Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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El poeta ilustrado

Fallecido hace tres años, Ray Bradbury no destiló lirismo sólo en sus relatos de ciencia ficción, fantásticos y no tanto. Tuvo una percepción y un don también para el oficio de poeta. Vale revisar este tramo de su obra.
Si en un sentido nietzcheano lo simbólico de un hombre está representado en sus actos, en este aspecto Ray Bradbury coincide en uno de sus poemas: "Hacer es ser". Hace ya algunos años, en su Zen en el arte de escribir, Bradbury contaba la relación de un pianista con su música para ejemplificar su actitud frente a la literatura. El pianista sostenía que si pasaba un día sin tocar, lo notaba él. Si pasaba dos sin tocar, lo notaba la crítica. Si pasaba tres, entonces ahí lo notaba el público.

A partir de este ejemplo, dos cuestiones claves en Bradbury: el escritor encuentra su razón de ser en el trabajo diario y, a su vez, su arte tiene un correlato dialéctico en el receptor, quien cierra y completa la emisión. La fecunda y casi siempre eficaz narrativa fantástica de Bradbury, a sus ochenta años, es a esta altura de su carrera la obra de un clásico del siglo XX., ese que ya quedó atrás. Desde ese siglo, leído hoy, Bradbury considera el futuro como un horizonte sombrío. Bradbury cultiva una prosa brillante, generosa en imágenes, casi como una ficción ilustrada (conviene tener en cuenta que Bradbury se inició publicando en revistas de ciencia-ficción, de terror y de comics), todo un estilo que, en ocasiones, parece dotado de inspiración y en otras del amaneramiento efectista del género.

Pero, por debajo de este vitalismo narrativo circula, mordaz, desencantada, una visión crítica del capitalismo, el progreso enjundioso y sus ¿adelantos? La literatura de Bradbury aspira a una inocencia a lo Thoreau, pero nunca es ingenua. Si se revisan sus cuentos (publicados entre fines de los 40 y ya avanzados los 60, recopilados en Las doradas manzanas del sol, Las maquinarias de la alegría y El hombre ilustrado), se advertirá con alguna sorpresa que Bradbury, junto con Philip Dick, comparte en la literatura fantástica esa acritud que más tarde va a desplegar el realismo de Raymond Carver. Es lícito recordar que Carver, en sus comienzos, se esperanzaba en publicar en revistas populares. Por eso, los cuentos de Carver están protagonizados por los lectores probables de Bradbury. Para ellos, desocupados, marginales, el mañana, si cuenta, es tan amenazador como en los cuentos de Bradbury.

Pero, ¿cómo se proyecta esta ideología del recelo, paranoica, imbuída por una nostalgia de lo primitivo, casi libertaria, en la poesía de Bradbury? Sus remitentes pueden ser tanto Poe como Yeats. Y en su enjundia se reconoce otra influencia: Whitman. Más que poemas, sus textos en verso libre, constituyen esquirlas de materiales que quizá pudieron armar un relato.


Fuente: Télam

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