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Jueves 18 de Abril de 2024
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El platense Sergio Pujol indaga en la vida de Oscar Alemán

La vida del músico Oscar Alemán (1909-1980), un chaqueño zambo, hijo de un moreno uruguayo y de una india toba -descendiente de Juan Moreira- que se convertiría con el tiempo en uno de los maestros del jazz, está magistralmente narrada en la biografía La guitarra embrujada, a cargo del historiador y ensayista platense Sergio Pujol.
En el libro editado por Planeta, Pujol, se mete dentro de la guitarra de Alemán -huérfano de niño, que vivió pobremente en las calles de Brasil-, para desglosar con amplios conocimientos musicales la singularidad de los ritmos de su personaje, lo que enriquece aún más su exhaustiva investigación histórica.
Autor de los libros: Jazz al sur. La música negra en Argentina, Historia del baile. De la milonga al disco y biografías de Discépolo y Atahualpa Yupanqui, Pujol mantuvo una entrevista con Télam.

Télam: ¿Cómo se explica el reconocimiento mundial de Alemán?
Pujol: A comienzos de los 30, cuando empieza a tocar jazz, la guitarra era un instrumento secundario en las orquestas del género. En Francia estaba Django Reinhardt, genial guitarrista gitano, pero Oscar lo precedió en el arte de jazzear con guitarra. Esto no habría tenido ningún valor de no ser Oscar un instrumentista excepcional, único. Hoy su prestigio internacional, un tanto secreto, se fundamenta en el marco del estilo swing manouche o con cuerdas.

T: Sumaba su histrionismo, su destreza como bailarín y actor.
P: Oscar se formó en el music-hall desde niño con su padre y el Sexteto Moreira - se presentaban en circos y teatros de variedades -, más tarde tocando en el dúo de música hawaiana "Les Loups", con el brasileño Gastón Bueno Lobo; fue entonces que lo contrata Harry Flemming y lo lleva a Europa, donde toma contacto con Josephine Baker. El music-hall fue su matriz cultural. Esas destrezas corporales eran un activo importante en el circuito de espectáculos. Oscar fue un emergente de la cultura popular de su tiempo.

T: ¿El abandono y pobreza sufridos de niño modeló su voluntad?
P: El lazo que lo ató a su instrumento era de supervivencia. No eligió ser músico por mandato artístico, si bien llegó a ser un gran artista. Fueron el cavaquinho y la guitarra sus salvavidas, y nunca dejó de trabajar con fruición. Era una persona vanidosa, orgullosa de todo lo que había logrado, y esos rasgos que a algunos irritaba, se explica en ese esfuerzo realizado para salir de la pobreza y la marginalidad.

T: Una etapa muy importante de su vida es cuando en Francia se convierte en ladero de la bailarina y cantante Josephine Baker…
P: Posiblemente fue el hecho más importante de su vida. Le permitió vivir en París toda la década del 30 y viajar por Europa. Bromeaban con Josephine de que ambos eran los únicos negros de toda la orquesta. Tras esa broma se escondía una realidad: la negritud como capital simbólico en el mundo del jazz, pero también como estigma.

T: ¿Ese trabajo lo alejó del ambiente jazzístico? ¿Qué hubiera pasado si hubiera viajado a Estados Unidos con Duke Ellington?
P: El fixture de Josephine era agotador, especialmente en la primera mitad de los 30. Para Oscar, tocar con ella fue valioso, lo situó en un lugar destacado, pero también lo obligó a discontinuar presentaciones más jazzísticas. Cuando Ellington lo invitó a sumarse a su orquesta, Oscar estuvo a punto de darle un giro súbito a su carrera.

De no habérselo impedido Josephine, su nombre figuraría con más espacio en las enciclopedias del jazz, pero no sabemos qué chances habría tenido de dirigir sus propios grupos y orquesta, como hizo en Argentina a partir de 1941. Ese dilema entre el jazzman "puro" y el showman, lo atormentó hasta el final de su vida.

T: ¿Lo perjudicó la heterogeneidad de su música, la hibridación?
P: Desde el punto de vista de su llegada al público argentino de los '40 y '50, diría que fue la heterogeneidad de su repertorio y su idoneidad para toca todas las especies populares de su tiempo lo que lo volvieron tan famoso y querido. Pero el aficionado al jazz siempre creyó que Oscar malversaba su talento en aras de satisfacer a todos.

T: ¿De qué modo el componente afroamericano atravesó sus estilo musical, sea tocando folclore, tango, música de Brasil, etc.
P: Es un punto clave en su estilo, la identidad afro. En una entrevista de 1973 advertía que el canyengue del tango de la guardia vieja era un elemento afro, como el swing. Es interesante comprobar que su auto-percepción era la de un músico negro de repertorio internacional.

Los africanismos de varias de las músicas que interpretaba -fue un eximio ejecutante de samba, choros y baiones - eran los articuladores de su enorme corpus musical; el gran hilo conductor de su trayectoria.

T: ¿Junto a Reinhardt impuso la guitarra en el mundo del jazz?
P: Contribuyó a ello de un modo decisivo. Podríamos ubicarlo en una primera línea, junto a Django Reinhardt, Eddie Lang y Charlie Christian, sus coetáneos más distinguidos. En el plano nacional, sin duda fue el primer gran guitarrista de jazz y quizá - una de las tesis de mi libro - el primer héroe argentino de la guitarra. En este sentido, su influencia sobre guitarristas de rock de los años 60 y 70 no fue menor, aunque su opinión del rock era más bien negativa.


Fuente: Télam

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