Al pronunciar su homilía, el Obispo resaltó la solidaridad puesta de manifiesto en estos días, indicando que “la hermandad es nuestro denominador común y nosotros tenemos que cultivar esta fraternidad. A mí me alegra la solidaridad de muchos hermanos que han venido a ayudar. Eso es un muy buen signo. Que esto nos motive a saber que lo más importante en la vida es poder dar una mano al que nos necesita”.
“Ojalá que esta experiencia de dolor, traumática, que les ha tocado vivir sirva para que aprendan a tener serenidad, paz y paciencia en medio de las dificultades. Es un aprendizaje de solidaridad y de paciencia. Lo que importa es que Dios con su paciencia, con su ternura, con su providencia nos cuida”, apuntó el Pastor Diocesano.
Asimismo, consideró que “esto es como una terapia intensiva en la que nos ha puesto el Señor para aprender lo que debería ser permanente en nuestra vida, estar siempre abiertos a dar una mano. Esto nos saca de nuestro encierro, de nuestra privacidad, de nuestro egoísmo, para ir hacia el otro”.
“Hemos tenido que pedir y recibir, y eso nos tiene que ayudar a ser humildes. Esta experiencia, no les quepa la menor duda que nos recuerda que todos somos peregrinos, estamos de paso por este mundo para llegar un día al cielo”, enfatizó Mons. Urbanc.
En otro tramo de su predicación anheló que “esta Pascua sea especial para la comunidad de Bañado de Ovanta”, que se pueda “refundar en el amor, porque el amor nos permite vernos como hermanos. Que este pueblo pueda aprender a comprenderse, y a ser una verdadera flor que ofrecemos a Dios”.
Manos solidarias
Una vez finalizada la celebración eucarística, los jóvenes servidores distribuyeron las mesas para las personas que se alimentan en el salón parroquial. Al respecto, el P. Chaves comentó que todos los días se preparan unas 600 raciones al mediodía y 400 a la noche. Actualmente, sólo 100 comen en el salón parroquial, los otros platos se llevan a los barrios, con el apoyo de los voluntarios y de personal del Ejército, para que la gente pueda comer en sus casas.
“Con las donaciones que recibimos en la parroquia elaboramos la comida que se sirve. El agua que recibimos se la lleva a las comunidades que no tienen”, dijo el sacerdote, quien agradeció a las personas que llegaron de otras comunidades “para compartir su tiempo, sus manos, su vida, ayudando a limpiar las casas de todos y, como decía el Obispo, aprendamos todos de esta experiencia, para que podamos reconstruir esta comunidad de Bañado de Ovanta desde el amor, olvidándonos de los egoísmos y las rencillas, para crecer como comunidad”.