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Después de siete décadas siguen siendo inseparables

María y Valentín cumplirán mañana 70 años de casados. Cerca de Amaicha del Valle formaron un árbol genealógico de 205 integrantes. Recuerdos.
(DIARIOC, 30/05/2012) Doña MaríaMercedes, de 87 años, tiene los ojos pálidos y hundidos. Parecen asomar desde un nido de pájaros. A pesar de su edad, habla con voz firme y clara. Los recuerdos de los distintos momentos de su vida se desprenden de su memoria como agua desde una cascada. Ella se pone especialmente feliz cuando se refiere a las siete décadas de casados que va a celebrar mañana con su esposo Valentín Albino Suárez, de 97 años. Prometen una gran fiesta.

"Él era de La Hollada y yo de el otro cerro, de San José de Chasquivil, ahí, más allá de las nubes -señala-. Un día fue a buscar trabajo. Lo encontró, pero también a mí. Es decir que las alturas le trajeron mucha suerte" comenta doña María, con una sonrisa picaresca. Ahora viven en el paraje El Tío, ubicado a la orilla de la ruta 307, unos cinco kilómetros antes de llegar a Amaicha del Valle. Aunque goza de buena salud, Valentín se muestra reacio a la conversación y sólo se dedica a escuchar a su esposa. "Él quedó sordo hace tiempo y yo ya me acostumbré a las señas cuando quiero decirle algo. Él hace lo mismo. Ya casi ni habla", advierte.

205 descendientes
En medio del esplendoroso paisaje amaicheño, rodeado de montañas y un cielo que parece más azul que en cualquier otro lado, el matrimonio disfruta de estos tiempos de serenidad. Ahí se instalaron hace más de 50 años, según recuerda doña María. Llegaron desde San José de Chasquivil para seguir construyendo una familia que, en cantidad, muy pocas pueden superar: 14 hijos, 90 nietos y 101 bisnietos y tataranietos. Se trata de un matrimonio que tiene nada menos que 205 descendientes.

Por lo menos en los Valles amaicheños ninguna familia se acerca a esa cifra. "Usted no me va a creer, pero también tengo otros ocho hijos de crianza. Son nietos a los que hice mis hijos. Ahora me gustaría seguir criando chicos, pero ya nadie me quiere dar porque dicen que estoy muy vieja" comenta la abuela.

La modesta vivienda de los Suárez, construida en gran parte con paredes de adobe y techo de barro y jarilla, revela de entrada la presencia de una familia numerosa: varias habitaciones y un patio de 25 metros de largo por siete de ancho. "Aquí almorzamos cuando vienen los hijos, los nietos y las nueras los fines de semana o cuando festejamos algún cumpleaños. A veces queda chico" refiere Emiliana, una de las hijas.

A veces solos
Lo cierto también es que los días laborales, Valentín y María se las arreglan solos para cocinar, lavar la ropa y hacer otras actividades. Es que cada hijo -algunos de ellos fuera de la provincia- tiene sus compromisos laborales y van a verlos una o dos veces por semana. "Me gusta trabajar. Es que lo hice toda la vida. Para ayudar a mi marido a criar a los chicos aprendí a hacer quesos y a tejer con hilo de lana de oveja medias, guantes y pasamontañas. También me dediqué a la cría de animales. Ahora todavía hago muchas cosas", apunta doña María. Se ufana de cocinar ricos locros, empanadas, tamales, mazamorra y asados.

Valentín, según su esposa, siempre fue un aguerrido laburante. "Él trabajaba en Vialidad. En esos tiempos construían un camino cerca de El Siambón. Hasta ahí se iba en caballo. Había como seis horas. A mi madre le cayó bien porque era trabajador. Así que estuvo gustosa de que nos casemos", recuerda.

Unidos
Como si fuera un hecho reciente, doña María repasa el día de la boda. Fue el 31 de mayo de 1942. "Nos casamos en Santa María, pero la fiesta fue en Loro Huasi. Duró más de un día, con copleras, cantores, bandoneonistas y guitarreros. La gente nos acompañó hasta ahí a caballo y meta tiros nomás. En ese tiempo se acostumbraba a hacer tiros al aire", cuenta.

María rememora también que casi todos los presentes bailaron ese día, menos ella. "Yo no lo hice porque no sabía. ¡Qué iba a saber si en el cerro se aprende a trabajar nomás!", apunta sin enojo.

La clave
María advierte que, de tantos años de convivencia, con su esposo ya son como una sola persona. "Él me sigue a todas partes. En ocasiones estoy en la cocina y ya está detrás mío. Salgo y él también lo hace. A veces me alejo hasta el corral y ya enseguida anda inquieto y diciendo: pa´nde se habrá ido la vieja" comenta.

Doña María afirma que para lograr mantener un matrimonio tanto tiempo la única clave es amarse. "Hoy en día la gente se casa y enseguida se separa. Deberían juntarse nomás. No es fácil comprenderse el uno al otro. Tomar hombro a hombro el mismo compromiso de hacer una buena familia" remarca.

Deseo
La mujer más prolífica de El Tío está orgullosa de la familia que construyó con su esposo, Valentín. Por esa razón su gran anhelo para este aniversario, según confesó, es salir en LA GACETA.

"Quiero que sepan todos lo que pudimos lograr con amor y sacrificio. Uno se siente feliz al tener siempre el cariño de los hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. Esto es una gracia de Dios", concluye. En El Tío sólo el canto de los pájaros y los balidos de los animales quiebran el silencio. El sábado al mediodía los Suárez festejarán los 70 años de casados de Valentín y María. Entonces la alegría retumbará en los cerros..lagaceta.com.ar

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