Catamarca
Martes 23 de Abril de 2024
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El devenir-salvaje del antropólogo

En La articulación etnográfica, la antropóloga Rosana Guber pone por escrito la investigación sobre la investigación sobre campo de su colega Esther Hermitte en los Altos de Chiapas a fines de los 50, argumentando que la posición del investigador social también es parte del resultado que se alcanza.
El libro, publicado por la casa Biblos, reconstruye y construye la deriva del etnógrafo entre los aborígenes, los inmigrantes o los otros que fueran con una consistencia, de escritura y método, no muy común en esta disciplina o en cualquier otra. Salvaje deberá tomarse como verbo, no como adjetivo.

Guber es investigadora del Conicet, directora del Centro de Antropología Social del Instituto de Desarrollo Económico y Social de la Argentina. Publicó, entre otros libros, El salvaje metropolitano y Etnografía: método, campo y reflexividad.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : En principio, ¿qué se entiende por articulación etnográfica y por qué la elección de Esther Hermitte para ilustrar ese concepto, si es que de eso se trata?
G : Hablo de articulación etnográfica para referirme a aquello que mantiene unida a toda una investigación. Se cree, a menudo, que los investigadores sociales procedemos por pasos prefijados técnicamente, y que ese procedimiento es una línea recta que evoluciona del menor al mayor conocimiento. Esta evolución supondría que algo o alguien dirige la orquesta de la investigación, sabe adónde va y por qué. O que la técnica o la metodología son suficientemente autónomas como para guiarnos por sí mismas. Pero la verdad es otra: los métodos son una creación humana, no divina.
Cuando la gente piensa en investigación científica imagina un laboratorio. Aunque en los laboratorios tampoco hay un avance progresivo sino muchas idas y vueltas, podría creerse que el director del laboratorio es quien sabe y quien dice adónde ir en la investigación y por qué.

En la investigación social (sociólogos, antropólogos, politólogos, comunicólogos, etcétera) la unidad de todo el proceso de investigación sólo se da en los casos en que es la misma persona quien propone un problema, inicia el camino para resolverlo y escribe sus conclusiones a modo de libro o artículo; es decir, la misma persona no sólo redacta el proyecto de investigación, sino que además es quien hace trabajo de campo, analiza los datos y redacta los resultados. ¿Quiénes hacen toooodo esto en el mundo actual?

Los tesistas de las ciencias sociales y las humanidades que hacen lo que llamamos investigación empírica (es decir, investigación sobre la real realidad y no, por ejemplo, una investigación teórica o filosófica), algunos sociólogos (generalmente cualitativos) y la mayoría de los antropólogos (antropólogos biológicos, arqueólogos y antropólogos sociales). Entonces, hablo de articulación etnográfica para mostrar qué y cómo la investigadora mantiene unidas las distintas etapas de su investigación, desarrollando desde su interior, la unidad de ideas que, sin embargo, se va modificando.

Esther Hermitte fue la primera antropóloga social argentina por titulación (en Chicago, 1964) y por práctica (desde que regresó al país en 1965 hasta su fallecimiento en 1990). ¿Por qué ella? Porque a su muerte dejó todos sus papeles personales al Instituto de Desarrollo Económico y Social, IDES, donde en 1974 había creado el Centro de Antropología Social. Primero en forma colectiva, y luego individual, fuimos trabajando los materiales de una de sus dos grandes investigaciones: su trabajo doctoral en Villa Las Rosas, Chiapas. ¿Por qué esta investigación? Porque no sólo fue premiada como la mejor tesis antropológica en uno de los mayores centros antropológicos de la época, sino también porque era un material acotado del cual había guardado escritos de todas sus fases. Esto me facilitaba trabajar a fondo con su investigación y entender cómo ella había procedido.

T : La idea de investigación sobre una investigación es atractiva. Suena a recrear los pasos perdidos, pero sospecho que no se trata de eso. ¿Podría aclararlo?
G: En parte sí se trata de los pasos perdidos. Es que a esta altura de los estudios sobre la ciencia y la tecnología, no sabemos todavía cómo investigamos realmente en ciencias sociales y humanidades. Tenemos, sí, acceso a los trabajos finales que ya están limpios, redonditos. Pero cómo se llegó a ellos sigue siendo un misterio. Y mucho más misterioso es el trabajo de campo de los antropólogos e incluso los arqueólogos, que más allá de los llamados procedimientos técnicos, guardan muchos secretos que no están ocultos premeditadamente, sino que nadie pensaría que son relevantes para ser puestos en palabras.

T : La antropología social, ¿está en colisión, necesariamente, con la antropología política de Pierre Clastres o la estructural de Lévi-Strauss? ¿Cuál sería la diferencia?
G: Clastres y Lévi-Strauss han sido importantes antropólogos, como muchos otros: Malinowski, Evans-Pritchard, Turner, Boas, Griaule, Métraux, Mead, y en América Latina, Cardoso de Oliveira, Bonfil Batalla, Palerm, Susnik, el mismo Arguedas, y muchísimos más. De antropología social empezaron a hablar los ingleses para hacer, según definición de uno de sus padres, A.R.Radcliffe-Brown, la sociología de los pueblos primitivos.

Con el tiempo, esa sociología que incluía un fuerte e intensivo trabajo de campo (estadía prolongada, aprendizaje de la lengua nativa, relación directa, convivencia) comenzó a extenderse a la sociedad moderna. Se llamaba antropología social porque su eje estaba en la investigación comparada de las sociedades.

En esa búsqueda los investigadores se preguntaban: ¿cómo es posible que la humanidad esté habitada por modos de vivir y de pensar tan pero tan diversos? Clastres, Lévi-Strauss y los demás atendieron ciertos aspectos de esta pregunta o trataron de responderla apelando a distintas dimensiones de la vida de los pueblos: lo económico, lo político, lo religioso. Aunque lo más interesante de los antropólogos es que encuentran lo religioso en lo económico, lo económico en lo político, y lo político en lo religioso, y no tienen una mirada ministerial de la vida de la gente.

T : ¿Cómo entiende la antropología social la relación a lo sobrenatural de determinadas comunidades, cuando la palabra sobrenatural supondría, ya, un juicio de valor?
G : Sí. Quizás es un juicio de valor pero no con signo positivo o negativo, sino de valorización de los agentes. En el caso de la investigación de Hermitte con los pinoltecos, lo sobrenatural era un plano que evadía la lógica terrenal, sobre todo la sometida al orden federal mexicano. Las fuerzas en pugna no pertenecían a la órbita del gobierno ladino sino a otras cuestiones relativas a fuerzas del cosmos y de la naturaleza que atraviesan a todos los indios pinoltecos. Al menos en aquella época en que ella hizo su trabajo: 1959-1961.

T : ¿Qué es lo que quiso decir con aquello de salvaje metropolitano? ¿Cómo pensar ese concepto respecto de la articulación etnográfica?
G : Buena pregunta pero así salió. Entonces, cuando aquel título se me presentó de manera tan contundente y dejándome tan satisfecha, supuse que había brotado de la idea de que el investigador también debe ser examinado, y no sólo a la gente que estudiamos.

En este sentido, La articulación…es una profundización de esta idea, siguiendo a la autora de la investigación original (Hermitte) en todas sus decisiones, y modificando el punto de mirada de la metodología. Los investigadores sociales creemos que somos nosotros y en virtud de la ciencia que decidimos cómo investigar, con quiénes, adónde, etcétera. Esta investigación mía sobre la investigación de Hermitte muestra que esa decisión es, por lo menos, compartida con aquéllos a los que queremos conocer. Y esto no sólo por una cuestión de entrada o acceso, sino por razones de enseñanza, comunicación y generación de sentido. La articulación… tiene reflexiones acerca de cosas tales como ¿quién es una para que le cuenten todo esto?, o ¿cómo puedo aprender de ellos si no es como ellos se aprenden a sí mismos?

T : ¿Cuál es su opinión sobre la antropología de Carlos Castaneda?
G : Carlos Castaneda fue uno de los primeros en mostrar sin tapujos el proceso de transformación experiencial de los antropólogos en nuestras investigaciones. Obviamente vino a caer en una época en la cual la experimentación con sustancias en el propio cuerpo, era parte de otros movimientos de signo político diverso (pacifismo, hippismo, indigenismo, socialismo, etcétera). Castaneda aceptó en su propio cuerpo las enseñanzas de Don Juan, para avanzar en el conocimiento de aquella sociedad del norte de México, aunque en sus escritos, sobre todo los posteriores, lo más importante terminó siendo el mismo Castaneda. Ciertamente, no es éste el único que se ha embarcado en experiencias semejantes.

Lo más interesante, para mí, es retomar con los antropólogos una forma de conocimiento que no está fuera sino dentro mismo del investigador, y que éste llevará consigo toda su vida. Y esto puede suceder, y de hecho sucede, sin sustancias. Si ese conocimiento puede ponerlo por escrito, entonces podrá ser compartido por más gente. Esta es, finalmente, la razón por la cual retomé la experiencia de Hermitte, que tuvo lugar 50 años atrás. Una bella y decidida mujer nacida de una familia de clase media del barrio porteño de Flores, que a los 40 años se fue a vivir en el barrio indio de Pinola, hoy Villa Las Rosas, en los Altos de Chiapas.

Ella no consumió hongos, pero vio machetear brujos y enfermar gente por mal echado. Las razones políticas del sistema de brujería en donde ella trabajó, son quizás lo más importante de su investigación; acaso podría preguntársele a Castaneda cómo fue que el peyote y su experiencia hondamente vital, pudo ser reemplazado con el narcotráfico, por el imperio de la muerte.

Fuente: Télam

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