Daila Prado, rosarina pero cordobesa desde que tiene memoria, quedó impactada cuando leyó en un artículo de un diario local el relato de esta anécdota, le impresionó -como ella misma dice en diálogo con Télam- "lo que que es capaz de hacer la gente con diferentes motivaciones" y así se embarcó en esta novela de tinte histórico y documental.
"Me inspiró ese grupo de hombres que ascendió por un profundo fervor y adhesión ideológica al justicialismo y un amor entrañable por la figura de Eva que ya había muerto", adelanta la autora sobre su último libro publicado por Colihue y con contratapa de la escritora Aurora Venturini.
Durante tres años Prado anduvo buscando material en archivos de Buenos Aires, visitó decenas de veces la Biblioteca del Congreso, estuvo en la base del Aconcagua, leyó sobre montañismo y sobre peronismo, y entrevistó a los tres de los veinte expedicionarios que quedan vivos: Marcelino Severo Arballo, Andrés López y Felipe Aparicio.
A través de testimonios de sobrevivientes, la cordobesa combina en este libro ficción y realidad para embarcarse en el frío de la montaña, narrar ese episodio que algunos creían leyenda y retratar el motor que impulsó la hazaña de un grupo de suboficiales del ejército a escalar una de las puntas más altas de la tierra.
"Era el apoyo y el aguante que le hacían a Perón y el amor inmenso por ese hombre y esa mujer", sostiene convencida la autora sobre esta aventura poco recordada, que se inició el 28 de enero de 1954 desde Punta del Inca en Mendoza.
El objetivo era colocar los bustos de Eva y Juan Domingo Perón en la cumbre más alta de América por los siglos de los siglos como un símbolo de inmenso agradecimiento, un hecho que se vio sucumbido luego de que la llamada Revolución Libertadora hiciera bajar las efigies, bajo las órdenes del general Aramburu.
A ese grupo de apasionados lo acompañaba un hombre, Marcelino Severo Arballo, que poco tenía que ver con el peronismo, a él lo convocaba la montaña: "Era un gran escalador, un enamorado del montañismo, subió los bustos y después cuando hubo que bajarlos los bajó", explica la autora, quien escuchó de su propia voz los detalles de esa hazaña impulsada e ideada por Andrés López.
Andrés López, custodio de Perón entre 1948 y 1955, fue quien ideó este homenaje y relató su versión de los hechos para la creación de esta novela.
"Quedó contento con el libro pero me dijo que hubiese preferido un ensayo", confiesa Prado, quien desde un principio sabía que escribiría esta trama desde la ficción aunque sin perder la rigurosidad de los datos más duros.
"Sólo me permití algunos deslices, como inventar personajes que a mí me convenían para la novela", explica la cordobesa.
El Aconcagua es otro protagonista que se suma a la trama, un personaje silencioso que para la escritora hace escala directa en su monumentalidad: "Es algo que no está preparado para una escala humana, es realmente demasiado para cualquiera. De solo pensar en subir hasta la cima de esto, no sé...", dice Prado sobre el cerro mendocino que nuclea la trama.
La novela histórica, cuenta Prado, siempre la atrapó - de hecho publicó dos libros basadas en hechos reales, "José Francisco, esclavo" y "La cicatriz", sobre la frontera del sur del país-: "He aprendido más leyendo novelas, que leyendo historia", asegura.
Y en esta línea, la autora asegura que a la hora de escribir no piensa en adultos, chicos, mujeres ni varones, a ella lo le importa es que "todos me entiendan y puedan entrar en la historia a través de la lectura de novelas", redondea Prado.
Fuente: Télam
