de cada libro, algo así como el cierre relámpago, las miguitas que van concatenando la obra poética de Alonso. También es curioso el hecho de que en tanto pendientes, estos poemas vienen a declamar algo, a llenar cierto vacío, como por ejemplo en "Fe de erratas" ("En el poema ´Al pie de la letra´/ de mi libro Hablar claro/ donde dice ´heces de la literatura´/ debe decir ´mierda de la literatura´"); o a dar cierto mensaje como sucede en el poema de largo aliento "Ocúpense de Arlt" o incluso en "Sí, pero" que cierra con un contundente "No pierdan la cabeza"; o a sumar su particular voz a la polémica suscitada por Adorno en torno a la posibilidad de hacer poesía después de Auschwitz ("no se debe decir/ se debe/ no se puede decir/ se debe/ lo que no se puede decir/ se debe aun yo/ aúllo").

Divididos sintomáticamente en "Aparecidos" y "Apariciones", cada uno de los poemas pendientes de Alonso parecen recordarnos que toda la poesía comparte esa condición urgente de lo que aún queda por decir. Y en uno de esos poemas hay un verso que remite y dialoga directamente con el otro libro que nos ocupa: "Recuerdo la mañana de domingo en que me desperté antes de hora/ para darme el gusto de seguir admirando el primer traje/ de pantalón corto que me esperaba fuera de la cama colgado de una percha/ y me miraba a su vez/ como si fuera la misma mañana de domingo/ como si yo fuera al fin el que iba a ser otro yo mismo"

El paisaje interior de Mirta Rosenberg está dividido en cuatro secciones ("Cosas que se vuelven nombres", "El paisaje interior", "Bestiario íntimo" y "Conversos"), y podría definirse como una sucesión de reveladoras miradas (en todos los ángulos, en múltiples perspectivas) al espejo, miradas hacia cada rincón interior, incluso aquellos rasgos aparentemente conformados desde el mundo externo. Desde la mirada detenida de quien intenta percibir algún cambio físico luego de muchos años hasta la constatación fugaz de la adolescente que ultima su imagen antes de salir, todas esas miradas están presentes en esta obra cuyo título proviene de una de las tantas traducciones de Rosenberg. Y, a su vez, El paisaje interior, primer libro publicado por la autora luego de catorce años, también, por supuesto, está conformado por poemas pendientes: "es mi libro de los 60 años. Considero que a los 60 es más difícil publicar un libro que una obra reunida. Es necesario creer que una todavía tiene algo que decir y algo que aprender. Este libro, por lo demás, funciona para mí como una suerte de compendio de mi obra anterior, lo que ya aprendí, sumado a algunos aprendizajes en curso" dijo Rosenberg en una entrevista reciente.

Los enrevesados mecanismos de la escritura autobiográfica, los referentes poéticos, las catástrofes naturales, las relaciones familiares, los exponentes de un bestiario tan íntimo como siniestro y, por supuesto, las traducciones (Mirta Rosenberg tradujo poemas de Katherine Mansfield, Derek Walcott y Marianne Moore, entre otros) que resultan totalmente indisolubles de su producción poética, componen esta gran reflexión acerca de la mirada de uno mismo y, a la vez, una especie de autorretrato en clave cubista de esta poeta nacida en Rosario que obtuvo la prestigiosa beca Guggenheim y el premio Konex al mérito por la traducción literaria.

En definitiva, dos poetas que desde su juventud realzaron a fuerza de talento y trabajo dos de las revistas más importantes de nuestro país y que hoy, según pasan los años, siguen siendo poesía.


Poemas pendientes
Rodolfo Alonso
Alción
101 páginas

El paisaje interior
Mirta Rosenberg
Bajo la luna
88 páginas

Fuente: Télam

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