Catamarca
Jueves 28 de Marzo de 2024
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Dados, Irene y la poesía cruel

"Una vez, un poco, me casé" -noche brumosa del 1º de julio, Amílcar Ranieri habla tratando de ver el cielo por el único ángulo desarbolado de la ventana del bar-. "Duró 8 años. Pero convivir sin problemas, que se dé una hora libre y te escapes con un bolso a la Costanera, figazas de jamón crudo, cerveza y el río, o viendo fútbol, que ella te haga sentir que tiene ganas de entender por qué los jugadores se franelean en un córner, eso sólo lo viví con Irene. Sin libreta".
ondenado a pasar revista a sus parejas escucha Juan Murena. "Nunca hice un picnic yo, ni dormí en carpa" -dice-. "Tampoco encontré una mujer que me acompañe con el fútbol. Que sea pierna, digo, no que se entusiasme y sepa qué es un caño".

"¡Escalera servida!", festeja un tipo con perfil de gallo de riña en una mesa del fondo. El cubilete acaba de volcar su galope y el aniceto se apura a recoger los huesitos. Pero un mofletudo de testa rapada, línea mussoliniana, le agarra la mano. "Pará: 1, 2, 4, 5 y 6, no es escalera", denuncia.

En la mesa 4 no repican dados, ni se evocan amores. "¿Qué pasa con los qom?" -plantea un miope de dientes de talión-. "Apenas aparecen las tres letras necesito agregar la u que falta. Me sale pronunciar cuom. Es como si yendo por la calle descubriera un agujero en la suela del zapato. De chico, mi vieja lo arreglaba con un pedazo de cartón del lado de adentro. Por la humedad".

"Candela´s" es un barsucho instalado en un pequeño local con forma de trapecio, mostrador angosto, sin taburetes. Poblado por una decena de mesas muy apretujadas, en el salón no existe una isla de privacidad. Chistes, conversaciones, eructos, algún hueco fugaz de silencio, son compartidos por los clientes en un clima que nadie alcanza a registrar que es promiscuo. Al estallar sobre la chapa de fórmica que cubre las mesas, el cubilete se postula como elemento de percusión que no desdeñaría Hermeto Pascoal. En una repisa que babea telas de araña, un obeso televisor alquila deseos y sueños. Cuando le preguntan por el nombre del boliche, el patrón, nacido en Jaen, explica que Luis Candelas fue un famoso ladrón de Madrid. "Nunca usó revólver, ni puñal. Tenía cara de tísico y el andar de Paco Camino, qué torero, dios... El acentillo antes de la s es cosa del gilipoyas de mi cuñado", completa don Abel.

"No llegaste a conocer a Irene. Íbamos al mismo curso de inglés. No es una mina que llame la atención, pero tiene misterio. O tenía. Casi no habla. Un día la miré un rato largo y de pronto vi que el lado izquierdo de la cara estaba menos vivo que el otro. El párpado medio caído, la sonrisa era una mueca" -Amílcar recuerda-. "Rastros de una parálisis facial. Yo me ligué un brote en el 89. Se lo dije. ´A frégoli fue mi parálisis. El que la sufrió se da cuenta´, se franqueó ella en seguida".

"A vos no se te nota nada. La boca, apenas torcida…", observa Juan.

"Por la rehabilitación. Tres veces por semana un leñador vasco: Amorrortu, manazas de orangután, me amasijaba cada cachito de la cara. Yo repetía el ablande en casa. Y zafé. Lo único que no recuperé es el silbido. No puedo fruncir los labios. Silbo para adentro, apagado. Para el bandoneón sirve. Con el violín no va. El asunto es que Irene lo sintió como una complicidad".

"Es natural. Los de un mismo palo se juntan: ciegos, gordos, sordomudos…".

"Discapacitados son los enfermos como vos, Juan, que usan dos o tres celulares para no sentirse solos. A Irene y a mí nos tocó apenas una fallita. Segunda selección, como las pilchas. Todo lo demás, al óleo. Estás celoso, celoso hacia atrás. Me guardo la otra coincidencia que nos acercó"

"¿Alguna prótesis? Gamba de cinc, teta de amianto…".

¿Qué me falta?", consulta el duce en la mesa del fondo.

"Cuatro, seis, full y generala", informa el mozo, que palpita la partida. A partir de las 6 el patrón lo deja a cargo de "Candela´s". Con una advertencia: "si hay tremolina, tú eres responsable".

"La palabra qom nació mutilada. La q estranguló a la pobre u y la abandonó en la banquina. Ella reclama su vuelta a la familia. Alguna vez estuvo", fantasea el miope. Su compañero se prende al juego. "Q y u forman una pareja famosa: Romeo y Julieta, sístole y diástole, ¿oíste hablar de Labruna y Loustau? Nada puede separarlos. Mirá esta foto del monumento a la u. En un libro sobre comunidades indígenas leí que casi todas llevan una u en su nombre. Fenómeno que nadie ha sabido explicar. Quechua, diaguita, charrúa, mapuche… Esperá...: tehuelche, guaraní, huarpe, araucana…". "Olvidaste tres, Sebas: colla, toba, ona…", el miope boicotea el hallazgo.

"Te lo cuento lo de Irene, total… A los dos nos chupa la sangre una lombriz solitaria", confiesa Amílcar.

"¿El gusanito ese que se mete en las tripas?".

"Sí, señor. Hembra tenía que ser... Llega a medir 10 metros y arma nido en los intestinos de la vacas. Pero no le hace asco a vivir de los hombres. Te la agarrás comiendo carne casi cruda. La tipa se manduca todo lo que uno traga: churrascos, ravioles, mondongo. Entre cafishia y garronera a la hora de morfar".

"Mirá la relación que construyeron con una parálisis de paño lenci y una yunta de lombrices".

"Busco el seis, ¿y qué más?", le toca al duce.

"Qué buscan esos dos… -reacciona el aniceto levantando la voz-. ¿Por qué no la paran con las tetas de amianto y las lombrices cafishias? Acá se viene a joder un rato. No están en el servicio de gastroenterología del Tornú".

"¿Vos te quejás? Por ustedes hay que hablar a los gritos aquí. Parece el Tiro Federal… ¿Por qué no sacuden los dados arriba de un mantel, o un diario?", reclama Amílcar. "Tiene razón el amigo", apoya Sebas, reivindicador de la u. Como eco inmediato y con ínfulas de trueno vuela hacia el techo un pedorreo ancho, ronco, anónimo. Todos se miran, no hay habitante del Candela´s que no quiera saber desde qué mesa se produjo el lanzamiento del cohete.

"¿Quién fue? Que se pare si es macho", desafía Murena. Mole de 1,90, avanza hacia la mesa de la generala y manotea el cubilete. "Basta de dados. Y si te jode la charla, tomátelas", desafía al aniceto con voz que propicia la pelea. Baja la cresta el aniceto, nada de riña. Entonces Murena hunde las garras en el cuello del duce: "fuiste vos…", acusa. "Sacá los garfios, grandote", sugiere una voz de piedra gris, detrás de Murena, que no puede ver quién lo amenaza.

"Todo se pudrió al morir Perón. Cuarenta años hace", se escucha sentenciar a uno, abrigado con un gorro pasamontañas del que sólo asoma una nariz de tucán.

El mozo retrocede gambeteando mesas. Por falta de espacio, cuando salta la bronca es difícil no ligar una piña o un puntazo. Se para junto a la caja y hace números: desde que se fue el patrón ha fichado unos 200 pesos, 70 son para él. Don Jerónimo insiste todos los días. "Por lo que te llevas, no me quedaría yo 3 o 4 horas. En este boliche, con una copa de más, ustedes siempre están al borde de la guerra civil. Como los callos y la lotería, herencia de España", machaca. Cuelga la chaqueta blanca el mozo, hurga debajo del mostrador y saca una cachiporra de mango corto, disfrazada de maraca, que bostezaba oculta entre el ramaje de un frondoso plumero. "Otra noche de mierda", sabe.

Fuente: Télam

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