Catamarca
Sabado 20 de Abril de 2024
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Misa de la Familia

“Dios quiso nacer y crecer en una familia humana”

El domingo a las 21.00, se ofició la Santa Misa de homenaje de las familias a la Virgen del Valle, durante la cual una joven pareja celebró el Sacramento del Matrimonio; y otras renovaron sus votos matrimoniales.
(DIARIOC, 08/12/2008) La misma estuvo presidida por el Obispo Diocesano de Catamarca, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el Delegado Episcopal para la Familia, Pbro. Eduardo López Márquez, y el Delegado Episcopal para el Santuario y Catedral Basílica, Pbro. Domingo Chaves, entre otros sacerdotes de la diócesis. Una gran cantidad de fieles y peregrinos se dieron cita en el Paseo de la Fe y la plaza 25 de Mayo, para participar de esta misa.

Mons. Urbanč expresó en su homilía:

En los Evangelios no encontramos discursos sobre la familia, sino un acontecimiento que vale más que cualquier palabra o tratado sociológico, filosófico o teológico: Dios quiso nacer y crecer en una familia humana. De esta manera la consagró como camino primero y ordinario de su encuentro con la humanidad.

En nuestra Constitución Provincial en el Art. 266 sostenemos que ‘El derecho y el deber de educar a los hijos corresponde a los padres’, lo cual nos pone en estrecha sintonía con el proyecto divino. Y en el Art. 277, inciso ‘a’, se legisla explícitamente que ‘ni el Estado ni sus funcionarios pueden actuar en materia educativa, sin el consentimiento explícito de los padres de familia u otras Instituciones que la ley prevea’.

{adr}En su vida terrena Jesús honró a la Virgen María y al Justo José, permaneciendo sometido a su autoridad durante todo el tiempo de su infancia y su adolescencia (cf. Lc 2,51-52). Así puso de relieve el valor primario de la familia en la educación de la persona. María y José introdujeron a Jesús en la comunidad religiosa, frecuentando la sinagoga de Nazaret. Con ellos aprendió a peregrinar a Jerusalén con ocasión de la fiesta de la Pascua. Diversas narraciones de los Evangelios revelan la misión más auténtica y profunda de la familia, cual es la de acompañar a cada uno de sus miembros en el camino del descubrimiento de Dios y del plan que ha preparado para él. María y José educaron a Jesús ante todo con su ejemplo: en sus padres conoció toda la belleza de la fe, del amor a Dios y a su Ley, así como las exigencias de la justicia, que encuentra su plenitud en el amor (cf. Rom 13,19); de ellos aprendió que en primer lugar es preciso cumplir con la voluntad de Dios y que el vínculo espiritual vale más que el de la sangre.

Otra vez nuestra Constitución Provincial afirma en el Art. 263: ‘La educación y la cultura, deben tender a la formación integral y permanente del hombre, a partir de su vocación trascendente y como ser dotado de libertad por Dios, su Creador’.

‘La Provincia propicia un sistema cultural fundado en su tradición histórica...y promueve una educación para el amor y para la paz mediante la transmisión de los hábitos, conductas y conocimientos que se ordenen a ellos y a la recta búsqueda de la felicidad como modo de permitir el desarrollo más pleno de las potencias y posibilidades de cada hombre, de todos los hombres y de la comunidad como conjunto’.

Y, más adelante en el Art. 267 remarca que ‘La educación tiene como fin la formación integral, armoniosa y permanente de la persona, sustentada en los valores cristianos en el marco de la libertad de conciencia y comprenderá la formación intelectual, moral, espiritual..., a partir del respeto de la persona humana como un ser dotado de libertad, llamado a la trascendencia...y en su responsabilidad de participar en la promoción del bien común’.

La Sagrada Familia de Nazaret es verdaderamente el ‘prototipo’ de toda familia cristiana que, unida en el sacramento del matrimonio y alimentada con la Palabra y la Eucaristía, está llamada a realizar la estupenda vocación y misión de ser célula viva no sólo de la sociedad, sino también de la Iglesia y signo e instrumento de unidad para todo el género humano. Por eso, hemos de suplicarle por nuestras familias para que las sostengan y que resistan a los embates disgregadores de cierta cultura contemporánea que socava las bases mismas de la institución familiar. En fin, que ayuden a las familias cristianas a ser en todo el mundo imagen viva del amor de Dios.

Hoy, para dar realce profético a esta celebración, Carla y Alfredo, se comprometerán para siempre, delante de Dios y de la comunidad, a hacer el mismo camino de la Sagrada Familia proclamando con sus vidas la belleza del amor conyugal hasta las puertas de la eternidad. Ustedes, Carla y Alfredo, se suman al ejército de matrimonios y familias que ‘deben hablar al corazón de Catamarca y anunciarle que sólo el amor vivido en estabilidad y fidelidad, en fecundidad y responsabilidad, sana y renueva la sociedad. Por eso, ‘preparen en la aridez de tantos corazones desencantados y desorientados el camino del Señor, tracen un sendero para el Dios-Amor...súbanse a las montañas elevadas de la formación y la oración y levanten su voz sin temor para proclamar la buena noticia del Amor conyugal y familiar y digan con el ejemplo de su vida: “Esposos, Familias: ¡Aquí, en el amor fiel y generosamente abierto a la vida, está tu Dios! Quien llega con poder y la victoria lo acompaña”. Al respecto es muy luminosa la enseñanza de Familiaris Consortio nº 47: “La función social propia de cada familia compete, por un título nuevo y original, a la familia cristiana, fundada sobre el sacramento del matrimonio. Este sacramento, asumiendo la realidad humana del amor conyugal en todas sus implicaciones, capacita y compromete a los esposos y a los padres cristianos a vivir su vocación de laicos, y por consiguiente a «buscar el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios».

El cometido social y político forma parte de la misión real o de servicio, en la que participan los esposos cristianos en virtud del sacramento del matrimonio, recibiendo a la vez un mandato al que no pueden sustraerse y una gracia que los sostiene y los anima. De este modo la familia cristiana está llamada a ofrecer a todos el testimonio de una entrega generosa y desinteresada a los problemas sociales, mediante la «opción preferencial» por los pobres y los marginados. Así la familia, avanzando en el seguimiento del Señor mediante un amor especial hacia todos los pobres, debe preocuparse especialmente de los que padecen hambre, de los indigentes, de los ancianos, los enfermos, los drogadictos o los que están sin familia”.

En la 2ª lectura se nos recuerda a todos, pero cuánto más a los esposos y a las familias, que nuestra conducta debe ser santa e irreprochable por el amor, ya que hemos sido elegidos para ello antes de la creación del mundo, trabajando por el cielo y tierra nuevos donde reine la justicia, y viviendo de tal manera que Él nos encuentre en paz, sin mancha ni reproche.

Es por eso que volveré a hacer referencia a nuestra Constitución en su Art. 270, ‘La Provincia garantizará la Enseñanza Religiosa’, con lo que se está en perfecta armonía con lo señalado por la Exhortación apostólica Familiaris Consortio nº 44e “La función social de la familia está llamada a manifestarse en la forma de intervención política, es decir, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia. En este sentido las familias deben crecer en la conciencia de ser «protagonistas» de la llamada «política familiar», y asumirse la responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia. La llamada del Concilio Vaticano II a superar la ética individualista vale también para la familia como tal”. En el nº 45 continúa afirmando que “La sociedad debe respetar y promover la familia misma”... “ Pero la sociedad, y más específicamente el Estado, deben reconocer que la familia es una «sociedad que goza de un derecho propio y primordial» y por tanto, en sus relaciones con la familia, están gravemente obligados a atenerse al principio de subsidiaridad. En virtud de este principio, el Estado no puede ni debe substraer a las familias aquellas funciones que pueden igualmente realizar bien, por sí solas o asociadas libremente, sino favorecer positivamente y estimular lo más posible la iniciativa responsable de las familias. Las autoridades públicas, convencidas de que el bien de la familia constituye un valor indispensable e irrenunciable de la comunidad civil, deben hacer cuanto puedan para asegurar a las familias todas aquellas ayudas —económicas, sociales, educativas, políticas, culturales�”que necesitan para afrontar de modo humano todas sus responsabilidades”.

En el nº 46 la Iglesia, que somos todos los que nos reunimos en torno a María y a Jesús, “defiende abierta y vigorosamente los derechos de la familia contra las usurpaciones intolerables de la sociedad y del Estado. En concreto, los Padres Sinodales han recordado, entre otros, los siguientes derechos de la familia:

*A existir y progresar como familia, o sea, que todo hombre, aún siendo pobre, tiene derecho a fundar una familia y a tener los recursos apropiados para mantenerla;

* A ejercer su responsabilidad en la transmisión de la vida y a educar a los hijos;

* A la intimidad de la vida conyugal y familiar;

* A la estabilidad del vínculo y de la institución matrimonial;

* A creer y profesar su propia fe, y a difundirla;

* A educar a sus hijos de acuerdo con las propias tradiciones y valores religiosos y culturales, con los instrumentos, medios e instituciones necesarias;

* A obtener la seguridad física, social, política y económica, especialmente de los pobres y enfermos;

* A crear asociaciones con otras familias e instituciones, para cumplir adecuada y esmeradamente su misión;

* A proteger a los menores, mediante instituciones y leyes apropiadas, contra los medicamentos perjudiciales, la pornografía, el alcoholismo, la droga, etc.;

* El derecho a un justo tiempo libre que favorezca, a la vez, los valores de la familia;

* El derecho de los ancianos a una vida y a una muerte dignas; el derecho a emigrar como familia, para buscar mejores condiciones de vida.

* El derecho a una vivienda adecuada, para una vida familiar digna;

* El derecho de expresión y representación ante las autoridades públicas, económicas, sociales y culturales”.

Para concluir, recordemos que en el designio creador y redentor de Dios, la familia encuentra no sólo su identidad: lo que es, sino también su misión: lo que puede y debe hacer... El servicio del Estado, garantizando la enseñanza religiosa, ayuda a la familia a remontarse a sus orígenes en Dios para conocerse y realizarse según lo que ella es, no sólo en su ser, sino en su accionar histórico como comunidad de vida y amor; por eso, la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo por la Iglesia, su Esposa.

Memoricemos bien los cuatro cometidos generales de la familia según el designio de Dios, que ni siquiera el pecado original los ha abolido:

+Formación de una comunidad de personas
+Servicio a la Vida
+Participación en el desarrollo de la sociedad.
+Participación en la vida y la misión de la Iglesia.
¿Qué más podré añadir? sino exhortar diciendo a viva voz: ¡Familia, sé lo que eres!
Nuestra Señora del Valle, gloria y bálsamo de nuestras familias: ¡ruega por nosotros!

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