Catamarca
Viernes 29 de Marzo de 2024
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El descubrimiento: la lógica del policial

A la hora de hablar de la novela policial, Gabriel García Márquez planteó un enigma, dijo: "La afición a las aventuras detectivescas está biológica­mente regida por el mecanismo de los vicios. Es como fumar, apostar en la lotería o inyectarse morfina. De allí su avasa­llante popularidad y de allí también la circunstancia de que nadie haya podido decir hasta ahora por qué le gustan las no­velas de policía".
Algunos años antes, uno de los grandes maestros del género, Raymond Chandler, obviaba cortesías: "Que me muestren a alguien incapaz de soportar la novela policial; se tratará, sin duda, de un tonto, un tonto inteli­gente -es posible- pero un tonto al fin", y luego de esa sentencia proponía un contrasentido: "La paradoja de la novela policial es que, mientras su estructura nunca, o en muy contadas ocasiones, resiste el exa­men riguroso de una mente analítica, es precisamente en ese tipo de mente donde despierta mayor interés".

Finalmente, Jorge Luis Borges señalaba: "Yo diría, para defender la novela policial, que no nece­sita defensa; leída con cierto desdén ahora, está salvando el orden en una época de desorden. Esta es una prueba que debemos agradecerle y es meritorio".

Un vicio, sostiene García Márquez, una paradoja de la inteligencia, propone Chandler, un modo de orquestar cierto orden en una época de desorden, concluye Borges. No obstante estos entusiasmos, la literatura policial aún suele observarse con cierto desdén. Tal vez ese maltrato se deba a que constituye un género netamente popular, nacido bajo la forma del folletín: los kioscos de diarios y revistas se convirtieron en sus primeros sitios de venta, eran libros que no merecían un espacio en la biblioteca.

Tal vez fue André Gide quien puso fin a esa desventura, el 12 de junio de 1942 anotó en su Diario: "He leído con asombro considerable, bien cercano a la admiración, Cosecha roja, de Dashiell Hammett, sus diálogos, conducidos con mano maestra, son cosa para enfrentarla con Hemingway y hasta con Faulkner". Poco después tradujo la novela al francés e inauguró con ella una colección que se tornaría mítica: "Serie Noire", de Gallimard Éditions.

Sin embargo y a pesar del estigma que sufriera el género, casi todos los grandes escritores del mundo alguna vez lo transitaron por cualesquiera de sus dos senderos: la novela enigma o la novela negra. Bufalino, Sciascia, Dürrenmatt, Greene, Eco Bradbury, Auster, son algunos de los muchos autores no policiales que han escrito formidables novelas y cuentos policiales.

Por estas tierras, resultan insoslayables los nombres de Arlt, Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Walsh, Saer, Puig. Ciertamente, Carlos Dámaso Martínez puede incorporarse a esa lista: cuentos como "El náufrago de las sombras", donde replantea el crimen no resuelto de Mariano Moreno, y novelas como El informante y Serial, son la mejor prueba de ello. El descubrimiento, su última obra, lo confirma categóricamente.

Carlos Dámaso Martínez pone en escena a dos grupos humanos diferenciados. Uno está constituido por los matrimonios Gilliberti y Ribba, quienes gozan, felices, de unas vacaciones en las sierras de Córdoba. Luis Gilliberti es un personaje que viene de una novela anterior: El informante, en esa oportunidad era un hombre casado que había dejado atrás un pasado de alcoholismo. Miguel Ribba también es un personaje de una novela anterior: Serial, en aquella ocasión era un periodista de TV, especializado en policiales, quien junto con su esposa Marina escribía cuentos policiales. El otro grupo, compuesto por El Tigre, Salvatierra, El Payo Bulnes y Cardozo, también anda por las sierras cordobesas, aunque no precisamente en vacaciones: El Tigre es el protagonista de una persecución que tiene a la muerte como destino final.

Carlos Dámaso Martínez cuenta su historia mediante dos carriles paralelos, en uno encontraremos a los delincuentes, en el otro a la gente de bien. Esos carriles, como las paralelas, jamás se juntan, sin embargo estarán todo el tiempo conectados. Delincuentes y buena gente pueden confundirse, se articulan por medio de una lógica intrigante. Anunciar las causas de esa coyuntura sería quebrar el código ético que exige todo texto policial, tal como sucede con los magos: el secreto del truco jamás debe revelarse.

Cosecha roja, aquel título que conmoviera a André Gide, es uno de los textos literarios que con mayor acierto ofrece un registro de la sociedad estadounidense en los tiempos del crac del 39.

Sin embargo, en ningún momento de la narración Hammett abruma a sus lectores con encendidas proclamas políticas y sociales. Simplemente, magistralmente, relata las vicisitudes de sus protagonistas y brinda, a pura escritura, un fiel retrato de aquella época. Revelar los quiebres de un sistema social sin caer en el agobio de la denuncia, es una condición básica de toda buena historia de crimen y misterio. El descubrimiento de Carlos Dámaso Martínez cumple con esa consigna: por el texto circula una historia y un país, nuestra historia y nuestro país, con sus personajes, sus grandezas y sus miserias.

Fuente: Télam

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