Catamarca
Jueves 18 de Abril de 2024
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Detrás del mito la figura de una artista

Mora Cordeu

Apuntes de su propio diario, letras de sus canciones, testimonios de amigos y familiares, datos sobre la cumbia, son volcados en "Gilda. La abanderada de la bailanta", un libro de Alejandro Margulis que rescata a una artista alcanzada por la muerte justo cuando había llegado a la popularidad soñada y su nombre trascendía los límites de la Argentina.
"Gilda es un personaje emblemático también desde el punto de vista sociológico, un producto cultural que va ocupando un lugar propio en el mercado hasta obtener un disco de oro antes de su muerte -en un accidente camino a Entre Ríos, el 7 de septiembre de 1996-. Y las ventas pasan de 30.000 a 400.000 discos. Pero yo digo que la muerte no construye talento ni calidad", asegura a Télam.

"Fue una mujer interesada por las cosas populares -define-, algo que está en la línea de sus canciones, al igual que la reivindicación de la mujer en contra de los valores machistas, presentes en el ambiente tropical".

"Escribió 80 canciones en poco más de dos años -subraya Margulis- el fenómeno Gilda entró por el norte (Santiago del Estero, Tucumán y Jujuy), pero al principio en el conurbano bonaerense fue bastante resistida. En Perú también tuvo éxito y en Bolivia arrasó".

Y cuenta el itinerario de la cumbia: "Viene como música bajando desde esos países, va por el norte y se cruza con la tradición del cuarteto cordobés -otra vertiente- y explota en Buenos Aires donde se reúnen los músicos y están las compañías discográficas".

La historia de Gilda apareció por azar, según narra Margulis. "Estaba recién mudado y en los primeros días empezó a sonar una música atronadora; di la vuelta a la manzana y le pedía a mi vecina misionera que por favor bajara el tono. ´A nosotros nos gusta escuchar fuerte la música´, me contestó, así que volví y me dejé envolver por ´Paisaje´ (uno de sus mejores temas)".

Ajeno a la cumbia, y casi sin conocerla, el escritor y periodista enseguida se enganchó a escribir sobre Gilda aunque ese primer intento quedó trunco pero le permitió tomar contacto "con la hermana, la tía, la prima, sus primeros músicos, las bandas con las que hizo el circuito porteño de los boliches nocturnos".

"Así me enteré de la vida de esta muchacha de 30 años, que un día decidió abandonar todo y dedicarse a la música que era su pasión. Y me puse a reescribir el libro (publicado por Planeta), porque tenía mucho más para dar", subraya.

"Tenía que ahondar en la historia verdadera -insiste Margulis-, hablé con su marido Raúl Cagnin, el padre de sus hijos. Un hombre reservado y que me brindó su confianza y materiales inéditos incluidos en el libro".

Adquirir esta nueva visión de Gilda, le permitió entender a Margulis "por qué una mujer de clase media se volcó a un mundo que no le pertenecía: el escenario de la bailanta".

La lucha de Gilda por lograr un espacio en la música es contada detalladamente por Margulis que habla de "un trayecto nada fácil: es la historia de una heroína que va adelante con sus sueños. Esto que suena de película fue así".

El relato se inicia "cuando Gilda llega a Dock Sud en 1992, donde se encuentra la discográfica ´Clan Music´ que funciona como oficina, agencia de artistas, depósito y hasta vivienda de los músicos peruanos. Y se mete en el chaperío a tratar de conseguir que le den bolilla y cualquier persona que ha tenido que transitar ´un palo diferente´ (como se dice en el rock) debe tener mucho coraje y ella lo tuvo".

"Ella quería ser la Dyango femenima o la Gal Costa argentina, le daba el timbre de voz y su formación musical pero primó el sentido práctico de su director musical el ´Toti´ Giménez que le dice:´ con esto vas a comer´, por la cumbia. Su apertura mental la hace ver que sus parámetros musicales no tenían que ser igual a la verdad de su público", opina.

José Carlos ´Cholo´ Olaya (el hombre peruano que fue a ver al Dock), le abre el circuito comercial, "con contratos leoninos, algo que es muy frecuente en el mundo de las discográficas y en el de las industrias culturales en general".

"Raúl me mostró unas agendas y eran su diario. Me las quiso dar pero hice unas fotocopias, pensé que eran de valor sentimental para su hijo Fabrizio (que sobrevivió a la tragedia en el que murió su madre, su hermana y cinco personas más)". desliza.

Refiriéndose a Toti Giménez, que estuvo con Gilda toda su carrera, el autor lo define como "un hombre de la música, hosco, serio, malhumorado, que permaneció al lado de ella desde el año 90 hasta su muerte".

"Hay cosas de la vida íntima entre ellos, que solo él las sabe, aunque en el libro sugiero algo del vínculo: me pareció interesante que un lector perspicaz lo vaya infiriendo en la lectura", observa.

Ahora, agrega, "Toti dice ´Gilda soy yo´, porque él construyó el espíritu musical de lo que fue la banda. El proceso creativo base pasaba por las letras de Gilda y la musicalización de Toti. Compartían mucho tiempo juntos, al igual que con la familia".

"En el libro trabajo con la desmitificación del personaje de Gilda, también desde sus características de mujer y más allá del mito, de lo que sus seguidores y fieles proyectan en ella, eso la hace más querible, más humana", arriesga.

Desde el mito, sostiene el autor, se hace un sincretismo con la figura del artista "y en el caso suyo pienso en su capacidad de generar empatía, desde lo personal tocando a las personas que iban a idolatrarla aunque no creyera que tenía un poder milagroso. Sí que el poder de la creencia de la gente puede ser sanador y ella fue una herramienta. Sentirse intermediaria le dio mucha fuerza".

Fuente: Télam

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