Catamarca
Miercoles 24 de Abril de 2024
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El psicoanálisis con niños va más allá de los dogmatismos

En ¿Quién teme a lo infantil? La formación del psicoanalista en la clínica con niños, los psicoanalistas Pablo Peusner y Luciano Lutereau proponen volver a las fuentes de la práctica con niños a través de un método que va más allá de cualquier dogmatismo: interrogar lo obvio.
El libro -publicado por la casa Letra Viva- en la estela abierta por Sigmund Freud, explora la hipótesis de que existe en los niños una potencia que excede los protocolos del erotismo si se les concede un reconocimiento como sujetos.

Peusner, especialista en tratamiento de infantes, es miembro del Colegio Clínico del Río de La Plata (FARP) y autor, entre otros libros, de "El Otro y el niño", "Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños" y "Reinventar la debilidad mental"; además, ha traducido "El despertar de la primavera", de Frank Wedekind.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.


¿Cómo definiría "lo infantil" en psicoanálisis?
Lo infantil que importa al psicoanálisis no tiene que ver con la cronología ni con la edad sino con una posición discursiva. A partir de Freud, lejos quedó la idea de una infancia endeble y temerosa. Como expongo en este libro, lo infantil se manifiesta a través de determinadas preguntas o, mejor dicho, a través de interrogar al Otro, como los múltiples "por qué" demuestran. Aquí se trata menos de un deseo de saber que de un interés por el deseo como tal, núcleo de esa investigación que Freud llamaba "teorías sexuales".


El libro propone que junto a las "teorías sexuales" proliferan diversas "teorías de la muerte". ¿De qué modo viven y representan la muerte los niños?
La muerte para los niños es una referencia de tiempo -y también es una circunstancia de lugar (en otra parte: el cielo, las nubes, etcétera)-, es decir: "Cuando vos te mueras, yo voy a poder hacer esto"; "cuando vos te mueras voy a poder moverme de esta manera" y más. "Cuando vos te mueras…" es una referencia constante para ubicar algo del futuro que sería difícil ubicar de otra manera.
Asimismo, estas teorías tienen la misma estructura que las que Freud describió en 1908. Uno de los rasgos centrales es la insatisfacción ante la respuesta obtenida; aquello que Freud decía funcionaba como el primer engaño y desencadenante de un primer conflicto psíquico. Ante esta demanda, el Otro sólo puede ofrecer su castración y transmitirla.


¿Cuál es la particularidad del lenguaje en la infancia?
El psicoanálisis es una praxis que desafía las intuiciones inmediatas. Tomemos el caso de un niño que se acerca a su madre para anunciarle: "Cuando sea grande, me voy a casar con vos". Si los psicoanalistas estuviéramos en la posición del investigador empírico (que realiza una observación directa de los "hechos") podría considerarse esta situación como una confirmación de un concepto teórico, hoy en día banal: el complejo de Edipo.
Sin embargo, la actitud clínica del psicoanalista exige poner en reserva la evidencia; aunque más no sea para demostrar que no hay nada más evidente que su pérdida. La clínica psicoanalítica con niños comienza más allá de la confirmación de la teoría a través de ciertos ejemplos. ¿Un psicoanalista podría dejar de notar que todo niño se hace un poco el seductor para denunciar la presencia del interés de su madre? Dicho de otro modo: que el deseo de la madre expresa el deseo de la madre.


¿Hay hoy en día "nuevas" formas de padecimiento y formas de llegada a la consulta (trastornos de conducta, violencia, etcétera)?
Actualmente existen formas de la perversión que no coinciden con lo que Freud llamó "perversión polimorfa", que no son subsumibles ni asumibles por ningún saber de la cultura. Niños violentos, desafiantes. Pero no se trata de niños imposibles de tratar, a pesar que sean "intratables" a veces. Con estos casos, el psicoanálisis puede ser mucho más eficaz que otras propuestas terapéuticas que se reducen a prácticas adaptativas, de premios y castigos, porque les supone a estos niños un saber respecto de su padecimiento que a través de la experiencia lúdica, puede condescender a ser elaborado a través de ese Otro que es analista.


Entonces, ¿todavía hay lugar para el juego en la práctica del psicoanálisis, cuando el mundo propone la diversión como relación excluyente?
En este libro proponemos que juegan incluso los llamados niños que no juegan; primero: porque aún tienen un cuerpo que desde su malestar hace signo de un sufrimiento sin nombre. En este punto, ubicamos la pérdida como una primera condición del jugar, dado que el juego no se basta a sí mismo. En segundo lugar, los niños juegan porque una práctica, la del analista en posición de abstinencia, recorta en su función la hipótesis que habrá de producir con su intervención ese sujeto que se expresa hasta en los casos más difíciles.

Fuente: Télam

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