Catamarca
Martes 16 de Abril de 2024
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El primer tango-canción es Mi noche triste

En Las poéticas del tango-canción. Rupturas y continuidades, el ensayista Oscar Conde y un grupo de especialistas componen una genealogía del tango-canción, estudiando sus variantes retóricas y musicológicas a lo largo del tiempo, destacando que ese formato se caracteriza por contar una historia (por lo general un drama) en tres minutos, y subrayando que el drama suele ser un tópico entre otros.
El libro, publicado por la editorial Biblos, cuenta también con los aportes de María Susana Azzi, Jacqueline Balint-Zanchetta, Oscar Barreiro, Andrea Matallana, Eduardo Romano, Julio Schvartzman y Gustavo Varela.

Conde es poeta y docente. Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y doctor en la misma especialidad por la del Salvador. Actualmente es profesor titular regularen el área de Literatura Argentina en la Universidad Pedagógica y miembro de número de la Academia del Lunfardo. Es autor de un diccionario etimológico del mismo.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : ¿Puede pensarse en las letras de tango como en un corpus con continuidades y rupturas? ¿Cómo sería eso?
C : La historia del tango cantado es realmente muy larga ya. Comenzó en las dos últimas décadas del siglo XIX con letrillas sicalípticas o picarescas, con algunas canciones que podrían entenderse como de doble sentido, y también con versos populares relativos a la realidad de aquel tiempo y con algunas canciones -muchas veces con forma literaria de milongas- definitivamente prostibularias u obscenas. En la etapa siguiente, primeros años del siglo pasado, aparecen algunos creadores que comienzan a firmar sus obras, el principal de los cuales es Villoldo.

Los tanguistas de 30 y el 40 consideraban a Villoldo el papá del tango. Su producción va de lo costumbrista a lo pícaro, de lo satírico a lo jocoso, y también -en menor medida- de lo pornográfico a lo inocente. Hasta la aparición del tango-canción existió ese otro tango, que frecuentemente tenía letra, pero que no puede considerarse tango-canción. El tango-canción es un género en sí mismo que se caracteriza por contar una historia (en general, un drama) en tres minutos. Solo aquellos que no saben nada de tango pueden sostener que esa historia es siempre la misma: un hombre que ha sido abandonado por una mujer a la que ama. Claro que este es un tópico reiterado en la historia del tango-canción, pero de ningún modo es el único.

Allí, por ejemplo, hay una continuidad: el tango que cuenta lo que pudo haber sido y no fue. Pero también hay otras continuidades temáticas si se piensa en los tangos que hablan de un pasado irrecuperable, de un paraíso perdido, que puede ser la infancia, el barrio, la juventud, la primera novia o la madre. ¿Dónde hay rupturas? En varios momentos del siglo XX. Luego de la instauración tan exitosa del tango canción a partir de 1917, que fija ciertos temas (el guapo y los duelos, la milonguita, el abandono) y determinada visión amarga del mundo, en 1926 una nueva generación de letristas irrumpe en el mundo del tango y revoluciona la cosa, ampliando el universo poético del tango: ellos son fundamentalmente Enrique Santos Discépolo y Homero Manzi.

El primero trae cuestionamientos éticos y sociales, así como una óptica grotesca (pienso en tangos como Qué vachaché, Chorra, Esta noche me emborracho, Yira... yira..., todos anteriores a 1930). El segundo mete al tango en el barrio (como sucede con Viejo ciego) y produce una poesía más universal tanto desde el punto de vista lingüístico como desde el punto de vista de los tópicos literarios utilizados. Ahí hay una evidente ruptura con lo anterior (Discépolo y Manzi se diferencian notoriamente de Pascual Contursi, Celedonio Flores o Samuel Linnig). Así es como en Victoria, Discépolo presenta a un personaje que, cuando es abandonado por su mujer, en lugar de llorar, festeja. Más adelante, en la década del 40 habrá otras rupturas en el plano poético: Cátulo Castillo y Homero Expósito son sumamente audaces con sus metáforas.

En la década del 60 hay más rupturas, con voces como las de Eladia Blázquez, Horacio Ferrer y Héctor Negro. Pero siempre sigue habiendo continuidades: el rescate del viejo Buenos Aires, o de las cosas que ya no están (El último organito, de Manzi; El último farol, de Cátulo Castillo; La última grela, de Ferrer) dentro del tópico latino del ubi sunt? (¿dónde están?), el final de una historia de amor (con una extraordinaria cantidad de variantes: el abandono por parte de la mujer, por parte del hombre, la muerte de la mujer, la aparición de un tercero, etc.), la decadencia de una prostituta o de un malevo, etc.

T : ¿Qué se quiere decir cuando se dice volver a pensar las letras del tango?
C : La idea de volver a pensar las letras de tango parte de un hecho constatable: en otros momentos hubo autores que se dedicaron a escribir sobre esto. En los 60, por ejemplo, hubo libros imprescindibles sobre la letrística del tango, como El tango y su mundo, del uruguayo Daniel Vidart, o Tango, rebelión y nostalgia, de Noemí Ulla, o Sociología del tango, de Julio Mafud, o La ciudad del tango de Blas Matamoro. No digo que antes o después de eso no hubo nada: En 1956 Tulio Carella publicó Tango. Mito y esencia, y en 1980, José Gobello "Crónica general del tango".

No son estos los únicos libros imprescindibles, por supuesto. Están también, publicados más recientemente, El tango, de Horacio Salas, Mal de tango, de Gustavo Varela y Tango. La mezcla milagrosa (1917-1956), de Carlos Mina. Todos estos estudiosos han aportado mucho a la cuestión, pero pienso que hoy estamos preparados para entender que el tango es un fenómeno tan complejo, tan prolífico en sus producciones musicales, coreográficas y poéticas y tan duradero, que se requiere de equipos de personas pensando juntos, recortando autores, temas, períodos, para realizar análisis a fondo.

En el mundo universitario, hay poquísimos profesores que han llevado al aula la poesía del tango. Eduardo Romano y Julio Schvartzman son dos de ellos, pero no hay muchos más.

T : ¿Es el tango-canción un derivado de la forma-tango o la forma-tango requiere sí o sí al tango-canción?
C : Como dije antes, el tango-canción aparece en 1917. En general se sostiene que el primer tango-canción es Mi noche triste, que fue grabado por Gardel el 9 de abril de ese año. El tango, que en su origen habría designado un modo de bailar, y luego un género musical, existía al menos desde la década de 1870, es decir, que casi tenía 50 años de vida. Hasta 1915, el 90 por ciento de los tangos existentes habían nacido como tangos instrumentales, y básicamente como música para bailar.

Con esto quiero decirte que el tango-canción es una especie de subgénero. Hay estudiosos que señalan que el tango-canción concluyó en 1956 con La última curda, de Troilo y Castillo; otros señalan que perduró hasta 1963, con El último café; otros, que hasta 1974, con Chau... no va más, de los hermanos Expósito; otros, finalmente, piensan que el tango-canción sigue existiendo. Desde el punto de vista formal, es al último grupo al que le doy la razón. Muchos autores y compositores siguen hoy produciendo temas que podrían considerarse como tango-canción.

El problema es la poca o nula repercusión en el público que estos temas nuevos tienen. El público argentino, infelizmente, está en otra cosa y el tango hace unos 50 años que ha dejado de ser la música popular por excelencia del Río de la Plata. Esto que digo no está ni bien ni mal, pero es la pura verdad. Para responder de lleno a tu pregunta, no sé si es lícito pensar que hay una forma-tango, digamos una idea platónica de lo que tendría que ser el tango. El tango, como el dios griego Proteo, ha demostrado una versatilidad muy grande y ha ido evolucionando a lo largo de su historia. En ese sentido, el musical, el tango ha ido variando extraordinariamente y no creo que nadie tenga la autoridad como para decir: esto es tango o esto no es tango.




Fuente: Télam

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