Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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El espíritu de los tiempos es la abierta hipocresía

En Polígono Buenos Aires, el poeta y narrador Marcos Herrera reconstruye sobre la marcha una novela familiar tan sórdida como disparatada, usando elementos desperdiciados por la "alta" cultura y trabajando contra la literatura realista y testimonial que a su juicio, está infectando una zona importante de la actual producción local.
El libro, publicado por la casa Edhasa, podría hermanarse con "Entre hombres", de Germán Maggiori, publicado por esa misma casa editorial: un procedimiento que empieza con alguna escena autobiográfica que incluye drogas, periferia y descensos varios pero que se dispara sin pretensiones de verdad revelada.

Herrera nació en Buenos Aires en 1966. Publicó, entre otros libros, Modo de final, Pulgas, Músicos de frontera, Cacerías, Ropa de fuego y La mitad mejor.

Este es el diálogo que sostuvo con Télam.

T : ¿Cuánto le debe Polígono Buenos Aires a tus novelas o relatos anteriores?
H : Es una continuidad dentro de la misma búsqueda. En este sentido hay una elección de entrada: la falla, la basura, los marginales, el mundo del hampa, la droga, los amores que se salen de la norma, el erotismo, la violencia. Una de mis elecciones es ir a buscar en los desperdicios de la cultura. Esto no es algo novedoso. Muchos artistas a lo largo de la historia recurren a esta estrategia para oxigenar sus obras, para buscar idiomas ignorados. Además, me interesó trabajar en esta novela con elementos que podríamos encasillar en la ciencia ficción o en el absurdo, quería alejarme de toda una literatura testimonial, realista, que aparece después del 2001.

T : La precisión del lenguaje, el fraseo, eso parece venir de la poesía. ¿Pensás que esta es estrictamente una novela de "género"?
H : Bueno, me alegro que te parezca así. Yo empecé escribiendo poesía y luego de muchos años escribí mis primeros relatos. O sea que toda mi formación y mi manera de leer siempre estuvieron marcadas por la poesía. Sigo escribiéndola y creo que es mi forma primaria de relacionarme con el lenguaje y con la escritura. Nunca voy a escribir desde el argumento. O al menos no únicamente.

Cuando empiezo a escribir no sé a dónde va la historia: tengo que escribir para averiguarlo. En ese sentido trabajo como poeta. Me gusta prestarle atención al sonido y al sentido múltiple de algunas frases, a las imágenes y a las metáforas. Por supuesto, no siempre el resultado es el que uno busca. A veces trabajás dando palos a la oscuridad y te caés del andamio. En general te caés del andamio porque escribir es extremadamente difícil, pero si no fuera difícil no sería divertido.

En cuanto a lo del género, te puedo decir que a mi me interesa el género como punto de partida para deformarlo o excederlo. Así que creo que no es una novela de género. Siempre me gustó el género policial. Me encantan autores como Jim Thompson, David Goodis, (Raymond) Chandler y (Dashiell) Hammett y, más acá, (James) Ellroy y (Ed) McBain. Pero yo no podría escribir una novela de género porque no tengo la disciplina para eso. También me gusta mucho la ciencia ficción, ya que hablamos de géneros. Philip Dick es uno de mis autores favoritos y creo que muchos tomaron cosas de él. Hay autores, como Dick o Roberto Arlt, que tienen la característica de ser siempre contemporáneos. Creo que siempre estuvieron escribiendo en el futuro.

Pero en la actualidad los géneros, por lo menos el policial y la ciencia ficción, van conservando su vigencia porque van mutando. Tanto el policial como la ciencia ficción pueden mantener su vigencia siempre y cuando sepan leer las realidades políticas, los mecanismos corruptos del poder y la arquitectura criminal de la sociedad. En este sentido, el policial que sobrevivió es el policial negro y no el de enigma.

El policial de enigma puede funcionar como mecanismo narrativo pero no como ejemplo de literatura contemporánea. Es una forma fosilizada que se puede copiar pero que no agrega nada. En cambio el policial negro está vivo porque problematiza, hace sistema con cuestiones de la realidad y sus fronteras narrativas están abiertas para incluir cualquier cosa.

T : ¿Es posible pensar a este libro como una "novela familiar" desplazada?
H : Por supuesto. Es una novela familiar desplazada. Trabajar con el tema de la familia era algo que me venía dando vueltas hacía mucho. Me gusta mucho como trabaja Thomas Pynchon el tema de la familia disfuncional en Vineland o John Cassavettes en Torrentes de amor. Me gustaba la idea de abordar con cierto humor la cuestión de la familia excéntrica, disfuncional, freak. La cosa podrida que encierra toda relación familiar me parece un gran dispositivo narrativo, dramático y (como ocurre con todo lo dramático si se lleva un poco más allá) humorístico.

T : Si es cierto -como dice Jonathan Franzen y otro montón de tipos- que no existe escritura sin un relente autobiográfico, ¿cómo aparecería esa cuestión en "Polígono..."?
H : Estoy de acuerdo con esa afirmación. Siempre hay elementos autobiográficos. Hay autores que se apoyan más en este recurso y producen un efecto de lectura puntual. Por ejemplo Bukowski. En el caso de Polígono…, la novela arranca con una escena totalmente autobiográfica que es cuando mi hermano y yo bajamos en el ascensor el cadáver de mi viejo que había muerto en su casa, de cáncer.
Los tipos de la funeraria lo habían puesto en una camilla y lo habían atado con unas correas para poder ponerlo vertical en el ascensor. Cuando llegamos a la planta baja y volvemos a poner el cuerpo horizontal, salió un sonido de su pecho. Su voz.

Mi hermano y yo nos quedamos paralizados y el tipo de la funeraria nos explicó que era el aire que había quedado en los pulmones que había producido ese sonido al pasar por las cuerdas vocales. Luego vienen las escenas del velorio que también están tomadas de la realidad. Luego todo se va desviando a la ficción. Pero por supuesto hay información que conozco de primera mano. Como por ejemplo la vida de un dealer, etcétera. En mis ficciones anteriores pasa lo mismo. Tomo cosas que conozco, que me pasaron y luego me voy a la ficción.

T : ¿Escritores que te interesen, no importa si están muertos o vivos?
H : Pynchon me parece descomunal. La cantidad de recursos que maneja, su mirada satírica en la mejor tradición política, la asimilación de los procedimientos de las vanguardias mezclados con los géneros y la cultura de masas. Cormac McCarthy por la manera de montar la tragedia y el modo de narrar la violencia. Onetti, Arlt y Borges, por supuesto. Y más acá: Saer y Piglia, Bolaño, especialmente 2666. De mi generación me gustan mucho algunos poetas como Daniel Durand y Sergio Raimondi. Y narradores como Gustavo Ferreyra, Germán Maggiori, Mauro Peverelli, Hernán Ronsino, Jorge Consiglio, Fabián Casas, muchos.

T : Pareciera haber un auge del "policial" o la "novela negra". ¿Pensás que está en el espíritu de los tiempos?
H : Sí, tal vez sea el espíritu de los tiempos. Como te decía antes, me parece que la novela policial negra da cuenta del funcionamiento del poder sin eufemismos. Creo que los lectores van a buscar al policial eso y un tono de desencanto y sinceridad brutal que si bien no cura, alivia, hace que uno no se sienta tan solo ante la mierda y las injusticias del mundo. Porque el espíritu de los tiempos, más que nunca, es la abierta hipocresía, los modos de manipulación, el uso perverso del marketing para construir consenso. Pynchon, en Vineland, hace una descripción diferenciando la época de Nixon con la de Reagan, diciendo que los métodos de represión se hicieron más eficaces y menos visibles. Creo que ahí se capta muy bien el espíritu de los tiempos.

Fuente: Télam

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